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3/29/2009

Insisto en leer...SOBRE THOMAS DYLAN


En un mundo que insiste en regirse por imagenes y señas, donde parece que nos convertiremos en energumenos donde la palabra, el verbo desaparece, insisto en la lectura, insisto y no dejare de insistir...picamiel

LA POESÍA DE DYLAN THOMAS

Hablar de un poeta es tan sólo poner de manifiesto lo que tal poeta dice de sí mismo. Es tratar de expresar cómo la vida se nombra en él. La dificultad consiste en descubrir tras los gestos de lo cotidiano, las máscaras de sus ceremonias ignoradas; tras los miedos, el goce, la mirada, el fracaso o el exceso, reconocer su rasgo esencial, su palabra primaria, la caligrafía íntima de su propia contemplación.

Las circunstancias espectaculares y la leyenda tejida en torno a Dylan Thomas, esa figura excéntrica que paseaba su angustia y sus borracheras por los bares del Greenwich Village y por otra parte, el luminoso opuesto del adolescente perseguidor de pájaros que se extasiaba en la contemplación del mar y las colinas de Swansea, han mediado, especialmente en el público de América, en la valoración de su obra. Con Dylan Thomas ocurre un fenómeno curioso: todo el mundo habla de él. muchos han leído sus páginas en prosa Retrato del artista cachorro y Con distinta piel, también se ha visto representada su pieza teatral Bajo el bosque de leche, obra valiosa por su sentido del humor altamente poético, pero muy pocos conocen a fondo su poesía, lugar donde el lenguaje de Dylan Thomas alcanza su revelación más poderosa.

El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la sexualidad, la religión, la muerte, el idioma del paisaje, la leyenda, en la visión acelerada de un múltiple universo de símbolos conforman la esencia de esta poesía. Rebelión de las fuerzas vitales ante las formas que avanzan hacia su caducidad, música y memoria de un paraíso perdido en la niñez, gozo profundo ante los milagros y una constante búsqueda de la verdad inmutable del hombre, oculta en los mitos, los colores, los sonidos, las repeticiones eternas. Y que sólo se manifiesta a la luz de las palabras. Dylan Thomas trata de aprehender los limites de lo creado, la belleza y el terror de vivir, por medio de una participación activa en ambos extremos. Se trata del "éxtasis de la vida y el horror de la vida" de que hablara Baudelaire. Y en esa travesía de opuestos, se cumplirá finalmente un acto de apertura y celebración.

Situación histórica.

Que en Inglaterra surgiera un poeta como Dylan Thomas dentro de la década del 30 (Eighteen Poems, London, Fortune Press, 1934) aunque resulte extraño en un primer análisis no es más que la consecuencia lógica de un proceso inevitable. Inglaterra, a causa de su conservadorismo e insularidad, asumió más lentamente que otros países los cambios en la cultura y en las escuelas literarias. La literatura inglesa en general y la poesía en particular han tenido siempre un tiempo interno propio, un modo peculiar de aproximarse a los objetos y a los temas que trataba. Pero la aceleración de las metamorfosis ocurridas en el siglo XX no pudo serle ajena. En la década del 30 ya habían decantado los fenómenos de principios de siglo: la crisis de la agricultura, la primera guerra mundial, las transformaciones sociales. Entre las dos instancias claves que predominaban en la literatura británica: the isolalion y the relationship, se hacía necesaria una opción y ella no podía ser otra que el abandono de los problemas individuales y el intento de una comunicación que fuera compromiso con el hombre genérico, como miembro de una sociedad conflictuada en la que había que participar activamente. Esto es notorio en los poetas llamados de los thirties o la war generation cuyas preocupaciones básicas eran las cuestiones sociales —las teorías de Marx especialmente— y la indagación psicológica, sobre todo los descubrimientos freudianos. Pero lo psicológico era mirado desde fuera, como intento de dilucidar la génesis de las enfermedades de la civilización. De ahí que todos sus integrantes hicieran causa común con la guerra civil española y algunos de ellos hasta se enrolaran en las filas republicanas. Desde luego, su obra fue el resultado de esta actitud. La poesía de Auden, por ejemplo, llena de tesis, antítesis y demostraciones por el contrario, lleva a la conclusión de que las especulaciones sobre lo que para el hombre representa cada cosa en relación con el tiempo, Dios o el conocimiento deben ser trasladadas a la circunstancia inmediata. Day Lewis toma sobre sí el problema que preocupó a toda su generación: la elección entre la salvación del individuo y la salvación de la masa. Los primeros poemas de Spender, reclaman justicia y defienden a los trabajadores explotados. Junto con estos poetas hay que considerar a Mac Niece, con su exceso de sentido común, a Grigson, que odiaba toda subjetividad y a algunos otros que integraron esta generación del 30. A pesar de que muchos de ellos lograron valiosos poemas y una obra de importancia, todos tropezaron con la misma imposibilidad: la de conformar una imagen metafísica del hombre.

Es evidente que cada vez que la circunstancia social ha obligado al artista y al poeta a respuestas inmediatas, surge a continuación el fenómeno contrario. Encerrado en esquemas masivos la eterna aspiración a "otra cosa" que hay en el hombre, va elaborando su apertura hacia ella, hacia esa zona que reconoce su infinito más allá de la cuantificación, hacia esa sustancia que no puede reducirse a lo genérico de la especie humana, sino que es el hombre en y por sí mismo. Si bien en esas circunstancias no parecía posible conformar una imagen metafísica del hombre, sí lo era volverse hacia los símbolos, al inconsciente, a la religión para elaborar una imagen mítica, en cuanto el mito puede proporcionar una respuesta a las constantes del ser, respuesta que conformase a la conciencia profunda y devolviera al hombre su individualidad perdida. Así surgió la generación que se llamaría de los forties integrada por poetas como George Barker, Sydney Keyes, David Gascoyne —único surrealista inglés— el grupo neorromántico del Apocalipsis y muchos otros entre los cuales Dylan Thomas no sólo fue el pionero sino el más importante de todos ellos.

