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3/13/2005

NIEBLA PURPURA (CUENTO DONDE SE ENSAMBLA LOS 70 CON EL ROCK ACTUAL Y DESAPARECIDOS)

NIEBLA PÚRPURA
"...excúsame, mientras beso el cielo..."
Jimi Hendrix "Niebla Púrpura".
"...ya no quiero vivir así,
repitiendo las agonías del pasado..."
Charlie García "Canción de dos por tres"
" Si supieras... Argentina mata más que la heroína..."
Luca Prodan (1987).
Miguel 1.

Miguel vivía en mi misma calle, era el hijo de una familia, a mi entender, numerosa (cinco hijos). Sus padres tenían una posición económica cómoda y un interés respecto a sus hijos que disminuía en consideración al orden cronológico en que habían llegado al mundo. Es así, que a pesar de su inteligencia notable (o precisamente por ella), Miguel solía caer en "episodios de salvajismo", que sólo podían ser exorcisados por su abuelo Euderio, al que lo unía un sentimiento de mutua adoración. Estos desbordes de ira e instintos de destrucción no eran más que un esfuerzo por afirmarse en el mundo, como gritar: Aquí estoy, ténganme en cuenta!
Su infancia transcurrió entonces entre la mínima influencia de sus padres, demasiados ocupados en su actividad social y sus otros hijos, y la completa y casi exclusiva dedicación de su abuelo, que aprovechó bien su tiempo, agotando su
colección de Verne y Salgari para poblar la mente de su nieto de selvas mortales, exóticos templos, tughs repugnantemente homicidas, piratas valerosos y amores trágicos e imposibles. Tampoco el futbol y el ajedrez estuvieron fuera de este programa educativo.
La permanencia de Euderio junto a Miguel no fue muy prolongada, pero estuvo en los años fundamentales: murió cuando el chico tenía once años.
A partir de entonces, Miguel ya no experimentó acceso alguno de salvajismo, optó por refugiarse en el silencio y en la soledad. Pocos se percataron entonces del dolor que había provocado esa pérdida: Miguel no obtuvo bajas calificaciones en el colegio, ni se peleó más de lo acostumbrado con sus hermanos o compañeros, ni llevó los ojos enrojecidos de llanto o perdió el apetito. No mostraba las ostensibles máscaras del dolor, por tanto, ya lo había dejado atrás, dictaminaron.
Una tarde de mediados de Otoño, una de las primeras tardes frías del año, yo barría las hojas secas de mis árboles y me disponía a encender una fogata junto al cordón de la vereda: uno de los modestos placeres que conservo desde mi infancia.
Entonces lo vi, estaba sentado sobre una pared bajita frente a su casa, los ojos fijos en un punto distante, perdido en sus pensamientos. Lo llamé y lo invité a compartir el calor de mi pequeño fuego. Se acercó y encendí las hojas, sus ojos se fijaron en las llamas danzantes.
- En qué pensás?
- En mi abuelo, él me contó que durante la guerra a veces se tenían que acercar tanto al fuego para calentarse que los chaquetones se le chamuscaban y les salía humo de los borceguíes.
- Pero seguramente eran fuegos mucho mas importantes que este.
- Cuando uno tiene frío todos los fuegos son importantes. -me respondió extendiendo sus manos hacia las llamas.
- Supongo que así debe ser. -acepté y junté algunas hojas cercanas para que el fuego durara un poco más.
Durante la noche el recuerdo de aquella escena me impidió dormir por un buen rato, mi esposa, tan sutil como siempre, postuló que seguramente la comida me había caído mal. No tuve ánimo para responderle que ELLA la había preparado.
Creo que fue para esa época que Miguel se enamoró perdidamente por primera vez, y a pesar de la creciente confianza que comenzaba a tener en mí, sólo algunos años después me refirió el episodio. Quizá considerando que era un episodio definitivamente superado al que se podía observar retrospectivamente con una ironía tierna.
La chica en cuestión se llamaba Laura y era su compañera de banco. Ninguno de los dos había optado voluntariamente por esa ubicación espacial en el aula. La maestra había organizado la disposición geográfica de sus educandos siguiendo el principio pedagógico que afirma: "La proximidad de los sexos (siempre y cuando no sea voluntaria) atenúa el desorden de la clase". Y debo confesar que
en el caso de Miguel, el resultado obtenido fue el buscado. Los ojos azules de la chica, inhibieron al muchacho de realizar cualquier actividad que no fuera trabajar y atender en clase, ya que, afortunadamente para la pedagoga, Laura era una alumna tranquila y estudiosa.
Miguel llegó a sentir devoción por ella, y trató de cumplir efectivamente el papel de buen chico para obtener su amor. Era como si las cosas, el universo todo hubiera adquirido nuevos colores y matices, pero, claro, no todo era maravilloso y de un etéreo color rosa. Miguel descubrió también el furor de los celos y la angustia de la ausencia, y si bien estos sentimientos no estaban impregnados aún
de una sexualidad consciente, sirvieron para que el muchacho comenzara a desarrollar una práctica de autoanálisis bastante precoz, que le sirvió para soportar el alejamiento, la familia de Laura debió trasladarse al interior
Por un par de años no supo de ella, hasta que consiguió su número telefónico y decidió llamarla. Habló con Laura y mantuvo una conversación superficial con una desconocida: aquella persona no era "su" Laura. Posteriormente debió admitir que el tampoco era el mismo de un par de años atrás.
Su experiencia amorosa trunca dejó un vacío considerable y Miguel se acercó entonces a la música, un amigo le enseñó los acordes básicos en guitarra y comenzó a sacar las secuencias de acordes de algunas canciones de los Beatles. Que,
debo admitir, por un largo tiempo no sonaron exactos. Además fue dejando de leer los libros de la infancia y los reemplazó por libros "adultos". Leyó "El viejo y el mar", algo de Whitman, Ginsberg, Rimbaud y Machado, sus lecturas eran completamente eclécticas. Su método de elección comenzó siendo completamente aleatorio: se paraba frente a la extensa biblioteca que había dejado su abuelo y elegía los libros por el color del lomo, el tipo de letra o simplemente por el título o el nombre del autor. No completaba la lectura de textos que lo aburrían, pero recordaba y podía fundamentar cada abandono.
Su padre tuvo que hablar con algunos progenitores de los compañeros de Primer Año de su hijo, el novel alumno se entretenía leyéndoles a sus inocentes hijos los fragmentos (para él) más significativos de "Trópico de Capricornio". Afortunadamente, quedó aclarado que todo no era más que un malentendido, Miguel no había tenido ninguna intención perversa y el episodio sólo era el resultado de las lecturas desordenadas que acostumbraba hacer.
A partir de entonces comenzamos a compartir lecturas y charlas, y contó con mi completo apoyo cuando decidió editar una revista con algunos de sus amigos, confieso que me divertí bastante durante las reuniones del consejo de redacción, cuando trataban de discutir democráticamente los materiales a incluir en cada número. Más de una vez tuve que intervenir como moderador para evitar que la discusión terminara a las trompadas o en medio de vasos voladores.
En una de esas reuniones conocí a Sebastián, un pibe que llegó a convertirse en uno de los amigos más cercanos de Miguel. Era alto y robusto, dueño de una tranquilidad extrema. La primera impresión al verlo era que uno estaba frente a un tipo no muy inteligente, impresión producida, quizás, por la mandíbula cuadrada y la expresión adormecida de sus ojos. Llegué a olvidar casi completamente su presencia durante la reunión, hasta que con una frase de no más de cuatro palabras destruyó la formulación que otro de los pibes había demorado más de cinco minutos en exponer. Además, con el tiempo, noté que su inteligencia era aguda en la crítica pero fallaba en el momento de establecer propuestas alternativas, entonces era como si repentinamente perdiera completamente la fe, supongo que por autocriticarse con la misma ferocidad.
Sebastián hacía un buen par con Miguel, que muchas veces no dudaba en plantear los proyectos más delirantes o arriesgados sin medir las consecuencias. Pero, a pesar de la moderación que Sebastián como miembro del consejo de redacción, y yo como apoyo logístico y ocasional financista intentamos dar a la publicación, no pudimos evitar que uno de sus más importantes colaboradores se metiera en problemas.
A pesar de no ser una revista escolar, tenía a la mayoría de sus lectores entre chicos que cursaban el secundario, unos cien, y parte de esos cien iban a la misma escuela que Miguel y Sebastián, allí se había producido un cambio de autoridades y la nueva directora se propuso establecer ciertos cambios en el manejo interno.
Según Miguel, la recién llegada señora no se proponía cambios de fondo en la organización de la escuela, sino acometer aquellas actividades que supusieran una espectacularidad tal que le impidieran pasar inadvertida. Para él eran sólo una forma que tenía la mujer de decir: "Aquí estoy yo, tengo poder y lo ejerzo!".
Algunas variaciones fueron molestas pero toleradas, aunque cada vez con mayor resistencia por parte de los alumnos, hasta que se le ocurrió restaurar la formación matinal para el izamiento de la bandera, canción "Aurora" mediante.
Entonces Miguel llegó a la conclusión de que ya no podía mantenerse callado y escribió una nota para ser publicada en la revista. A pesar de las reservas que se plantearon, consiguió imponer su criterio y la nota fue publicada en el número de
Julio. El escrito era bastante bueno: hablaba de simbolismos que no modificaban nada, de exhibicionismo gratuito ante la falta de capacidad para modificar concretamente las cosas y de absurdos simulacros de cambios.
La revista circuló, como los números anteriores, dentro de la escuela, y, obviamente llegó a manos de su máxima autoridad. La Señora Directora reaccionó con furia ante las críticas planteadas por el autor de la nota, que fue convocado
rápidamente a su despacho. No hay testigos del diálogo, sólo existen las versiones parciales de la Señora Directora y Miguel, que si bien tienen enfoques disímiles, pueden ser complementarias y hasta coincidentes.
Señora Directora: "No puedo permitir la circulación de este tipo de escritos dentro del establecimiento, socavan todas las medidas que estoy tomando para crear un ámbito de trabajo y estudio convenientemente ordenado y con claras normas de disciplina. Tampoco puedo dejar que el autor de la nota permanezca impune, mi intención y mi deber es separarlo de la Institución inmediatamente y darle el pase a otro establecimiento, pero teniendo en cuenta sus calificaciones y capacidad, se me ocurre otra posibilidad que puede ser conveniente para todos. Si el alumno se retracta públicamente y por escrito de los conceptos vertidos en esa desdichada nota, podrá permanecer en la escuela, después de todo, la juventud es la etapa indicada para cometer errores, no es así? (sonrisa seductora)."
Miguel: "Esa vieja es una autoritaria de mierda, una fascista! Yo le propuse que respondiera con otra nota en el próximo número de la revista y me contestó que no podía rebajarse a polemizar con mocosos insolentes. Además me dijo que la única oportunidad que tenía para evitar la expulsión era arrepentirme por escrito, cosa que no pienso hacer ni en pedo, yo me voy de este colegio de mierda!".
Sebastián intentó hacer una movilización para defender el libre derecho a la expresión en general, y para evitar la expulsión de su amigo en particular. Su convocatoria no tuvo mayor éxito, respondieron a ella unos pocos pibes, ya que la mayoría, presionados por sus padres o lo que es peor aún, sintiéndose completamente ajenos, decidieron abstenerse de cualquier participación. Entonces Miguel le pidió a Sebastián que se dejara de joder, porque si las cosas seguían así iban a expulsar a unos cuantos más, y además aun cuando consiguieran que él pudiera quedarse, no pensaba permanecer callado y todo el esfuerzo habría sido totalmente inútil.
Miguel pasó a una escuela estatal donde conoció a un par de chicos seguidores de Dolina y absolutamente locos por Pink Floyd y Van der Graaf. Sus padres, después de las reprimendas y reproches que suponían se esperaba de ellos como tales, olvidaron pronto el episodio ante la rapidez con que Miguel se adaptó a su nuevo ambiente.
Pero para el chico las cosas no habían sido tan ligeras, algo había cambiado en su percepción del mundo y en la forma que este estaba organizado. Porque si bien no ignoraba las injusticias y el autoritarismo que se practican a diario,
esa fue la primera vez que los experimentó profunda y conscientemente. El episodio le sirvió además para discriminar actitudes y formar un cuadro más o menos claro de lo que podía exigir o esperar de las personas más próximas. Confirmó su impresión de que sus padres no comprendían cosa alguna y comprobó que varios de sus amigos y amigas sentían por él una amistad acotada. Entre estos hubo un excepción notable: Graciela,
una chica pequeña y tímida; pasado un tiempo después de la expulsión lo fue a visitar y le confesó que le hubiera gustado participar de la movilización para evitar que él se fuera, pero sabía que si sus padres se enteraban que tenía algún problema en el colegio la castigarían severamente. Por la forma en que lo extrañaba desde entonces, creía que habría sido necesario correr ese riesgo. Miguel se quedó completamente aturdido, sólo se le ocurrió abrazarla y decirle que siempre la había considerado una buena amiga.
A pesar de este resarcimiento afectivo, se pasó un buen tiempo meditando sobre las dificultades para intentar ser libre y sincero, y como este esfuerzo no le importaba a demasiada gente. Todos se habían quejado de las actitudes de la
"vieja", pero cuando a él se le había ocurrido criticarla abiertamente se había quedado casi solo. Fue la primera vez que creí que debía decirle algo parecido a un consejo (actitud que siempre detesté) y si bien no le endilgué ningún discurso optimista, le dije que su actitud era valiosa para mí y varios de sus compañeros, y que difícilmente podía llegar a ser plenamente lo que quisiera ser si no se bancaba esas cosas.
Realmente no sé con qué derecho le hice ese comentario, yo no tenía autoridad moral alguna. Había renunciado a muchos de los principios que veía reflejados en Miguel como actitudes meritorias.