Los símbolos constantes:

En ese momento histórico en que los símbolos se convertían en meros signos de la experiencia, en una época que reclamaba del poeta cierto compromiso social, Dylan Thomas trascendió el límite de lo inmediato, se apartó de lo social para reconocer el poder de las fuerzas movilizadoras de la vida, habló de la sucesión de ritmos que en el mundo se oponen y se corresponden y convirtió lo que descubría en una llave luminosa de conocimiento poético. Es notable que en más de una oportunidad haya sido un escritor de origen céltico quien quebrara esa línea de racionalidad en Gran Bretaña, que acudiese al inconsciente, a lo oculto, a lo universal para exponer su propia cosmovisión, como en el caso de Joyce, que partiendo de la relación del entorno con el mito se elevó sobre lo contingente para crear una conciencia de la raza.

Se afirma que la poesía de Dylan Thomas está cargada de metáforas. Insisto en hablar de símbolos, puesto que en muchos de sus versos no hay una mera comparación —antinómica o no— de dos términos como ocurre en la metáfora, sino que se dan series de relaciones mucho más complejas, que vuelven tangible y vívido lo que de otro modo resultaría esfumado o remoto.

Elder Olson [1], crítico y exégeta de la obra de Thomas, reconoce en ella tres tipos de símbolos: 1) los naturales, 2) los convencionales, 3) los privados. Los símbolos naturales son aquellos que pertenecen a la "realidad" y no a la "figura". Pueden ser usados por cualquier poeta, pero corresponde a cada uno el último afinamiento de significación. La luz —por ejemplo— tomada como símbolo de vida, la oscuridad como el mal, el ascenso como resurrección, el descenso como regresión o muerte. Mientras que las interpretaciones que Dylan hace de los hallazgos de Freud, de algunas claves del Ulises, de ciertos pasajes de la Biblia, constituirían los símbolos convencionales puesto que se apoyan en una aceptación común, así como sucede con sus frecuentes referencias a la astrología, las imágenes litúrgicas, la magia, la alquimia, la cartografía y las sagas regionales. Y los privados serían aquellos encontrados, descubiertos o inventados por el poeta y que forman coordenadas claves en toda su obra. De este modo, al asociar en virtud de una operación analógica unas cosas con otras, unos sucesos con otros, traslada los objetos comunes y las sustancias corrientes al lenguaje de las correspondencias: la cera es símbolo de muerte, representa la carne mortal; el aceite lo es de vida; la sal resulta significadora del nacimiento dentro del mar; las cuevas y cavidades —y aquí se aparta de Freud— no tienen connotación sexual sino que simbolizan las partes más recónditas del espíritu; las iglesias y las capillas se relacionan con la primitiva fe perdida; los cuchillos y las tijeras representan al mismo tiempo el nacimiento y la muerte, puesto que existe el corte del cordón umbilical y el corte definitivo de la existencia. La momia egipcia se asocia con las digresiones sobre la inmortalidad del alma. Los sastres simbolizan aquello que ata a los hombres entre sí y al mismo tiempo el sudario que será su última vestidura. Y por fin todo el camino de la vida es un túnel, semejante a la prisión prenatal. es una lucha desde las tinieblas por alcanzar la luz. Así lo expresa en Poem on his birthday (Poema en su cumpleaños): "La oscuridad es un camino y la luz un lugar / el cielo que no existió ni existirá jamás es siempre cierto / y en ese vacío tupido de malezas / como los bosques de zarzamoras / crecen los muertos para su alegría". Con la imaginación vislumbra esa zona donde cada cosa ganará un lugar dentro de la luz. La existencia es una cárcel simbólica en la que podemos recrearnos con las pasiones transitorias que hallamos en el camino, pero que son sólo reflejos de la totalidad.

En estos símbolos privados hay sin duda campo fértil, tanto para la investigación psicológica como para la exploración estilística. Pero cuando en 1934 apareció su primer libro Eighteen Poems la crítica no investigó demasiado, sino que halló a su poesía difícil, irracional e indisciplinada. Mac Niece la juzgó salvaje, como el discurso rítmico de un ebrio. Porteous la llamó "una peregrinación sin guía hacia el hospicio". Spender afirmó categóricamente que se trataba de material poético en bruto, sin control inteligente o inteligible. Resultaba difícil para ellos entender que Dylan, a pesar de haber conocido, asumido y padecido los descubrimientos de Freud y el marxismo, no teorizase sobre ellos como lo hiciera la generación anterior, que se apartara de Marx y que utilizara poéticamente algunos elementos del psicoanálisis. Que se nutriera en otras fuentes no exploradas por los poetas de los thirties y que buscase antes de poetizar sobre la circunstancia inmediata, un equilibrio entre la actitud existencial y las fuerzas de mutación que actúan en el cosmos.

Tres períodos

Aunque la división parezca académica, deben reconocerse tres períodos en la poesía thomasiana, clasificación que el mismo Dylan admitía de buen grado. En los poemas del primer período (hasta Twenty Five Poems) la dificultad esencial con que tropieza el lector es la de entender quién es el que habla, qué cosa desea expresar por sobre todas las demás que afluyen como ríos constantes. Esto y su costumbre de cambiar el hablante varias veces dentro de un mismo poema —a la manera de algunas viejas baladas inglesas como Turpin Hero, que empieza en primera persona y termina en tercera— unido a su lenguaje complejo y difícil es lo que determina la oscuridad de esta poesía. Por momentos, las imágenes parecen producto de la asociación libre, pero un análisis más profundo demuestra que la superposición ha sido deliberadamente planeada. Su diferencia con los surrealistas —y él mismo lo dice en su Manifiesto Poético— es que suele utilizar el material que proviene del inconsciente y del mundo onírico, pero lo somete a una suerte de revisión, a una suerte de ordenamiento inteligente, tal como a su modo lo hicieran Manley Hopkins en poesía y Joyce en prosa. Con el descubrimiento del inconsciente se abren para el poeta caminos insospechados de asociación que le sirven para crear su universo de analogías personales.

Estos primeros poemas, podrían representarse en última síntesis por un dualismo fundamental: dos palabras claves que en inglés tienen semejanza silábica: womb y tomb (útero y tumba), dos límites dentro de los que se cumple, con sus alturas y sus caídas, la totalidad de la existencia. Aplicando a su modo el principio dialéctico llega a comunicar su participación en los fenómenos de la vida y la muerte. Retorna al útero y trasmite las sensaciones que adivina en el feto; es semilla, espíritu, se desprende de la materia, trepa hasta el sueño para descubrir la luz en un plano extrahumano, se convierte en planta, mineral, animal, se vuelve parte de los abismos del mar, desciende a la tumba y padece la existencia secreta de los muertos, vive la desintegración de los átomos y su incorporación a nuevas formas de vida para tratar de asir, desde todo ello, el secreto último de la creación: "Antes que llamara y la carne me abriese / que mis liquidas manos golpearan en el vientre / yo que era entonces informe como el agua / que formaba el Jordán junto a mi casa / era hermano de la hija de Mnetha / y hermana del gusano que me daba la vida" (Before I knocked = Antes que llamara). Y también "Soñé mí génesis en sudores de muerte / caído por dos veces en el nutricio mar / vástago rancio de la sal de Adán, visión / de nueva fuerza humana. Busco al sol'. (I dreamed My genesis — Soñé mi génesis).

Uno de los temas principales de este período es el sexo, entendido como potencia creadora. La fuerza originaria de la vida forma los polos de la sexualidad universal, cuyo principio es el desdoblamiento del uno y el dos. "Oh, ved en los muchachos los polos de la promesa" (I see the boys of Summer = Veo los muchachos del verano). Pero al mismo tiempo existe la fuerza tanática que va cercenando a la energía erótica desde dentro. El sexo atrae compulsivamente pero el poeta llega a la conclusión de que sólo sirve a la especie. Y para el individuo no es más que una droga que hace olvidar el paso del tiempo, la deterioración implícita en la carne, la impotencia de la vejez. El húmedo músculo del amor se aja y muere / aquí estalla un beso en una cantera sin amor (Veo a los muchachos del verano). Y también: "La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía / bobo por esa droga fumada en una niña / y encerrado en el brote que bifurca su ojo" para añadir más adelante: "Yo me siento y contemplo bajo mi uña al gusano / que corroe lo vivo" ( If I were tickled by the rub of love — Si me hiciera cosquillas el roce del amor). Ante esta disyunción entre eros y thanatos que no puede resolverse acude a un intento de modificación de la apariencia, decide separarse de su propia humanidad para reflejarla alterada en un espejo que no le devuelve otra cosa que una imagen de sí mismo: "hombre sé mi metáfora" ruega en un clamor por la salvación. Porque a veces es una metáfora, no una cualquiera, sino la metáfora clave donde se explica toda su obra, el medio por el cual el poeta descubre la ley secreta de lo viviente, el diálogo de toda criatura con su alrededor y su existencia, lugares de los que debe rescatar su ser y donde tiene que desentrañar su destino. La parábola sigue su curso y en el segundo período de la poesía de Dylan Thomas se comprueba una mayor aceptación de lo exterior. Sus poemas son ahora, además de puros actos de creación, modos de revelación de la experiencia. Tomemos al azar Ceremony after a fire raid, que por su contenido se tradujo como "Ceremonia después de un bombardeo". Nada puede ser más desolador que una ciudad devastada. Pero el poema, que comienza con una descripción del ámbito, acaba con una celebración ritual donde se invierte el proceso seguido en los poemas anteriores: en lugar de aludir a la muerte como una forma que acecha dentro de la vida, esta vez es la vida que renace desde la muerte. La aniquilación y el renacimiento intercambian sus alucinantes figuras, una fantasmagoría prodigiosa se apropia de la dura realidad y mezcla uno y mil cuadros que desembocan en la esperanza: "Dentro del pan en un sembrado de llamas / dentro del vino abrasador como aguardiente / las misas del mar / las misas del mar bajo / las misas del mar que engendra niños / irrumpen como fuentes y entran a colmar para siempre / gloria, gloria, gloria / el reino final y destructor del trueno de la génesis.

En esta etapa, Dylan se aparta de la interpretación freudiana en favor de una mayor universalidad. Existen los ciclos, el eterno retorno y las cosas que en el mundo aparecen son señales de las razones para que así ocurra. El lenguaje se clarifica, se vuelve dinámico, incisivo, frecuentado por inesperadas rupturas. Hay cierto parentesco con los símbolos arquetípicos de Jung y aunque el hecho no sea deliberado estamos frente a la aplicación poética de la teoría de las imágenes primordiales en el inconsciente colectivo, lo que llevaría a la conclusión de que la poesía es más efectiva cuanto más universal. Esta es la clave para interpretar el segundo período en la obra poética de Thomas.

Cuando luego de un proceso semejante se vuelve al hombre como sujeto final de la poesía, la mirada abarca una dimensión más amplia. De vuelta de ese diálogo entre la conciencia poética y la experiencia real, el poeta entra en una relación diferente con el ser. Estamos en el tercer período de su poesía que algunos críticos han llamado la "etapa humana". Y esta denominación tiene su razón de ser. Dylan se instala en sus propios límites de hombre, hace una profesión de fe casi panteísta, intenta adueñarse de la raíz sensual y la savia de la vida. Aquella dinámica que operaba desde lo sexual, desde los polos útero-tumba, se ha metamorfoseado, pues el poeta se reconcilia aquí con los hechos incuestionables de la mutabilidad y la muerte.