LA BANDA.


Por esa época comenzaron los ensayos de la banda: Miguel había comprado una Stratocaster y estaba dispuesto a formar un grupo que reivindicara la herencia musical más "dura" de fines de los sesenta y principio de los setenta, entre sus mentores estaban THE BEATLES, PINK FLOYD, THE DOORS, JIMI HENDRIX Y KING CRIMSON. Se juntó con un par de sus nuevos compañeros de colegio: Ariel en la batería y Ulises en el bajo, un tiempo después se les unió una chica que tocaba teclados, María.
Cuando comenzaron, ninguno de ellos era muy buen instrumentista (a excepción de María) pero hacían una perfecta combinación. Se largaban a zapar durante horas sobre bases rítmicas y melodía mínimas, y a menudo perdían completamente toda noción de tiempo y espacio sumidos completamente en la música. Si bien conscientemente no tenían claro lo que buscaban, se producía un raro efecto de retroalimentación cuando tocaban juntos.
Mi compromiso con la banda fue aumentando gradualmente, como me había ocurrido anteriormente con la revista (que dejó de salir en su séptimo número) y de a poco fui conociendo a sus integrantes.
María venía de una familia de clase media que había experimentado un rápido crecimiento económico gracias a los negocios paternos. Sus padres habían descubierto tempranamente en ella una gran capacidad musical y la habían enviado a una profesora de piano. Con el tiempo se fueron afirmando en la ambición de que su hija sería concertista de piano, especialmente su madre, que aspiraba utilizar este objetivo como un medio para legitimar su ascenso social y ocultar sus orígenes humildes (miserables casi). Todo fue bien para ellos hasta que un compañero de curso en el conservatorio decidió terminar abruptamente su carrera volándose la cabeza con un disparo de treinta y ocho. María supo que si bien esa muerte no apuntaba directamente a ella, no estaba completamente ajena al campo de mira, y la llevó a replantearse todo lo que había sido su vida hasta entonces. Y por primera vez tomó una decisión que sintió plenamente suya: abandonar su incipiente carrera.
El conflicto familiar no fue menor, pero María persistió en su posición y el padre la conminó a conseguirse un trabajo. La madre guardó silencio consintiendo en un castigo que consideraba ejemplificador y que quiza revirtiera la decisión que frustrara su intento de figuración social. María consiguió trabajo como recepcionista en un consultorio médico, y consiguió ahorrar el dinero suficiente para comprarse un teclado midi y un pequeño amplificador, casi inmediatamente se unió a la banda. Demás esta decir que la desilusión de su madre fue mayúscula.
Ulises era hijo único de una familia modesta que vivía de la explotación de una verdulería de barrio, su padre la había alentado desde chico a disfrutar de la música (Había sido un asiduo concurrente a los recitales de rock de principios de los setenta y era un devoto de Spinetta y los Beatles) y había acordado con su hijo que lo apoyaría con el grupo en todo lo que pudiera siempre y cuando tuviera una actuación responsable en la escuela secundaria. Así le había conseguido un bajo Faim y un amplificador Decoud valvular de 120 watts.
Ariel era hijo de divorciados y vivía con su madre, asistía a un colegio nocturno donde con gran habilidad había conseguido evitar repetir alguno de los cursos. Ampliamente odiado por sus vecinos debido a sus intensivas prácticas de batería, iba recuperando poco a poco sino su estima al menos su indiferencia a partir del momento en que los ensayos de la banda comenzaron a realizarse en uno de los garages de la casa de Miguel.
Todos se habían comprometido profundamente con la banda y contrariamente a lo que ocurre con la mayoría de los grupos constituidos por pibes, que casi inmediatamente quieren presentarse en vivo, ellos decidieron ensayar diariamente durante seis meses antes de enfrentarse al público. Tocaban temas propios, la mayor parte compuestos por María, Ulises y Miguel, las letras eran escritas por Sebastián, que si bien era completamente nulo para la interpretación de instrumento musical alguno, contribuía a crear la onda de la banda. Luego de horas de discusiones consiguieron elegir el nombre de la banda, que tomaron de un tema de Jimi Hendrix: Niebla Púrpura.
Miguel asumió casi naturalmente el papel de líder, pero raramente más que por fijar claramente un rumbo, por conseguir que dos personalidades musicales tan opuestas como María y Ulises consiguieran armonizar en un proyecto común. Aunque era importante además su contribución como primera voz y guitarra.
Lentamente me fui convenciendo de que realmente podían ser un grupo fuerte, y comencé a recuperar un entusiasmo que no experimentaba desde mis veinte años, los ayudé a conseguir su primer contratación en un boliche del centro de Quilmes, propiedad de un conocido mío. El tipo era un comerciante interesado exclusivamente en ganar dinero en forma rápida: obviamente propuso darle parte de la consumición de los concurrentes a la presentación de la banda siempre y cuando ellos aseguraran la venta de no menos de cincuenta entradas, y sólo recibirían dicho porcentaje si los asistentes superaban esa cifra. Les dije claramente a los chicos que la propuesta era una basura, pero ellos insistieron en que estaba bien, ellos estaban seguros de conseguir más de cincuenta asistentes, y además no tocaban por la plata... les dije que esperaba que no siempre fuera así.
Tocaron por primera vez en público un sábado a las tres de la mañana ante un público de más de cien personas, entre las cuales, obviamente, no había conseguido arrastrar a mi mujer (en realidad no había hecho demasiado esfuerzo en convencerla). Yo me sentía fuera de lugar en aquel ambiente que exhibía un tono juvenil descarado, no podia dejar de sospechar que más de uno se estaría preguntando : "Qué hace este viejo acá, no se da cuenta de que ya es demasiado tarde para seguir haciéndose el pendejo". Pero cuando la banda empezó a tocar toda mi atención se concentró en la actuación y en la reacción de la gente que la escuchaba. Más de uno se sorprendió ante la potencia del sonido, y cuando Miguel comenzó a cantar las palabras de Sebastián los más grandecitos se quedaron sorprendidos ante la similitud con el tono y la poesía de Spinetta, y totalmente perplejos ante el giro que tomó el tema cuando Miguel comenzó a rugir como Hammill o Gabriel. Pocos aplaudieron cuando terminó el primer tema, fue como si súbitamente se hubieran despertado de un sueño profundo. Los chicos siguieron casi inmediatamente con un rock and roll furioso, y los que estaban en las primeras filas comenzaron a bailar pogo. Desde ese momento y durante los siete temas que siguieron el clima fue casi tan festivo como el de los recitales de los Redondos en los que yo había estado allá por el '76 cuando eran casi la única posibilidad de celebración.
Hicieron un par de bises y bajaron del escenario exultantes, sus amigos más próximos se acercaron a ellos para besarlos y abrazarlos. Eran más de las ocho de la mañana cuando llegué a mi casa, feliz, agotado y semiborracho. Ya entrada la tarde fui despertado por mi mujer, quien sin mucho agrado me anunció que Miguel me buscaba.
Bajé como pude hasta el living intentando despertarme, Miguel estaba parado frente al equipo de música mirando la colección de compacts. Cuando me oyó, se volvió y luego de observarme atentamente. comentó: - Me parece que ya no estás para este tipo de vida...
- Callate, mocoso, qué sabrás vos...
Me senté en un sillón y me divertí observando cómo dudaba antes de preguntarme. - Y?-lo alenté.
Sonrió confuso. - Si sabés lo que te voy a preguntar por qué no lo decís?
- Porque no lo preguntaste.
- Está bien, te lo pregunto, qué te pareció?
- Estuvo muy bien. Realmente muy bien, sonaron como
la puta madre...
- Claro que tu opinión no es objetiva...
- Vos me preguntaste cómo fue la actuación, si me pedís que haga una crítica objetiva también la puedo hacer...
- Hacela, entonces.
- Cuando empezaron la batería tapaba casi completamente al teclado, al segundo tema la cosa se mejoró. El sonido del bajo fue potente pero pastoso, sonaba bien como base pero se perdieron casi todas las partes melódicas y los armónicos. Vos chingaste un par de notas en el solo del blues... querés que siga? -le pregunté con una sonrisa taimada.
- Sí, claro. -me respondió decidido.
- Ah, te hacés el valiente... no, no hay nada más...o al menos yo no percibí nada más...
- Ves, aún sigo vivo... y la verdad que te agradezco la crítica, es bueno saber eso ante de que vengan los chicos...
- Qué?
- Les dije que nos encontrábamos aquí a las siete. Sabés lo que pasa, en casa están mis hermanos con sus amigotes, y en las casas de María y Ariel no se puede nada...
- No hay problema, no te preocupes... -lo tranquilicé pensando que a Mirta no le causaría mucha gracia si la intromisión de los pibes duraba mucho en lo que consideraba "su" casa, un territorio que siempre había considerado de su
exclusiva propiedad a pesar de que YO la había pagado.
Llegaron todos juntos y casi inmediatamente María sacó un paquete de su bolso y me lo ofreció. - Tomá, esto es para vos, nos costó conseguirlo, pero te lo merecés...
Sorprendido, abrí el paquete, era un compact de Jimi Hendrix: "The psycodelic voodoo child", una recopilación de cintas que no habían sido editados anteriormente. Me sentí conmovido y no supe qué decir.
- Esperamos que con este, tu colección quede completa... -comentó Sebastián.
- Les agradezco mucho pero no era necesario, bueno pero siéntense, siéntense...
Se sentaron y comenzaron a hablar sobre el concierto.
Rechazaron la invitación a cenar y se fueron a comer a una pizzería, cené casi en silencio con Mirta, que prontamente se fue a dormir, yo me quedé en el living escuchando el compact que me habían traído. Cuando terminó me quedé largo rato sentado en el sillón pensando, no podía dejar de preguntarme qué era lo que me acercaba a los chicos y cuales eran las diferencias que nos alejaban, más allá de la cronología. La música era un nexo evidentemente muy poderoso, de hecho ellos estaban descubriendo gran parte de la música que yo había escuchado apasionadamente a partir de mi adolescencia, lo que nos diferenciaba profundamente era su completa ignorancia y desinterés por cuestiones políticas; ahí se hacía evidente la diferencia entre los principios de los setenta y los de los noventa. Claro que yo tampoco había estado muy cómodo en aquellos años, tironeado entre los "militantes" que criticaban mi interés por la música como una "distracción burguesa" y los rockeros que me echaban en cara mi interés por la política afirmando que aquellos tipos eran todos iguales.
De todos modos no podía dejar de admitir lo que sentía cuando estaba con los chicos, era como si recobrara parte de la energía que me había abandonado después de los veintitrés cuando las circunstancias me obligaron a "Normalizarme". Me dije que no podía dejar que aquel entusiasmo me hiciera olvidar la distancia que mediaba entre nosotros, al fin y al cabo la relación no era igualitaria, era una relación ambigua que no terminaba de definirse entre una amistad y una relación de paternidad ortopédica. Me fui a dormir cuando concluí que todos aquelllos análisis racionales no debían impedirme disfrutar lo que estaba viviendo.
Dormí sin sueños y, extrañamente me desperté de buen humor, ya en la oficina se me ocurrió una idea que me deslumbró: volver a escribir. Rápidamente la descarté argumentando que me había dejado influir demasiado por los chicos, pero
estuvo rondando mi cabeza todo la mañana impidiéndome analizar las cuentas de mis clientes como correspondía. Hacia el mediodía decidí afrontar la idea plenamente, muy bien, podía volver a escribir, perfecto, pero sobre qué escribiría? Mucho tiempo
había pasado desde que había escrito el último cuento, además a pesar de que en aquella época había dedicado bastante esfuerzo a la labor literaria el producto resultante no había tenido una calidad demasiado elevada que digamos. Claro que me había servido para tener cierta presencia y digamos, alguna figuración entre el ambiente universitario. Figuración que me hizo pegar mis buenos sustos a partir del '76, y que obligó a mi viejo a recurrir a su odiado hermano para que yo permaneciera con vida en aquellos momentos y a mí a abandonar las Humanidades y dedicarme a las Ciencias Económicas. Era exactamente entonces cuando había decidido que ya nunca más escribiría, quizá no fuera casualidad que al año me detectaran la ulcera. Fue como caer en un pozo, dejé de ver a la mayoría de las personas que frecuentaba, supe que muchos de ellos se habían exiliado y otros tantos habían desaparecido, me obligué a olvidarlos, a todos ellos. Pero aparecieron permanentemente en mis sueños durante todos aquellos años, hasta que al fin me atreví a admitir lo mucho que los extrañaba y cuanto me angustiaban sus destinos... de todos modos nunca más volví a ver a ninguno de los sobrevivientes cuando comenzaron a regresar a partir del '84, consideré que constituían parte de una etapa de mi vida completamente clausurada. Volver a escribir sería reabrirla y consideraba que nada bueno podía obtenerse de aquella acción. Pero aún así la idea de escribir insistía en permanecer, entonces me dije que aún cuando lo hiciera mi escritura no interesaría a nadie, estaba completamente fuera de moda. Cómo escribir una literatura en los '90 que reivindicara los principios postulados por Sartre en "Qué es la literatura?"? Cómo intentar narrar una historia que no remitiera a la misma construcción de la historia? Además, para quién escribir en estos tiempos de analfabetismo consentido y promocionado? De qué modo escribir para caer bien en los círculos que se postulan como los referentes de la literatura en la Argentina de los '90, cómo abandonar mi tono dramático para adecuarlo a la frescura, a lo cool del momento? Cómo adecuar mi antigua modernidad a la suave postmodernidad reinante, como si la muerte no existiera para ninguno de nosotros? Demasiadas preguntas, demasiados interrogantes para justificar mi incapacidad para decidirme a escribir.
Habiendo comprobado que no podía tomar ninguna decisión al respecto, decidí volver al trabajo, los números me produjeron, como era habitual, un efecto anestésico gratificante.
Por la noche fuimos a cenar con una pareja amiga, al menos así siempre había caracterizado Mirta a ese par de individuos, en un restaurant "de onda" en Recoleta, la comida hubiera sido excelente si el macho de la pareja no hubiera insistido con tanta vehemencia en las dificultades que tenía, para él dramaticas, de acceder a un automóvil japones y la hembra en sus proyectadas cirugías estéticas. Le pedí a Mirta que manejara de regreso, había actuado bastante bien ocultando los efectos de la borrachera dentro del restaurant, e inclusive llegue a demostrar ciertos razgos de simpatía ante aquellos tipos, pero no me sentía capaz de conducir sin incidentes hasta Quilmes.
A la mañana siguiente, luego del desayuno, se me ocurrió que podía escribir sobre la banda, pero inmediatamente se me ocurrió que ellos estaban demasiado próximos a mí para poder utilizarlos como personajes en una narración
, quizá la palabra "utilizarlos" sea demasiado fuerte pero es correcta en el sentido de que yo, al escribir, sobre ellos emitiría un juicio y en cierto modo estaría evaluando sus acciones a partir de mi subjetividad. Un texto que hablara sobre ellos congelaría mi imagen ante los demás. Pero eso hubiera sido únicamente si yo intentara escribir para ser leído, cuando en realidad lo único que realmente me interesaba era demostrar mi capacidad para narrar una historia. Aún así, si en mi relación los enfocaba como personajes de una novela no estaría secretamente modificando la relación con ellos? Pero, por otra parte podría escribir sobre alguna otra cosa?
Me dije que la crisis de los cuarenta me estaba pegando muy fuerte y tenía que dejarme de joder con todas esas boludeces seudointelectuales.



Miguel II.