Preocupado por el fenómeno de la vida, Dylan Thomas no obstante, no se había preguntado por su sentido. De la rebeldía llega a la fe sin pasar por el purgatorio de la duda o el infierno de la desesperación. Bardo en el viejo sentido de la palabra, a la manera de François Villon o de su compatriota medieval Dafyd Ap Gwilin, se vuelve a la leyenda que conserva la fuerza de lo primitivo y permanece como patrimonio del hombre. Partiendo de lo épico construye una epifanía dentro de la que cumple su gran acto de pacificación con el universo y consigo mismo. Experimenta el ascenso hasta hacerse uno con la materia poética que esta vez es el paisaje mágico, la saga, el descubrimiento de las leyes secretas que subyacen en todo mito arraigado a través de los siglos (Ballad of the long legged bait = "Balada del señuelo de piernas largas", "In country Sleep" = "En el sueño campesino", Over St John Hill = Sobre el cerro de Saint John, Winter's tale = "Cuento de invierno", On white Giant tigh = "En el muslo del gigante blanco", entre otros. En esta etapa alcanza su soberanía en la transparencia, deja de tender a la oscuridad, de enumerar sus hambres emboscadas para escrutar los signos de la infancia, las alegorías de los cuentos de hadas que explican la creación en un idioma afín con la poesía: "Es un cuento de invierno / que el anochecer ciego de nieve trasporta sobre los lagos / y los campos flotantes de la granja en lo copa de los valles / sobre el pálido aliento del rebaño en la vela furtiva que resbala calmo entre los copos plegados a mano / y sobre las estrellas que se entregan al frío / y en el olor del heno entre la nieve y el remoto búho / que da consejos entre los rebaños y en la zarpa de hielo / en los valles cruzados por los ríos donde se dijo el cuento". (Cuento de invierno).

Como réplica a los que afirman que la genialidad de esta poesía reside en la música del lenguaje, podría decirse que en este período la unidad del idioma no es la palabra misma, ni tampoco la música ni la respiración, ambas muy importantes pero no decisivas. La fuerza consiste en que, en virtud de una extraña alquimia verbal, cada verso es una réplica del anterior, de modo que cada línea sugiere la próxima y cada imagen vale tanto en sí misma como articulada con las otras. Al decir de Grigson se trata de solecismos masivos cargados de profundidad y de extraño poder mágico. La escanción y el ritmo han cambiado con respecto de las etapas anteriores. Los versos son largos, con ictus que marcan una cadencia salmódica, de acuerdo con una operación del espíritu que por fin acepta la renovación terrestre, la precesión y transformación de las estaciones, el equilibrio del ritmo cósmico, el diálogo entre la permanencia del ser y la movilidad del mundo: "Y tú despertarás del sueño campestre en este amanecer / y cada amanecer primero / tu fe tan inmortal como el clamor del obediente sol (En el sueño campestre).

Dos poemas religiosos

Dylan Thomas nunca ha buscado respuestas filosóficas a los interrogantes metafísicos. Es un poeta que cree en Dios, en la naturaleza y en la caída. Sobre todo, cree en la gracia. En los poemas últimos hay una aceptación rotunda de su fe. Su religión es natural, los símbolos y las alusiones a la Biblia constituyen un conocimiento directo. La religión no es mediación, es una parte de la vida, como lo son la tierra y el mar. Con un lenguaje que se aproxima al de Manley Hopkins, comunica plenamente esta aquiescencia en dos series de poemas: "En dirección al altar bajo la luz del búho" y "Visión y Plegaria" [2]. La primera serie consta de diez sonetos y cierra el segundo volumen de poemas Twenty Five Poems. En estos sonetos el poema se apropia del cielo entero, de las divinidades paganas, de los mitos de varias religiones. Pero aunque juega con las diversas deidades interpreta a su modo un juego de firmamentos opuestos. Desde un principio se muestra comprometido con la visión cristiana y la serie entera resulta ser una interpretación poética del Apocalipsis.

El primer soneto comienza con la peregrinación de Hércules, en una narración pagana por excelencia:

En dirección al altar bajo la luz del búho

a mitad del camino de la casa

el caballero con sus furias declina hacia la tumba

Abadon en el pellejo arrancado a la uña de Adán,

devorador de mundos, con la quijada al acecho de nuevas

un perro entre las ferias con su horquilla

arrancó a dentelladas la mandrágora gritando hacia el mañana

entonces, con monedas por ojos, este señor de las heridas,

viejo gallo de ningún sitio y del huevo celeste

con huesos desprendidos en los vientos a mitad de su curso

sobre una pierna en medio del ventoso naufragio

en errante palabra vino a arañar mi cuna

esa noche del tiempo al abrigo de Cristo:

él dijo: soy el héroe que viaja alrededor del mundo

y comparto mi lecho con Capricornio y Cáncer.

Son frecuentes las alusiones a la astronomía, la astrología, el Antiguo y el Nuevo Testamento, las figuras de los naipes y la mitología egipcia. Pero a partir del soneto VIII el poeta se refiere directamente a la crucifixión de Cristo:

Fue la crucifixión en la montaña

los nervios del tiempo en vinagre, la tumba como horca

tan untada de sangre como las fúlgidas espinas de mis lágrimas

es el mundo mi herida, la María de Dios en su dolor

como tres árboles doblada y con pechos de pájaro debajo de la túnica

es la mujer de interminable herida, con alfileres en lugar de lágrimas.

Era el cielo, Juan Cristo, y cada esquina trovadora

ganó la marcha de los clavos llevados hacia el cielo

hasta que el arco-iris tricolor de mis pechos

se arrastró entre los polos alrededor del mundo en su despertar de caracol

Yo junto al árbol donde colgaban los ladrones, mediquillo de toda gloria

castré al esqueleto en este minuto montañoso

y junto al reloj de viento que del sol es testigo

padezco a los infantes celestiales en los latidos de mi corazón.

Y la serie termina con una clara formulación de la certeza del retorno al Edén, pues lo que el tiempo destruye, puede a pesar de todo ser restaurado: "Verde como el comienzo deja al jardín que se hunde / que trepe con sus torres de cáscara hasta el día / en que el gusano construirá con las pajas doradas del veneno / mi nido de clemencia en el tosco árbol rojo".

En la otra serie "Visión y plegaria" describe el estado de inocencia anterior a la caída. La primera parte "Visión" está compuesta de seis poemas escritos caligramaticamente, con sílabas combinadas en su extensión y tipografía de modo que formen la imagen del útero —se ha respetado esto en la traducción—. Se describe el asombro de nacer, de ser testigo de otro nacimiento :

Quien

eres

que naces

en el cuarto vecino

tan patente en mi cuarto

que alcanzo a oír el vientre

cuando se abre y la sombra que avanza

sobre el fantasma y el hijo que desciende

tras la pared delgada como un hueso de jilguero

en el cuarto sangrante del nacimiento oculto

para el incendio y el girar del tiempo

la huella del corazón humano

no venera el bautismo

sino la sola sombra

cuando bendice

a la salvaje

criatura

En cuanto a la segunda parte "Plegaria" es la manifestación de la comunión total con la naturaleza, del llamado de Dios, de la purificación solar. Estos poemas describen el sitio donde no hay pecado ni condena, sino conocimiento gozoso de cuáles elementos del hombre pertenecen a la tierra, cuáles a la temporalidad y cuáles a lo eterno. Formalmente la serie está compuesta de seis poemas que a primera vista semejan una clepsidra pero en realidad muestran la figura del santo Graal tal como aparece en algunos grabados antiguos. Reproduzco el último de esta serie considerada como una de las mejores composiciones devocionales de Dylan Thomas:

Vuelvo la esquina de la plegaria y ardo

en una bendición del repentino sol

en nombre de los condenados

me volvería o correría

a la escondida tierra

pero el sonoro sol

purifica

el cielo

Alguien

me encuentra

Oh dejadlo

que me abrase y me ahogue

dentro de su herida terrena

Su relámpago contesta mi llanto

mi voz arde en su mano

ahora estoy perdido en Aquel que enceguece

y al fin de la plegaria se oye el clamor del sol

Para Dylan Thomas la poesía fue destino en el sentido que Hegel dio a esa palabra. Destino trágico, polémico, iluminado. Entendemos que el no reconocer este destino conduce a los reinos sin compromiso —o falsamente comprometidos— donde la poesía en función de otra cosa extravía su esencia. ¿Consiste la crisis actual de la poesía en el olvido o menosprecio de este destino?

Dylan Thomas da el ejemplo, no sólo de la distancia que el verdadero poeta establece con las modas, la política, los movimientos de superficie, sino que además demuestra que la poesía, aún la religiosa, no debe necesariamente situarse en un mundo de abstracciones, sino que puede nacer en la zona en que el hombre es uno con la tierra y el cuerpo. Y elevarse luego desde su condición carnal a su lugar de purificación y trascendencia.

Sin embargo, estos cantos de alabanza no le impidieron al poeta sumirse en un destino de autodestrucción, el destino de un alcohólico empedernido que parece huir constantemente hacia la meta final de su aniquilamiento. Juzgar este hecho sería adentrarse en una contradicción que pertenece al terreno de lo psicológico. Sólo me atrevería a sugerir, que tal vez la cárcel de su ego, las limitaciones del medio, las pautas de una sociedad frívola hayan esposado su sed de libertad y que su yo auténtico no haya tenido la fuerza suficiente como para echar abajo esas barreras. Quizá su iluminación no bastó para alumbrar los intersticios de ese engranaje social, descorazonador y apabullante para el poeta. Pero es posible que en esta oposición entre ascenso y descenso, gozo y desesperación resida el daimon oculto y deslumbrador de esta poesía, prodigio que escapa a las disgresiones y la especulación, poesía que ha descripto en tres tiempos, articulados en virtud de una armonía que trasciende la lógica, los dualismos de la insurrección y la reverencia expresados en el lenguaje de la creación más pura.


LA TRADUCCION

a aldo pellegrini

(in memoriam)

Cuando hace tres años, Aldo Pellegrini me llamó para encomendarme la traducción de los Collected Poems de Dylan Tho­mas, confieso que mi alegría ante la perspectiva de tan hermosa tarea se mezcló con un justificado temor. La elección que Pe­llegrini —poeta, crítico lúcido, investigador infatigable— hacía recaer en mí, se debía a mi larga devoción por el poeta galense, parte de cuya obra yo había traducido exclusivamente por placer. Pero si bien mi conocimiento de Dylan Thomas facilitaba la tarea, también proporcionaba la medida exacta de su dificultad. Tenia ya traducidos unos pocos poemas, los que mejor se avenían con nuestro idioma, los mas "castellanizables". ¿Pero que hacer con aquellos otros en los que jugaban modos especiales de rima, de aliteración, de respiración, de equilibrio estudiado entre vocales y consonantes? Ante esta problemática opte por un criterio doble. Cuando el lenguaje y el contenido podían unirse en español y transmitir un equivalente del inglés en cuanto al ritmo —aunque las palabras fueran más largas y hubiese que emplear mas artículos, podía mantenerse el equilibrio de longitudes silábicas— la traducción fue estricta. En otros casos me atuve principalmente al sentido, rastreado en numerosos libros acerca de la obra de Thomas y de acuerdo con esto fueron recreados algunos versos, pues una traducción literal forzaría el espíritu de nuestra legua. Pero en todos los casos creo haber trabajado con el máximo de rigor. Y aunque la rima que ocasionalmente utiliza no se haya podido dar en español, algunas veces se han trasmitido las aliteraciones y siempre se ha conservado la estructura de cada metáfora, la cadencia, los ictus, y el balanceo de las frases.