Algunas noches, después de los ensayos, Miguel venía a mi casa y nos tomábamos una cerveza comentando las novedades del día.
Una noche de Abril, con los pies apoyados en el guardafuego de la chimenea y un vaso de cerveza en la mano izquierda, me preguntó - Vos sos ateo, no?
La pregunta me sorprendió, jamás habíamos hablado de esas cosas, yo siempre había considerado ese asunto como un supuesto tácito.
- Sí, claro.
- El abuelo Euderio también lo era... sabés, estuve buscando en la enciclopedia de Historia y leí algo sobre la Guerra Civil Española, me enteré que la República le dio duro a la iglesia, y el abuelo peleó para la República... y vos por qué sos ateo?
- No sé, poco a poco fui dejando de creer hasta que un día me di cuenta que la religión era para mí algo inexistente...
- Pero entonces vos antes creías...
- Sí, yo fui bautizado, tomé la comunión y fui a unas cuantas misas...
- Mi situación es diferente, yo nunca creí, no fui bautizado, ni etcétera... Entonces a que viene tu pregunta?
- Che, no te habrá jodido no?
- No, para nada, me interesa saber que te llevó a preguntar eso.
Miguel se echó el largo mechón de cabello oscuro que caía sobre la frente hacia atrás y explicó - Lo que pasa es que se me ocurre que si no hay trascendencia, sino hay algo más allá, sino hay algo absoluto, sino existe algo que resista el paso del tiempo, todo es gratuito, todo vale lo mismo...
Tomé un sorbo de mi cerveza y dije - Puede ser que planteado racionalmente sea así, pero vos hacés estas consideraciones cuando actuás cotidianamente? Quiero decir, a vos te da lo mismo, digamos, estar en una clase de química que tocar con el grupo?
- No, claro que no me da lo mismo, pero lo que planteo, precisamente, es: por qué no me da lo mismo? Qué hace que yo me apasione por tocar, qué es lo que busco con eso y qué justifica mi elección?
- Qué, no van bien las cosas? -pregunté.
- Está todo bien, por qué me preguntás eso?
- Porque generalmente uno se hace ese tipo de planteos cuando encuentra alguna dificultad en lo que está haciendo...
- Yo me copo con lo que hago...
- Pero...
Miguel sonrió y explicó - Pero a veces cuando terminamos de tocar y los chicos se van, me quedo solo en el garage y me pregunto para qué hacemos eso... es como si el silencio y el cansancio produjeran un gran vacío...
- Entiendo. -Era una sensación que yo experimentaba cuando terminaba el trabajo del día y todos los empleados se iban, dejándome solo en la oficina.
Miguel se incorporó y puso un compact de the beatles , luego explicó - Es el mejor disolvente de estos climas.
Escuchamos el compact, vaciamos la botella de cerveza, entonces él se incorporó - Bueno, mañana nos vemos, chau.
Aquella noche tarde mucho en poder dormirme. No podía dejar de preguntarme qué cosas justificaban mi vida y no quise recurrir al whisky porque sentía que era una pregunta que no podía seguir evadiendo. Finalmente debí concluir que
eran precisamente Miguel y los chicos de la banda, quienes me daban una razón para seguir. Mi mujer roncaba a mi lado sin demostrar su desacuerdo.


La Banda II.

Dos semanas después de la primera presentación Niebla Púrpura volvió a actuar en Quilmes, se había corrido la voz de que era "una banda grossa" y habían concurrido una gran cantidad de pibes que no eran amigos ni conocidos de la banda. Los chicos estaban bastante nerviosos porque consideraban que era la primera presentación seria, y además porque se sentían en la obligación de sonar mejor que la vez anterior. Yo me había sentado a una de las mesas a la izquierda del escenario y estaba, creo, un poco menos nervioso que ellos.
Cuando la banda salió a escena, muchos asistentes continuaron ocupados en sus asuntos, un par de borrachos estaban comenzando una pelea con cierto desgano, me dieron ganas de cagarlos a trompadas. Pero cuando sonó el primer
acorde, se dejaron de joder y comenzaron a mirar extasiados hacia el escenario. Nuevamente se repitió el rito, una presencia muy potente parecía materializarse en el escenario cuando los pibes se largaban a tocar, una presencia que exigía vehementemente toda la atención. El pogo se hizo tan intenso en el último tema que el dueño del boliche comenzó a observar con preocupación la acción de sus parroquianos. Afortunadamente para sus intereses económicos, nada fue roto y cuando el grupo terminó de tocar, muchos se dirigieron hacia la barra para apagar la sed que les había traído la danza.
Cuando la aglomeración disminuyó un poco yo también me acerqué a la barra y pedí un vodka, me quedé allí esperando que vinieran los chicos. Al primero que vi fue a Miguel que trataba de acercarse en medio de las felicitaciones de un montón de pibes, me vio y me saludó con una sonrisa. Cuando ya estaba junto a la barra una chica se le acercó y comentó a su espalda - Realmente es impresionante lo que aprendiste de Hendrix...
Miguel se dio vuelta sorprendido y se encontró con una chica alta, delgada, de pelo negro y grandes ojos azules.
- Creo... creo que algo aprendí... -alcanzó a balbucear.
- Aunque tampoco hay que olvidar los toques de Fripp...
Miguel se quedó mirándola sorprendido, luego pregunto. - y vos como sabés todo eso?
- Mi viejo me dejo un montón de discos.
- Aparte de mis influencias en guitarra, me gustaría saber qué te pareció la banda?
- Sonaron muy bien, la chica que toca teclados se toca todo...
- María es muy buena. -confirmó Miguel con entusiasmo.
Vi como el rostro de la muchacha se endurecía.
Miguel, sin que mediara palabra, aclaró - Además es una excelente amiga.
- Claro. -aceptó la chica y su rostro se distendió con una sonrisa.
- No estamos en igualdad de condiciones, vos sabés que me llamo Miguel, pero yo todavía no se tu nombre...
- Alejandra.
- Hola, Alejandra. -saludó Miguel, a quien el éxito de su segundo concierto y el par de cervezas que había tomado parecía habersele subido rápidamente a la cabeza, besándola en una mejilla.
- Hola, Miguel. -respondió Alejandra también besándolo.
Sebastián, que se había acercado hasta ellos, comentó. - Y para mí no hay nada?
- No. -respondió Miguel y luego dirigiéndose a Alejandra, explicó - Te presento a Sebastián, él es nuestro letrista.
- También podrías decir: "Nuestro Pete Sinfield". -comentó Alejandra luego de besarlo.
Sebastián se quedó atónito mirándola.
- Ah, tendría que haberte aclarado que es rara. -explicó Miguel sonriendo.
Alejandra rió.
- Bienvenida a bordo. -la saludó Sebastián.
Los tres se acercaron a la barra. Miguel continuó con las presentaciones, yo fui caracterizado como "Nuestro mecenas y el más antiguo de mis amigos". Pude ver el rostro de Alejandra de cerca y quedé impresionado con sus ojos, o tal vez deba decir con su mirada, tenía una intensidad y una potencia similar a la de Miguel, una voracidad brillante. Pozo donde el mundo parecía ser absorbido vertiginosamente.
De inmediato noté cómo naturalmente Alejandra y Miguel trataban de no apartarse uno del otro.
Al día siguiente, los chicos decidieron charlar sobre la actuación como lo habían hecho anteriormente, pero esta vez decidieron reunirse en la sala de ensayos. Obviamente fui invitado, y la fijaron para las siete y media de la tarde quitándome la posibilidad de una excusa laboral creíble para no asistir. Todos estaban contentos y excitados, y reinaba un clima entusiasta al que era difícil sustraerse.
María dijo que esa misma mañana se le habían ocurrido un par de melodías y de inmediato las comenzó a tocar en el teclado. Todos escuchamos en silencio y cuando terminó, Ulises dijo con voz afeminada - Ay, son tan lindas, tan dulces, no pensaste en vendérselas a Eddie Sierra?
María respondió - Vos jodé, que ya a venir Pappo a cobrarte derechos de autor por todos tus rocanroles, loquito...
No pude evitar reír, Ulises me miró un tanto compungido y me preguntó - Che, se nota tanto?
- Peor sería que se notara tu devoción por Roxette. -comentó Sebastián maliciosamente.
María y Sebastián rieron, Ariel, que aún no terminaba de comprender la relación entre ellos, se limitó a sonreír.
Miguel, que se mantenía al margen de la conversación, nos sobresaltó tocando la introducción de "Voodoo Child"
- Eh, pará loco. -gritó Ulises - Vinimos a conversar sobre lo de anoche...
- Pero, viejo, todos joden y al único que retan es a mí. -respondió Miguel fingiendo tristeza.
- La que empezó fue María. -explicó Sebastián sonriendo.
- Bueno, basta viejo, le estamos haciendo perder el tiempo a una persona mayor. -pidió Ulises señalándome.
- Por qué no te vas a cagar? -le pregunté amistosamente.
- No, en serio, dejémonos de joder y hablemos de lo de anoche. -pidió María seriamente.
- Es que seguramente Miguel no va a dar detalles -dijo Sebastián desilusionado. -...y a mí me encantan los detalles...
- La verdad que está muy buena la flaca. -aceptó Ulises.
- Che, a ver si hablan con un poco más de respeto de mi futura novia.. .-pidió Miguel.
- Ah, varón... -se burló Sebastián.
- Qué seguridad que te tenés. -comentó escéptica María.
- Es que siempre fue un duro con las mujeres y eso las vuelve locas... -explicó Sebastián.
- Vamos a hablar o no de nuestra actuación musical, aclaro, de anoche? -preguntó Miguel cuidadosamente
- Sí. -respondió decidido Ariel. - Yo empiezo, el retorno fue bastante bueno, el bajo se escuchaba claro y fuerte, la guitarra y el teclado no tenían el volumen suficiente en los solos pero las voces se escucharon una barbaridad durante toda la actuación, y yo, por mi parte me equivoqué en tres compases.
Todos se quedaron mirándolo sorprendidos por la claridad y concisión de su comentario, supe que hasta el momento lo habían subestimado.
- Coincido con Ariel. -afirmó Sebastián.
- Yo, sinceramente, debo confesar que un par de veces abusé del volumen en las partes rítmicas... - se acusó
Miguel.
- Yo toqué como los dioses. -confesó María riéndose.
- Claro, porque tu formación clásica te lo permite... - ironizó Ulises y luego, hablando con seriedad por primera vez en la noche - ...admito que yo también perdí el tiempo en dos o tres compases, pero no se si fue porque no oía bien o por el terror que me sigue dando tocar en público...
La banda giró por el sur del conurbano y llegó a conmover en lugares tan disímiles como Lomas de Zamora y Florencio Varela. La relación que se establecía en escena entre ellos y el público es algo difícil de explicar, porque, a mi entender, excedía la música y la lírica de sus canciones.
Yo me vi inmerso en esa ola discutiendo contrataciones en lugares diversos con gente de catadura variada. Compré una cámara de video y grabé cada una de las actuaciones, me animé inclusive a manejar la consola de sonidos sin hacer ningún desastre evidente cuando fue necesario.
Entonces me sentí plenamente vivo, entero, como no recordaba haber estado desde mucho tiempo atrás. Y había en todo eso una gran carga de orgullo "paterno", ahí estaba Miguel luchando por hacer ciertos parte de los sueños en los
que yo había creído. Su liderazgo entre los chicos del grupo seguía siendo indiscutido, aunque María, Sebastián y Ulises aportaban cada vez más nuevas ideas al proyecto.
Una nota aparecida en el suplemento "joven" de un diario de la mañana comentando la actuación de "Niebla Púrpura" desató una pequeña tormenta en la banda. Miguel , raramente, llegó temprano en la mañana a la oficina, Betty
me anunció su presencia por el intercomunicador y lo recibí en mi estudio. Estaba completamente alterado. - Leé esto. -me dijo sin saludarme y me extendió la página correspondiente. Leí la nota rápidamente y me quedé mirándolo.
- Qué te parece? -me preguntó nervioso.
- Es una opinión, tan válida o inválida como cualquier otra....
- Pero leíste bien lo que escribió esa hija de puta? Guitarrista efectista y vacío, una primera voz que le debe demasiado a Spinetta, letras grandilocuentes y confusas...
- Sí, sí, lo leí, Miguel... pero por qué no te sentás?
Miguel se sentó.
- Podés escucharme con tranquilidad?
- Creo que sí.
- Bien, desde el momento que ustedes se largan a tocar en público tienen que saber que están expuestos a este tipo de cosas.
- Sí, pero...
- Esperá, dijiste que me ibas a escuchar.
- Está bien...
- Yo no quiero asustarte, pero van a tener que bancarse muchas cosas como estas y aún peores, son las reglas de juego...
- Pero la que escribió esa es una imbécil, cómo puede escribir que hay algunos temas que podrían ser buenos sino fuera porque su extensión es impropia de los '90?
- Yo no discuto la capacidad de apreciación musical
de quien escribió esto, lo que yo te digo es que ustedes, y en especial vos, no tienen que darle bola a este tipo de cosas...
- Pero cómo querés que no le de bola si este tipo de notas joden la carrera de la banda ?
- Convengamos en que eso es cierto, pero si ustedes están realmente convencidos de lo que hacen tienen que relativizar y ubicar estas cosas en el lugar que le corresponden, por otra parte van a tener que bancárselo porque la música que hacen esta bastante fuera de la corriente, y la extensión es uno de los parámetros más fáciles para detectar la diferencia, qué grupo toca hoy temas de ocho minutos?
- Entonces vos sugerís que nos tenemos que bancar los piedrazos sin hacer nada?
- Tanto como hacer nada, no, sin pensar demasiado se me ocurre que pueden hacer un tema jodiendo a esa mina, como creo que hizo Charlie Garcia con "Peperina"... no sé, es una idea...
Entonces sonó el teléfono y Betty me dijo que un cliente me estaba esperando. Le dije que lo hiciera esperar unos minutos.
Miguel se puso de pie y dijo - Disculpame que te viniera a joder a tu laburo pero estaba muy caliente...
- No es nada... y Sebastián cómo está?
- Redactando una carta insultante para esa estúpida.
- Veo que se dará cuenta que Niebla Púrpura es un grupo belicoso. -observé sonriendo.
- Eso espero, chau.
- Nos vemos.
Miguel se cruzó con el señor Alberti al salir, vi que mi cliente le dedicaba una mirada suspicaz.
- Buen día, Alberti.
- Cómo le va, Eduardo? -me respondió Alberti distraídamente.
- Siéntese.
Alberti se sentó en la butaca frente a mi escritorio, no pudo evitar preguntar - Es pariente suyo ese chico que salió?
- Un sobrino. -mentí
- Ah. -exclamó aliviado. - Ya me parecía que no era un empleado suyo, no se qué les agarra a esos chicos para andar con el pelo tan largo y los pantalones rotos...realmente no los entiendo, son irresponsables, descuidados...
Dejé que Alberti desahogara su incomprensión sin recordarle que la supuesta actitud de los chicos que él criticaba era la misma que él tenía respecto al pago de los impuestos, claro que vistiendo siempre elegantes trajes y con el escaso cabello que le quedaba impecablemente peinado. Dejé que concluyera su ramplón análisis sociológico y comencé a hablar de lo único que nos hacía coincidir.
Cuando Alberti se retiró me sentí profundamente indignado, la presencia de aquel individuo no había hecho más que potenciar la indignación que me había producido la lectura de la crítica de la banda. Si bien sabía que las cosas se manejaban habitualmente así, me sentía irracionalmente enfurecido. Hasta cuándo los idiotas se sentirían capaces de juzgar y condenar aquello que se veían incapaces de
comprender. La conspiración de los imbéciles nunca dejaría de ser una constante en la Argentina? Supe que estaba buscando en esa indignación una disculpa a mi mediocridad,
Yo había abandonado aquello en lo que creía amenazado por los mismos imbéciles, pero la persistencia en el abandono había sido una decisión mía. Lo que vetaba mi derecho a indignarme, claro, siempre y cuando no utilizara esa furia como ardid para distraerme.