De este equilibrio entre dos opciones, espero haya surgido un resultado que permita al público de habla española adentrarse en el universo oscuro, profético, complejo y escandalosamente bello de esta poesía.

E.A.C.

THOMAS DYLAN SU POESIA PARTE 1

N 0 T A

El prólogo en verso, escrito para esta edición de poemas completos, fue pensado como una guía para mis lectores, esos extraños.

Este libro contiene la mayoría de los poemas que he escrito y todos los que hasta el presente año deseo conservar. He corregido un poco algunos de ellos pero si hubiese continuado revisando todo lo que ahora no me gusta de este libro, hubiera estado tan ocupado que no me habría quedado tiempo para intentar escribir nuevos poemas.

Leí una vez algo sobre un pastor que cuando le preguntaron por que cumplía ciertos ritos, en un circulo de hongos, relacionados con la luna, para proteger sus rebaños, él contestó: "Sería un condenado tonto si no lo hiciera". Estos poemas con todas sus crudezas, sus dudas y confusiones están escritos por amor al Hombre y en alabanza de Dios, y yo sería un condenado tonto si ello no fuera así.

D. T.

Noviembre, 1952.


PROLOGO DEL AUTOR

Este día que hoy devana ante Dios

el fin del verano apresurado

en el torrente del sol color salmón,

en mi casa que los mares sacuden

sobre un despeñadero

enredada entre fruta y gorjeos,

espuma, flauta, aleta y pluma,

ante la pezuña danzarina de un bosque

junto a las arenas espumosas con estrellas marinas

cruzadas por vendedoras de pescado

por flautistas y velas, coquillas y gaviotas,

y afuera el cuervo negro,

hombres con avíos de nubes

que se hincan ante los nidos del crepúsculo,

muchachos que tajean a los gansos

cercanos en el cielo,

y garzas, caracolas

que hablan los siete mares,

aguas eternas, lejos de las ciudades

con noches de nueve días

cuyas torres se enredaran

en el viento piadoso

como estacas de paja alta y seca,

ante la pobre paz yo canto

para vosotros, extranjeros,

(aunque la canción sea un acto

encrespado y ardiente,

con el fuego de los pájaros

en el bosque giratorio del mundo

por mis sonidos salpicados y dispersos

fuera de estas hojas con pulgares de mar

que han de echarse a volar para caer

como las hojas de los árboles, tan pronto

como se desmoronen sin morirse,

al entrar en la noche sofocante.

Guardián del mar, el salmón sorbe los deslices del sol

y los cisnes mudos amoratan

mi penumbra que roció la bahía mientras yo acuchillo

a este alboroto de las formas,

para que sepas tú como yo, un hombre giratorio

reverencio también a la estrella y al pájaro estruendoso,

al mar nacido y al hombre desgarrado y a la sangre bendita.

Oye: en este sitio soplo la trompeta

desde el pez hasta el cerro saltarín.

Mira: construyo mi barca que desciende

hasta lo mas alto de mi amor

cuando el diluvio empieza

fuera del manantial del miedo, de la candente ira del hombre que está vivo,

fluido y montañoso brota

sobre las granjas vacías blanco-oveja

que duermen heridas por el sueño

hacia Gales en mis brazos.

¡Oh, guárdate en un castillo

tu, rey de las tonadas de los búhos,

que iluminas de luna las carreras aladas

y zambulles al ciervo muerto

envuelto en pieles de cañada!

¡Hola, en armaduras plúmbeas

oh mi anillada paloma torcaz

en la ululante oscuridad cercana

con la corneja reverente de Gales,

arrulla la alabanza de los bosques

la que aluna sus notas azules desde el nido

hasta la grey de pájaros acuáticos!

¡Alto, cofradía festiva,

ágape, con el pesar en vuestros picos

sobre los cabos parloteantes!

¡Ay a caballo del cerro

la veloz liebre macho!

que oye en esta luz de zorro

el estruendo del diluvio en mi barca

mientras rompo y destruyo

(un choque de yunques

para mi alboroto y mi violín

esta tonada sobre un hongo esponjoso)

todo menos los animales gruesos como ladrones

sobre las rudas y confusas tierras del Señor

(¡Salud a la raza de Sus bestias!)

¡las bestias que duermen flacas y bondadosas,

chito, en los bosques que abultan como cerdos!

¡Cloquean las huecas granjas de las parvas

y se aferran al tropel de las aguas!

Oh, el reino de vecinos aleteante

caído y desplumado, destella en mi barca remendada

y la luz de la luna se bebió a Noé en la bahía

con pellejo y escamas y vellones;

solo las ahogadas campanas profundas

de ovejas y de iglesias

resuenan por la pobre paz cuando el sol cae

y las tinieblas cubren todos los campos benditos.

¡Cabalgaremos solitarios y entonces

bajo las estrellas de Gales

han de llorar multitudes de barcas!

A través de las tierras con párpados acuáticos,

guarecidas con sus amores

ellas irán de una colina a otra

como boscosas islas.

¡Hola, mi paloma de proa con su flauta!

¡Salve, viejo zorro con tus patas de mar,

picaflor y jilguero!

Mi barca canta al sol

al final del verano por Dios apresurado

y el diluvio comienza a florecer.


VEO A LOS MUCHACHOS DEL VERANO

I

Veo a los muchachos del verano en su ruina

convertir en eriales los dorados rastrojos,

desdeñar las cosechas y congelar los suelos;

y allí, en su ardor, el invernal diluvio

de amores escarchados, persiguen a las niñas,

y echan en sus mareas los sacos de manzanas.

Los muchachos de luz en su locura, coagulan lo que tocan,

agrian la miel hirviente;

hurguetean los muñecos de escarcha en las colmenas;

allí en el sol, frígidas hebras

de oscuridad y duda, ellos nutren sus nervios

y el signo de la luna, nada es en sus vacíos.

Veo a los muchachos del verano en el vientre materno

rasgar hacia la luz la atmósfera del útero,

dividir noche y día con pulgares de duende;

allí, desde lo hondo, con sombras seccionadas

de sol y luna ellos pintan sus dársenas

mientras les pinta el sol los cascos de la frente.

Sé que de estos muchachos han de surgir hombres de nada

hechos por la transformación de las semillas,

o han de lisiar el aire saltando de sus llamas,

desde sus corazones, cuando el pulso candente

del amor y la luz estalle en sus gargantas.

Oh, ved el pulso del verano en el hielo.

II

Pero las estaciones deben ser desafiadas o se tambalearán

en algún cuarto de hora repicante

donde, como una puntual muerte hacemos tintinear las estrellas;

esa noche en que el invierno soñoliento

les tira de la negra lengua a las campanas

y no se atreven a chistar siquiera

los vientos de la luna y de la medianoche.

Somos los oscuros negadores, exorcicemos a la muerte

en la mujer colmada de verano,

arrojemos la vida musculosa de los amantes que se crispan,

y de los muertos limpios que hace fluir el mar

echemos al gusano de ojos brillantes en la linterna de Davy,

y del vientre preñado quitemos el muñeco de paja.

Nosotros, muchachos del verano en esta red de cuatro vientos,

verdes por el hierro de las algas,

levantemos al bullicioso mar y arrojemos sus pájaros,

alcemos la bola del mundo llena de olas y espuma

para ahogar los desiertos con sus mareas

y trenzar los jardines del condado.

En primavera ornamentamos nuestra frente.

Vivan las bayas y la sangre,

y crucificamos a los alegres señores en los árboles;

Aquí el húmedo músculo del amor se aja y muere,

aquí estalla un beso en una cantera sin amor,

Oh ved en los muchachos los polos de la promesa.

III

Yo os veo, muchachos del verano, en vuestra ruina.

El hombre en el desierto de su larva.

Y los muchachos son plenos y ajenos en la bolsa.

Soy el hombre que vuestro padre fue.

Somos hijos del pedernal y de la brea.

Oh, ved cómo se besan los polos que se cruzan.


CUANDO DE PRONTO LOS CERROJOS DEL CREPÚSCULO

Cuando de pronto los cerrojos del crepúsculo

ya no encerraron el largo gusano de mi dedo

ni maldijeron al mar enroscado en mi puño,

la boca del tiempo sorbió como una esponja

el ácido lechoso en cada gozne

y se tragó los líquidos del pecho hasta secarlo.

Cuando el mar de galaxia fue sorbido

y liberado todo el lecho seco del mar,

envié a mi criatura para explorar el globo,

el mismo globo de pelos y osamenta

que cosido a mí mismo por mi mente y mis nervios,

mi frasco de materia ligara a su costilla.

Mis fusibles calcularon el tiempo para impulsar su corazón,

él estalló, hecho polvo, hacia la luz

y celebró con el sol un pequeño sabático,

pero cuando los astros asumiendo su forma

dibujaron las briznas del sueño en sus ojos,

ahogó dentro de un sueño las magias de su padre.

Todo surgió armado de la tumba

el cáncer pelirrojo, vivo aún,

los ojos velados de cataratas con sus turbios tejidos;

algunos muertos deshicieron sus quijadas tupidas,

y hubo bolsas de sangre que soltaron sus moscas;

él supo de memoria el sendero de cruces funerarias.

El sueño navega las mareas del tiempo;

el áspero sargazo de la tumba

entrega a sus muertos en este mar tan laborioso;

y el sueño mudo rueda por los lechos

donde las sombras comen el alimento de los peces

y a través de las flores, emergen hacia el cielo.

Cuando de pronto giraron las tuercas del crepúsculo,

y la leche materna fue dura como arena,

envié a mi propio embajador hacia la luz;

por truco o por azar él se durmió

y por arte de magia se armó de una osamenta

para robarme los fluidos en su corazón.

Despierta, mi durmiente, hacia el sol,

trabajador en la mañana pueblerina

y deja a este soñoliento en el sitio en que yace;

han caído los cercos de la luz,

sólo quedan en pie los jinetes más diestros,

y hay mundos que cuelgan de los árboles.


UN CAMBIO EN LOS CLIMAS DEL CORAZÓN

Un cambio en los climas del corazón

vuelve seco lo húmedo, la bala de oro estalla

sobre la tumba helada.

Un clima en la comarca de las venas

cambia la noche en día; la sangre entre sus soles

ilumina al viviente gusano.

Un cambio en el ojo advierte a tiempo

la ceguera hasta el hueso; y el útero incorpora

una muerte mientras surge la vida.

Una sombra en el clima del ojo

es a medias su luz; el mar sondeado irrumpe

sobre una tierra sin arpones.

La semilla que del lomo hace una selva

divide en dos su fruto; y la mitad se escurre

lenta en un viento dormido.

Un clima en la carne y el hueso

es seca y húmeda; el viviente y el muerto

se mueven como espectros ante el ojo.

Un cambio en el clima del mundo

vuelve espectro al espectro; y cada niño dentro su madre

se repliega en su doble de sombra.

Un cambio echa la luna dentro del sol,

tira de las ajadas cortinas de la piel;

y el corazón entrega a sus muertos.


ANTES QUE LLAMARA

Antes que llamara y la carne me abriese,

que mis líquidas manos golpearan en el vientre,

yo, que era entonces informe como el agua

que formaba el Jordán junto a mi casa

era hermano de la hija de Mnetha

y hermana del gusano que gestaba la vida.