Yo
Cuando me planteé sobre qué escribir, si es que realmente valía la pena reemprender esta actividad, mis razonamientos eran paralelos a la acción de la historia en las que estaba inmerso, cuando la acción se fue desarrollando descubrí entonces que los temas sobre los cuales podía escribir se me estaban planteando precisamente en el momento en que estaba viviendo. El poder en las relaciones cotidianas, el amor convertido en un tremendo instrumento de poder. La falsedad y la hipocresía establecidos como normas de vida, no podía menos que plantearme entonces la relación con mi esposa. Mirta, cuándo la había conocido? El momento cronológico era fácil de recordar, pero que del momento espiritual? Qué de esa instancia del alma cuando dos personas sienten que tienen que concretar la proximidad que sospechan? Quién había sido yo entonces? Quién había sido ella entonces? Sólo puedo hablar de lo que sospecho era yo, un fugitivo, alguien que trataba de borrar desesperadamente las huellas de sus propios pies, alguien que trataba de mimetizarse efectivamente con el entorno, buscando un refugio seguro. Un lugar donde poder pararse sin sentir que el piso se desplaza. Un refugiado. Entonces Mirta había dado la respuesta adecuada, a mí me había resultado útil entonces y yo había tomado lo que ella me había ofrecido. Durante un tiempo los dos habíamos creído que bastaba ese acuerdo para anular cualquier otro cuestionamiento, pero quién era ella entonces y qué buscaba. Podría ponerme cínico y deducir que ella sólo buscaba un buen candidato y una posición social desahogada, pero no puedo olvidarme que ella también corrió sus riesgos al acercarse a mí en ese aciago año 77. Escribir e indagar, aunque las respuestas no sean fáciles o no fluyan con la celeridad que uno espera, preguntarse por qué aquellos primeros años fueron tan intensos hasta diluirse en el tedio que hoy nos une. Mirta inmersa en sus reuniones sociales, sus tratamientos de belleza y su ropa, yo en mi trabajo y en una cada vez más estrecha amistad con la bebida. Yo sentía que me estaba salvando por los chicos, y ella, qué era lo que podíasalvarla? Era horroroso comprobar que vivía con una completa desconocida...pero hasta qué punto ese horror no era algo fingido? Cómo se puede pasar tanto tiempo en silencio, encerrándonos en nosotros mismos? Lo más triste o quizá lo mas feliz es que pasamos por ser una pareja ejemplar: no somos viejos y si bien los dos estamos llegando a los cuarenta conservamos un aspecto juvenil, que se explica en ella por su asidua concurrencia al gimnasio y en mí no tiene la menor explicación, claro que en nuestra gloriosa imagen hay una mácula que no puede ocultarse para confirmar nuestra imagen de pareja exitosa: no tenemos hijos...afortunadamente. Convivimos así en la tolerancia barnizada con algo de afecto sobreviviente de los buenos días, la pasión nos es algo completamente ajeno. Es una relación suave, de aristas gastadas completamente gris, que me hace recorrer con cierta añoza las páginas policiales que narran crímenes pasionalescon truculenta precisión. Donde al menos el odio se hace explícito y pierde gran parte de su hipocresía, porque no creo que toda esa cantidad de engaño puede agotarse en un acto por más violencia que contenga.
Cómo nos habíamos distanciado tanto? Qué mecanismos permiten que la gente potencie alguna de sus caracteristicas en determinado momento para obturarlas en otros? O es que las personas son siempre lo mismo por más Mascaras que intenten utilizar? Hay un núcleo irreductible en todas las personas que se forja cuando apenas comienzan a ser conscientes
y al que están condenadas a seguir el resto de sus vidas? Creo que es este un interrogante evidentemente freudiana, aunque se me ocurre que lo de evidente es un término excesivo, porque mis sospechas son parte de mi intuición que es casi completamente ignorante respecto a las formulaciones de Sigmund...sospechas que surgieron en mí en forma paralela a mi escritura, no puedo dejar de tener en cuenta que esta historia comienza con un capítulo titulado Miguel I, donde se narran espisodios de la infancia y la adolescencia de Miguel. Debo suponer entonces que esos episodios arrojarán luz sobre el resto de las acciones de esta historia. Por otra parte las impugnaciones de la historia no son más que un ardid para que la gente quede prisionera de su pasado, repitiendo siempre las mismas actitudes aunque crean que están en otra etapa de su vida. La impugnación falsa del pasado sólo puede determinar la vida de lagente condenándolos a la repetición de un esquema muy simple,la repetición de las heridas, del dolor, de las mismas acciones evasivas e ineficientes para evitar ese dolor. Aunque las máscaras cambien el rostro de piedra siempre es el mismo, quién cambia realmente asumiendo primeramente su real rostro, tratando de arrojar lejos de sí toda máscara, quién puede tener la seguridad de no estar utilizando máscara alguna?
En nuestro caso, Mirta y yo mismo habíamos utilizado las máscaras apropiadas en el momento apropiado y habíamos construido entonces la ilusión de una proximidad que era actuada, necesitabamos superar la soledad en la que estábamos inmersos, y el simulacro del amor era entonces una medicina eficiente. Habíamos sido funcionales uno al otro con un buen acople sexual y una agradable presencia pública.
Y ahora la proximidad de un artista como Miguel no hacía más que volver a formular las mismas preguntas que yo había descartado por considerarlas propias de una etapa superada, propias de un espíritu inmaduro...Sabía Miguel los riesgos que correría, sabría de la molestia su presencia provocaría en determinadas personas? Todo artista es un perseguidor, bien lo había puesto Cortazar en el perseguidor, Luca lo supo todo el tiempo que estuvo en Argentina y quizá antes...
Me preguntaba si Miguel estaría dispuesto a afrontar todos los riesgos de ser un auténtico artista, los riesgos que yo no había sido capaz de asumir...el riesgo del vacío y la so ledad ante el planteo de interrogantes que joden a la mayoría?


La crisis.
Parelamente al desarrollo de la banda, y tal vez no casualmente, se afianzó la relación entre Miguel y Alejandra que pronto se mostró ante los demás como un amor profundo yapasionado, era difícil dejar de percibir la correspondencia mental y física que había entre ellos. Miguel intento explicarlo: "Es algo demsiado fuerte, es como estar todo el día enchufado a una fuente de energía gigantesca. Cuando ella no está, siento que esta presente muy cerca mío. A veces, cuando hablamos, saltamos líneas enteras del diálogo porque sabemos lo que el otro va a decir. Yo nunca creí en la telepatía y todas esas pelotudeces new age, pero me pasa muchas veces de pensar en ella y creer sentir lo que ella esta sintiendo...creo que ella experimenta algo parecido, aunque no se anima a admitirlo, es como si pensara que es algo de lo que no se debe hablar, no se si por temor a arruinarlo o por
miedo a admitir lo extraordinario que es...". Por mi parte, lo escuchaba con admiración y también, debo admitir con algo de aprensión, al pensar cómo teminaría todo aquello, y también cierta velada envidia, debo admitirlo, por lo extraordinario que estaba viviendo.
Así mientras todo marchó bien entre ellos, y su relación dejó de ser una novedad notable, tomamos como algo perfectamente natural la relación que tenían. La crisis fue tan sorpresiva como dolorosa, todos los que estábamos próximos a Miguel fuimos sacudidos por la onda expansiva.
Cuando Alejandra decidió alejarse las cosas perdieron el sentido para él, eran como instrumentos vanos. Se sintió como un carpintero que una mañana entra en su taller y descubre que sus herramientas han sido transformadas en esculturas, que guardan cierto parecido con su sierra, sus martillos y sus clavos, pero que son completamente inútiles para trabajo alguno.
Miguel miraba su guitarra, la tomaba entre sus manos y comezaba una melodía, tocaba un par de notas y perdía completamente la fe. El sonido era insuficiente, no tenía sus- tentación alguna, como si al momento de surgir ya alguna entidad maligna lo estuviera royendo hasta devorarlo completamente. Miguel intentaba racionalizar esas sensaciones para poder
encontrar una explicación, y así conseguir sino destruirlas, al menos atenuarlas. A pesar de sus continuos esfuerzos, no lo consiguió y esto amplió aún más su frustración, ya que no le ocurrió esto solamente con su guitarra. Era particularmente do loroso con sus libros y, especialmente, con aquellos que había aprendido a amar durante su adolescencia: los saberes que ex- hibían eran vanos, los sentimientos eran nada comparados con lo que él sufría.
Su sensación de desamparo era lacerante,trató inútilmente de conversar con Alejandra para comprender y modificar su actitud; lo único que consiguió fue multiplicar los desencuentros. Oleadas de odio lo recorrían cuando Alejandra, los ojos húmedos, insistía en la necesidad de alejarse sin mayores argumentos. Finalmente se hartó de intentar hacerle comprender la importancia del sentimiento que los unía.
"...debo abandonar el escenario. Qué hay detrás de esa tremenda injusticia? Qué puede haber detrás de esa muerte que debo elegir? Sobrevivir es caminar sobre las ruinas de una habitación largamente deseada, quedarán recuerdos como hilachas miserables de un tapiz maravilloso, un compromiso con los desperdicios de una celebración que jamás se dio. Brillos fugaces de una esmeralda retaceada, acordes fragmentados de una canción que se desintegró en el viento...el tiempo cura todas las heridas...que no son mortales, claro. Un lugar común acepta rectificaciones pero permanece...
Qué voy a hacer entonces? Sobrevivir a tantas muertes para encarar siempre una nueva, convertirme en un profesional de la supervivencia, quedarme en el cinismo, el alcohol y la tristeza. Hacerme el boludo, evadirme, tratar de mostrar que veo perfectamente aunque me hayan arrancado un ojo, caminar con elegancia sin una pierna, sacar pecho disimulando el muñón que suplantó a mi brazo derecho"
Encontré el texto anterior bajo Miguel una noche que lo descubrí caido frente a su casa, completamente borracho.
Fui testigo de una transformación y supe (como lo sospechó Miguel), que algunos lugares comunes son ciertos: vi como mi amigo se reducía a la sombra del que había sido. Los chicos del grupo pronto tuvieron la misma percepción, Miguel se presentó borracho a algunos ensayos y se dedico a agredir- los minuciosamente, pero cuando estuvo sobrio las cosas no mejoraron: se limitaba a tocar y cantar sin la menor pasión.
Ulises y María se limitaron a tolerarlo y tratar de comprenderlo, abrumados por la confusión. Sebastián trato de rescatarlo hablándole de los proyectos comunes que habían tenido y que entonces estaban concretando. "Eso no es sufi- ciente" fue la respuesta de Miguel.
Hasta su madre, personaje notoriamente marginal en su vida, notó que algo andaba muy mal y acudió a mí. Luego de resistir la tentación de preguntarle dónde había estado los últimos quince años, le aseguré que permanecería cerca de su hijo.
Nos emborrachamos juntos, caminamos bajo la lluvia helada como dos protagonistas de algún video clip de los o- chenta, puteamos y escribimos poemas obscenos. Y todo fue clara y lastimosamente inútil.


Reuniones.
Había despedido al último cliente del día y estaba ordenando las cosas de mi escritorio, cuando Betty me llamó por el interno.
- Si?
- Eduardo, mientras estabas reunido con el señor Benitez, te llamó una chica, dijo que se llamaba María y necesitaba hablar urgentemente con vos, es sobre Miguel. Dejó un número donde podés encontrarla.
- Gracias, Betty, me comunicás por favor?
- Ya te comunico.
Espere un momento y escuché la voz de María.
- Hola, habla Eduardo.
- Necesitamos hablar con vos...
- Qué pasó?
- Miguel decidió cortar todo lo de la banda...
- Qué?
- Tal como te dije, pero creo que tenemos que hablarlo todos juntos y personalmente.
- Sí, claro.
- Nos encontramos a las siete con Ulises y Sebastián en el boliche de Lavalle.
- Los veo allí entonces, chau.
- Chau.
Colgué, llamé a Betty por el interno y le informé que podía retirarse. Encendí un Particulares y lo fumé sin pensar en cosa alguna, mirando estúpidamente como el humo se
elevaba hasta el cielorraso. A las siete menos cuarto salí, cerré la oficina y subí al auto. Llegué puntualmente y me senté en una mesa junto a la ventana, obviamente, ninguno de los
chicos había llegado. El mozo se acercó y pedí un whisky, no había nada interesante en el interior del boliche: un par de viejas luciendo sus liftings disfrazadas de adolescentes y un
hombre calvo y delgado, de edad dificilmente definible, bebiendo solitario en una de las mesas del fondo. Pensé seria- mente si no me estaba transformando en algo demasiado parecido a ese par de viejas.
Había tomado un par de tragos cuando entraron los tres. Sebastián tenía la expresión impasible que lo caracterizaba, María y Ulises parecían profundamente desamparados. Los tres me besaron y se sentaron, María sacó un atado de Marlboro y luego de ofrecérselo a Sebastián le encendió el cigarrillo.
El mozo se acercó y todos pidieron cerveza.
Nos contemplamos mutuamente durante unos segundos,
María intentó una sonrisa que quedó en mueca y comenzó - Parece como si estuviéramos velando a alguien y sinceramente no me banco esa sensación...me pudre...
Ulises opinó- Creo que la actitud de Miguel es egoista...no quiere ver como nos afectó a nosotros todo esto...
- Y nuestra actitud qué? -preguntó violentamente Sebastián - Qué es lo que más nos preocupa? Lo que le pasa realmente o lo que pasaría con todos nosotros si deja la ban-
da? A quién queremos proteger? Seamos sinceros al menos entre nosotros...
- Vos, que lo podes ver desde otro lugar, que te parece esto? -me preguntó María.
- Sí, queremos saber tu opinión. -coincidió Ulises.
- Hace más de diez años que conozco a Miguel y nunca lo había visto así...realmente no se si podemos hacer algo... tal vez lo único que nos quede es ser pacientes y tratar de permanecer cerca de él...
- Puta madre, y todo por esa mina! -casi gritó Ulises.
- No es alguien común...-comentó Sebastián.
- Sí, ya nos dimos cuenta.-aceptó amargamente María.
- No habrá otro flaco de por medio? -preguntó Ulises.
- No, no lo hay. -respondió con seguridad María.
- Y vos cómo sabés?
- Lo se, confiá en mi información. -pidió María mirando a Ulises justo a los ojos.
- Si es así, yo realmente no puedo entenderlo. -admitió Sebastián.- Se los veía tan bien juntos, a veces parecía que compartían un lenguaje secreto que ningún otro podía
entender...y de golpe esto.
- Es incomprensible. -asentí.
- Y si alguno de nosotros fuera a hablar con Alejandra y le planteara la situación? -sugirió Ulises.
- Quién se atrevería a hacerlo? -preguntó Sebastián al tiempo que le sacaba otro cigarrillo a María.
El silencio se extendió durante unos cuantos segundos. María observó- Creo que tiene razón Eduardo, sólo nos queda ser pacientes y esperar...es algo completamente irracio-
nal, pero por momentos siento que odio profundamente a esa mina...
- No creo que lo esté pasando mejor que Miguel...-apuntó Sebastián.
- No me calienta. -afirmó María vehementemente.- Ella decidió.
- Sí, ella decidió, es cierto. -tuvo que admitir Sebastián.
Encendí un Particulares y pregunté- Se toman otra cerveza?
Ellos tomaron otra cerveza y yo otro whisky.
Cuando salí del bar y me despedí de los chicos supeque no podía volver inmediatamente a mi casa, llamé desde un teléfono público (siempre me resistí a tener un Movicom), a mi esposa y esgrimí una excusa estúpida que por desinterés o incapacidad mental de la receptora pareció funcionar. Me sentía vacío, casi inconcientemente conduje el auto hasta la casa del viejo, más de diez años habían pasado desde la última vez que nos habíamos visto, ni siquiera sabía si aún permanecía vivo, aunque era altamente probable en un tipo de su temple.
Su casa estaba apenas un poco mas deteriorada que la última vez que yo había estado allí. Estacioné al frente y por unos segundos dudé en bajarme del auto, me irritaba no saber por qué estaba en ese lugar, sospeché que mi incapacidad por resolver el presente me estuviera induciendo a evadirme en cuestiones pendientes del pasado. Finalmente me encontré tocando el timbre, luego de unos segundos el viejo abrió la puerta, me reconoció inmediatamente y nos abrazamos. Luego, sin hacer pregunta alguna, me invitó a pasar, me sentí impulsado a explicar mi presencia y sólo pude decir- No se por qué vine, sentí que tenía que verte.
El viejo me miró atentamente por un rato, después tomó su pipa de la mesa y comenzó a cargarla, tomó la caja de fósforos, sacó uno, lo encendió e inclinó la pequeña llama sobre la boca de la cazoleta. Aspiró un par de bocanadas y consiguió encenderla. Vi su rostro a traves del humo gris, y me pareció que estaba igual que veinte años atrás, cuando lo
había conocido, el tiempo no parecía haber pasado realmente para él: sus ojos conservaban la misma expresión ansiosa e inquisitiva. Pero cuando el humo se disipó un poco, noté que ha- bía arrugas numerosas en la frente y en torno a sus ojos, su pasión no lo había hecho inmune a veinte años de Argentina, a veinte atroces años argentinos.
- Sabés lo que siempre me jodió de vos? -pregunté violentamente, sin haber tenido conciencia de que esa frase se formaba en mi cabeza.
- No, pero supongo que habrá muchas cosas...-contestó astutamente.
No pude evitar sonreir. - Vos sabés que no son muchas, en realidad es una sola, tu podrida coherencia!
Aspiró pensativo su pipa, exhaló el humo y dijo- No se qué coherencia habré tenido, pero debo admitir que siempre traté de permanecer en el lugar correcto.
- Eso es exactamente lo que me jodía.
- Ahora ya no?
- No, creo que he envejecido.
- A todos nos pasa, a todos nos pasa.
- Muchas veces tuve ganas de venir a verte, pero eran sensaciones que duraban unos segundos, luego conseguía apartarlas diciéndome lo ocupado que estaba y las tareas que debía realizar...creo que en realidad temía enfrentarme a vos porque sabía que fatalmente hablaríamos de mis sueños de juventud, esos sueños que archivé deliberadamente.
- Y ahora qué cambió?
- Muchas cosas, pero quizá lo peor que me podía haber pasado, tuve éxito en lo que me propuse y he descubiertolo poco que me importa.
El viejo me interrunpió abruptamente- No parece haberte ido mal, estás bien empilchado, el auto que dejaste en la puerta no vale dos mangos...
- Sí, es verdad, pero mi vida es eso. Preocuparme por los números que me permitan tener eso, hay poco más...
- Escuchame con atención, yo siempre fui socialista pero no boludo, o creés que a mí no me gustaría manejar un auto como el tuyo? -me preguntó mirándome taimadamente.
- Ese es un truco sucio, es nada más que una media verdad, lo que la hace peor que una mentira. Yo se que probablemente te gustaría manejar un auto como el mío, pero se que jamás moverías un dedo o dedicarías un pensamiento mínimo para conseguirlo.
- Creo que lo que decís es cierto. También es verdad que muchas veces me pregunto si he hecho lo correcto.
- Mi opinión quizá no tenga demasiado valor, pero creo que lo hiciste.
- Digamos que tu opinión me ayuda a justificarme...-se incorporó y caminó hasta un pequeño armario- Te tomás una ginebra, no?
- Sí, claro.
Llenó un par de copas y me ofreció una. Bebimos en silencio, apoyó la copa sobre la mesa y preguntó- Entonces qué pensás hacer, seguir haciendo plata o transformarte en un hippie o en un psicobolche de los noventa?
Reimos a carcajadas.
Cuando logré recomponerme, le dije- Estás utilizando otro de tus viejos trucos, invitar al otro a hablar de sus asuntos y esperar otra oportunidad para hablar de lo que te ocupa a vos, me pregunto cuántas veces habré caido en esa trampa anteriormente.
- No es algo deliberado...
- Lo se, lo se, pero ahora quiero que me hablés de vos, de las cosas en la que estás trabajando.
Vació la pipa en el cenicero y tomó un trago de ginebra- Vos sabés que siempre me obsesionó la idea de la relación entre la teoría y la práctica socialista, pero ahora no
me interesa en tanto estrategias de poder a gran escala, sino en el modo en que se pueden dar en la vida cotidiana...tenés a un tipo que dice: bien, el capitalismo es una mierda, hay que sustituirlo por una organización social más justa, hay que luchar entonces por construir el socialismo. La cuestión es, un socialista vive en una sociedad burguesa. Cómo hace para
vivir en el interior de esa sociedad sin traicionar los que dice son sus principios? Lo que quiero plantear no es tanto cómo se mantiene en una posición crítica respecto de las injusticias del sistema, sino cómo hace para no caer en las agradables tentaciones que el sistema le plantea? Está condenado a ser un asceta, o lo que es peor un infeliz alienado?
Y si el socialismo no se acerca? Habrá gastado su vida sin disfrutar de muchas cosas que la hubieran hecho más placentera...
- Pero si no recuerdo mal, Marx era un socialista y un revolucionario, y sin embargo disfrutaba de la lectura de los grandes escritores burgueses...-acoté citando conoci-
mientos que creía haber desechado.
- Sí, pero recordá también la vida miserable que llevó mientras desarrollaba sus investigaciones...de todos modos el caso de Marx es excepcional, yo planteo las cosas
a nivel de un militante común. Cómo hace para mantener su,entre comillas, pureza socialista, es más, por dónde pasa el límite entre la pureza y la corrupción...
- Ese es un planteo moral no político...no puede haber una metodología para fijar qué conducta es la apropiada para un socialista. -opiné sin ocultar el interés que comenzaba a experimentar por el tema.
Nos quedamos mirando en silencio, el viejo volvió a encender la pipa.
- Todo discurso moralizante me da un poco de asco -afirmé recordando los atroces crímenes en que habían degenerado tantas morales revolucionarios.
- Sin embargo, tanto vos como yo nos manejamos orientando nuestras acciones de acuerdo a una normativa moral...
- No me incluyas en eso...
- Aún cuando hayas orientado tu vida exclusivamente a hacer plata, lo hiciste siguiendo una orientación que supone una norma moral que podría resumirse más o menos así: " A todos fines, es necesario, ante todo, hacer plata".
- Me parece que tu concepto de moral es demasiado amplio, además la única persona que conozco que ejerció plenamente la moral en la que creía sos vos, y ya no me interesan demasiado los planteos teóricos que luego nadie puedeponer en práctica por falta de huevos...creo que siempre hay elementos que escapan a las formulaciones que intentan ser
racionales....me acuerdo de las discusiones en los setenta y cómo los chicos te acusaban de heterodoxo, de reformista, de socialdemócrata, no podían rebatir tus argumentos racional-
mente pero vivían de la pasión del momento...no queda ninguno de ellos para admitir que tenías razón...
- Esa es una de las tantas cosas que me hace sentir un imbécil, un pelotudo, no haber tenido la capacidad para convencerlos de lo errado de su rumbo...-volvió a llenar las
copa de ginebra y preguntó - Y con vos, qué pasó?
- Uno no puede ser un socialista subjetivo, la voluntad no basta para la superación del capitalismo. Creo que incluso, mediante un análisis objetivo un socialista puede
llegar a concluir que en el tiempo histórico en el que transcurrirá su vida el socialismo no será posible.
- Eso es lo que vos concluiste? -preguntó el viejo sonriendo irónicamente.
- Puede ser que eso haya sido lo primero que me argumenté para abandonar toda militancia, pero luego descubrí que para mí no era cuestión de tiempo sino fundamentalmente
de lugar...consideré imposible el advenimiento del socialismo en época alguna en la Argentina. Pero luego el asunto medejó de interesar completamente, y sencillamente me dije que era un estúpido sino me dedicaba a progresar burguesamente en este país...
- Supongo que entonces me considerarás un ingenuo voluntarista...
- No se, ya no se lo que pienso. Me siento harto, para que me entiendas, ya no me afectan las injusticias del sistema, sólo su vacío...
Seguimos bebiendo, y se que entre balbuceos de borracho le conté la historia de Miguel, era la única persona a quien podía contársela sin sentir que estaba traicionando.
Al día siguiente desperté con los signos evidentesde una profunda resaca, mi esposa había salido de compras según lo explicaba en una nota que había dejado en la cocina. Podía ser cierto, quizá no viera a su amante en las mañanas. (Debía pensar que lo tenía para no despreciarla completamente).
Estuve temprano en la oficina, con la fuerte intención de aturdirme con el trabajo, desafortunadamente había sabido hacer una buena elección y mis empleados eran eficientes,
a las tres de la tarde el trabajo estaba terminado y yo dudaba entre la ginebra y el whisky para comenzar. Aún me debatía en esta crucial disyuntiva cuando sonó el teléfono. Era María,
dijo que necesitaba hablar conmigo cuanto antes, le dije que fijara el lugar. Eligió el Pumper alegando que era uno de lospocos lugares que estaban abiertos a esa hora, acepté sin pensarlo, cualquier lugar era exactamente lo mismo.
A las tres y cuarto estábamos sentados a pocos me- tros de un par de adolescentes enamorados y una joven madre que lidiaba por controlar a dos pequeñas sabandijas rubias. María tenía ojeras azules en torno a sus ojos castaños y fumaba nerviosamente, yo me sentía pesado y absurdamente fuera de lugar. El cuarentón que se encuentra con su joven amante en un lugar obscenamente inocente.
- Creo que ninguno de los dos tiene un aspecto demasiado brillante...-dijo María sonriendo con tristeza.
- Está bien, no tenemos por qué tenerlo.
- Averigué ciertas cosas...no es que quiera crear cierta atmósfera de misterio pero me jode bastante hablar de esto, bueno te explico: se que Alejandra sigue enamorada de
Miguel.
- Entonces por qué lo dejó?
- Es la madre, ella no quiere a Miguel.
Sonreí.- La vieja historia de Romeo y Julieta, creí que estaba demasiado gastada...
- Yo también, y lo que más me extraña es que una mi- na como parecía ser Alejandra ceda a ese tipo de presiones.
- Cómo lo sabés?
- Fui a ver a su mejor amiga, le conté cómo estaban las cosas y accedió a explicarme lo que pasaba.
- Y confiás en lo que dijo?
- La mina no parece ser ninguna boluda, además para qué iba a mentirme?
- No se, cada vez me sorprenden menos cosas...-me tomé la cabeza entre las manos y me restregué los ojos, cuando enfoqué mi visión de nuevo vi que Maria me observaba atentamente.
- Qué pasa?
- Estás muy cansado, no?
- Sí, se nota mucho?
- Sí, se nota-respondió mirándome atentamente.
- Qué pasa? -volví a preguntar molesto por la intensidad de su mirada.
- Nada, solamente se me ocurrió pensar lo poco que realmente sabemos de vos... siempre estás ahí, te preocupás por Miguel, por el grupo y nunca hablás de vos, nunca supe realmente qué pensás, que sentís...estás cerca pero guardando cierta distancia...
- Considero que es mejor callarse cuando uno no tiene nada interesante que decir.
- No creo que eso sea cierto...
- Sos una optimista entonces...
- Ves? Lo estás haciendo de nuevo. -me explicó María con una expresión de tristeza, y súbitamente la vi extraordinariamente hermosa.
- Qué puedo decirte? Soy como me ves, no hay nada excepcional en mí, alguna vez tuve sueños...quién no? Ahora quiero que lo de ustedes en alguna forma se realicen, nada
más...
María sonrió escépticamente.
- Por qué sonreís?
- Sos como un viejo luchador que se averguenza de sus heridas...
Me quedé completamente anonadado por su respuesta, quizá hasta el momento había considerado a María como un personaje completamente secundario, tal vez había pensado la vida de Miguel como alguna de mis frustrados intentos de escritura. Y ahora descubría en aquella adolescente una poderosa voluntad de observación, y lo que la hacía mas poderosa era que al parecer no estaba orientada desinteresadamente...


Yo (actuando).

Fui a ver a Irma, la madre de Alejandra, sentí que era simplemente algo que tenía que hacer, por mucho tiempo mehabía mantenido expectante, limitándome a vivir a través de otros, especialmente de Miguel y no me podía resignar a que esahistoria terminara mal.
Me preparé para la ocasión como si fuera a cerrar unnegocio importante: me afeité cuidadosamente, me engominé el pelo y me puse un formal traje gris.
Dejé el auto justo enfrente de la casa, (el Fordresplandeciente completaría la imagen de respetabilidad), un modesto chalet de techo a dos aguas. Toqué el timbre, sabía
que los minutos siguientes serían decisivos para el éxito o el fracaso de mi misión. Abrió la puerta una mujer cuarentona, alta y delgada, con el pelo completamente blanco y ojos
negros e inteligentes rodeados de profundas ojeras. Me miró inquisitiva.- Sí?
Creo que dije- Es usted la señora Irma?
- Sí, así es.
Que cursi me parecio aquello, pensé que jamás hubiera incluido una escena como esa en ninguno de mis cuentos. Sólo pude decir- Soy un amigo de Miguel, puedo hablar un momento con usted?
La mujer bajó la cabeza en un gesto de resignación y dijo- Pase, por favor.
La seguí a un pequeño living decorado con buen gusto y me quedé parado junto a un sillón. Irma me invitó a sentarme, me senté y antes de que pudiera comenzar a explicar mi presencia allí, ella dijo- Supongo que no fue Miguel quien le pidió que viniera a verme...
- Supone bien, a él jamás se le hubiera ocurrido, pero discúlpeme, aún no me he presentado, soy Eduardo G. -y le alcancé una de las tarjetas del estudio.
Ella la miró distraídamente y luego la depositó suavemente sobre la mesita ratona, aún continuaba de pie.
- Debe quererlo mucho a Miguel...
- Sí, y quizá hasta hace poco no sabía cuánto.
- Qué relación tiene con él?
- Como le dije, soy su amigo. Hace unos veinte años que soy vecino de su familia, lo conozco desde que nació, es como un hermano menor para mí o tal vez un hijo...
no se, pero no puedo tolerar que sufra de esta manera...
- Y parece que yo soy la causa de ese sufrimiento...- sugirió con suspicacia y encendió un cigarrillo.
- Por favor, tratemos de mantener una conversación razonable. Yo no quiero ni puedo ejercer el papel defiscal, acusador o cosa que se le parezca remotamente...es algo difícil de explicar qué es lo que vine a buscar, simplemente un poco de comprensión, creo que no es mucho...
- Eso depende de lo que usted entienda por comprensión.
- Sí, claro. El hecho es que Miguel y Alejandra están profundamente enamorados.
- Siempre y cuando a esa edad se pueda estar profundamente enamorado. -opinó la mujer despectivamente.
- En ese caso, nadie se tomaría la molestia de separarlos, al fin y al cabo estaríamos en presencia de una atracción pasajera que así como pareció se extinguirá...
- Veo que insiste en su acusación...-me dijo mirándome burlona.
- Es lo que pude observar, nada más que eso, se que ellos se quieren y sufren estando separados.
- Usted tiene una visión unilateral de las cosas. Sabe que Miguel sufre pero no puede afirmar con seguridad que lo mismo le pasa a Alejandra.
o Estoy seguro de que siente lo mismo, sólo me convencería si la escuchara afirmar lo contrario.
- Veo que es usted una persona enrevesada y debo admitir que en un primer momento me desorientó con su aspecto de profesional próspero y simplote, veo además que tiene un cuadro de la situación bastante definido.
- No me animaría a decir tanto...de todos modos le repito que vine aquí a buscar nada más que un poco de comprensión, no a mantener un duelo verbal con una mujer inteligente.
- La comprensión que usted reclama pueda ser muy diferente a la que yo manejo...estamos hablando de mi hija, de lo único que tengo, de lo más preciado, y no tengo por qué soportar que un desconocido venga a mi casa a decirme que la trato sin comprensión. -por unos segundos estuvo jugando nerviosamente con el cigarrillo entre sus manos sin decir palabra, luego prosiguió- Claro que comprendo, pero mi comprensión
es más amplia que la suya y abarca mas tiempo...no quiero que Alejandra sufra como yo...
- Pero por qué odia de esa manera a Miguel? -pregunté sorprendido.
- Odiarlo? Claro que no lo odio, me parece un muchacho magnífico, un tipo inteligente, decidido, sin vueltas, creo que si tuviera la edad de mi hija seguramente me enamoraría de él.
- Pero entonces...
- A vos es a quien te falta comprensión ahora -comentó sonriendo con amargura y se sentó como si estuviera súbitamente abatida. Pasaron unos segundos hasta que me acos-
tumbré al cambio de actitud y al voceo.
- Debo confesar que de verdad, no entiendo...
- Mi marido, el padre de Alejandra, era muy parecido a Miguel, no físicamente pero sí en carácter, entusiasmo, ideales...
Tuve que preguntar- Qué pasó con él?
- Desapareció en el '77.
Me quede aturdido mirando un cenicero que había sobre la mesita ratona como un estúpido, me sentía francamente, un estúpido.
- Está todo claro ahora. -admití- Comprendo su, digo, tu posición, pero no la comparto y sé que no tengo autoridad para decirlo, pero quizá donde falte autoridad pueda reemplazarla con afecto. Quiero profundamente a Miguel, es para mí alguien muy especial, creo que de haber tenido un hijo me hubiera gustado que fuera como él. Se que tiene talento, que puede llegar a ser un gran artista, pero se también que sufrirá, que inexorablemente sufrirá y esto me jode, me jode mucho. Pero aún así jamás intentaría cambiarlo, él tiene algo que decir, tiene algo que hacer y la voluntad de hacerlo y merece tener su oportunidad. Por ahí fracase pero tiene que intentar- lo...no se, puede ser que sea algo egoísta, no quiero engañar- me sobre eso, pero en mi vida, en este lugar lleno de mediocridades evidentes, él brilla...y Alejandra es para él alguien que estuvo esperando, mucho, mucho tiempo, más allá de lo que ocurra entre ellos después, se que ninguno de los dos volverá a ser él mismo después de este encuentro...y ellos tienen que tener libertad para decidir...
Vi que Irma me miraba atentamente, creí notar que sus ojos estaban húmedos.Dijo- Hace tiempo que no escuchaba hablar a alguien con tal convencimiento y sinceridad...
- Repito que puede ser que sólo sea el egoísmo loque me hace hablar con tal convencimiento porque pienso que sólo Miguel y Alejandra puedan llegar a justificar mi vida...
y sos la primera persona a quien me atrevo a decírselo...
Irma encendió otro cigarrillo y comenzó a caminar por la habitación, luego apoyó los brazos en el respaldo de un sillón- Puta madre, que sólo estamos...
- Las cosas no fueron fáciles para nosotros, yo también tuve mis sueños de igualdad y justicia...pero para que hablar de eso...
Trató de sonreir y comentó- Sabés que ya no me parecés un desconocido...
- Y ya que no soy más un desconocido, puedo preguntar qué vas a hacer respecto a los chicos?
- Tengo mucho miedo por Alejandra, pero se que vos también lo tenés por Miguel, así que creo que simplemente dejaré que ellos decidan. -Tomé su mano derecha y la tuve un largo rato apretada entre las mías, no me avergüenza confesar que lloré.


Julio César Páez
Febrero de 1994.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS JULIO C.PÁEZ, COPYRIGHT 2001, PARA CONECTARSE CON EL AUTOR juliopaez@sinectis.com.ar

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