Yo que era sordo ante la primavera y el verano,

que no sabía los nombres de la luna y el sol,

ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne,

aunque existía sólo en forma de infusorio,

veía las plomizas estrellas, el martillo lluvioso

que mi padre balanceaba en su cúpula.

Conocía el mensaje del invierno,

los dardos del granizo y la nieve pueril

y el viento era mi hermana pretendiente;

en mí saltaba el viento, el rocío infernal;

y mis venas fluían con los climas de oriente;

antes que me engendraran supe el día y la noche.

Antes que me engendraran ya por cierto sufría;

el potro de tortura de los sueños

enroscaba mi osamenta de lirio

en una cifra viva,

la carne era cortada para cruzar los bordes

de las horcas en cruces sobre el hígado

y las zarzas de los cerebros estrujados.

Mi garganta conocía la sed antes de la estructura

de vena y piel alrededor del pozo

donde palabras y agua se entremezclan

sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,

mi corazón conocía el amor, mi vientre el hambre;

al gusano yo olía entre mis propias heces.

Después el tiempo envió a mi mortal criatura

a derivar o ahogarse en los océanos

habituados a la aventura de la sal

en las mareas que jamás tocan las orillas.

Yo que era rico, me hice más rico aún

sorbiendo poco a poco el vino de los días.

Nacido del espectro y la carne, no era espectro

ni hombre, sino espectro mortal.

Y luego me abatió la pluma de la muerte.

Fui mortal hasta el último suspiro prolongado

que llevó hacia mi padre

el mensaje de su agónico cristo.

Tú que te inclinas en la cruz y el altar

acuérdate de mí y apiádate de Aquel

que mi carne y mi sangre tomó por armadura

y llegó a traicionar el vientre de mi madre.


LA FUERZA QUE POR EL VERDE TALLO IMPULSA A LA FLOR

La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor

impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol

es la que me destruye.

Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa

que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.

La fuerza que impulsa el agua entre las rocas

impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos parlantes

vuelve cera los míos.

Y yo estoy mudo para contarle a mis venas

cómo la misma boca bebe del manantial de la montaña.

La mano que arremolina el agua del estanque

remueve las arenas; la que amarra las ráfagas del viento

iza mi vela de sudario.

Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado

que el barro del verdugo está hecho de mi arcilla.

Los labios del tiempo sorben del manantial;

el amor gotea y se acumula, mas la sangre vertida

calmará sus pesares.

Y yo estoy mudo para decirle al viento en la intemperie

cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los astros.

Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada

que en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano.


MI HÉROE DESNUDA SUS NERVIOS

Mi héroe desnuda sus nervios a lo largo de mi cintura

que rige de la cintura hasta los hombros,

desenvuelve la cabeza que, como un fantasma soñoliento,

se apoya en mi mortal regidor,

el espinazo altivo que desprecia los giros y torsiones.

Y estos pobres nervios tan atados al cráneo

duelen sobre el papel abandonado por su amante

yo me abrazo al amor con mi garabateo revoltoso

que gime todo el hambre de amor

y le cuenta a la página su vacío infortunio.

Mi héroe desnuda mi costado y ve a su corazón

que marcha como Venus desnuda

por la playa de carne y enrosca su ensangrentado pliegue;

al despojar mis lomos de promesas

promete cierto calor secreto.

Él sostiene los cables de esta caja de nervios

alabando el error mortal

del nacimiento y de la muerte, esas dos tristes sotas de ladrones.

y el hambre es emperador;

tira él de la cadena, la cisterna se agita.


DONDE UNA VEZ LAS AGUAS DE TU ROSTRO

Donde una vez las aguas de tu rostro

giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma,

los muertos alzan la mirada;

donde un día asomaron el pelo los tritones

a través de tu hielo, el viento áspero navega

por la sal, la raíz, las huevas de los peces.

Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura

en el cordón de la marea, allí camina ahora

el vegetal destejedor,

con tijeras filosas, empuñando el cuchillo

para cortar los canales en su origen

y derribar los frutos empapados.

Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo

irrumpen en las camas galantes de las algas;

el alga del amor se vuelve mustia;

allí en torno a tus piedras

sombras de niños van, que desde su vacío

lloran ante el mar colmado de delfines.

Secos como la tumba, tus coloreados párpados

no serán aherrojados mientras la magia se deslice

sabia sobre el cielo y la tierra;

habrá corales en tus lechos,

habrá serpientes en tus mareas,

hasta que mueran todos nuestros juramentos del mar.


SI ME HICIERA COSQUILLAS EL ROCE DEL AMOR

Si me hiciera cosquillas el roce del amor

si una niña tramposa me robara a su lado

y horadase sus pajas rompiendo mi vendado corazón,

si ese rojo escozor pudiera dar a luz

la risa en mis pulmones como pare el ganado,

no temería yo a la manzana ni al diluvio

ni a la sangre maligna de la primavera.

¿Qué será, macho o hembra? se preguntan las células

y como un fuego arrojan desde la carne la ciruela.

Si me hiciera cosquillas la cabellera incubadora,

el hueso alado que crece en los talones,

la comezón del hombre sobre el muslo del niño,

no temería al hacha ni a las horcas

ni a la varas cruzadas de la guerra.

¿Qué será, macho o hembra? se preguntan los dedos

que llenan las paredes de niñas inmaduras

con sus hombres dibujados a tiza.

Si me hiciera cosquillas la avidez del granuja

que insufla su calor al nervio en carne viva

no temería al diablo sobre el lomo

ni a la tumba veraz.

Si me hiciera cosquillas el roce de los amantes

que no borra ni las patas de gallo ni la risa sin dientes

sobre magras quijadas en la vejez enferma,

el tiempo y las ladillas y el burdel de amoríos

me dejaría frío como manteca para moscas,

las espumas del mar bien podrían ahogarme

cuando rompen y mueren al pie de los amantes.

La mitad de este mundo es del demonio, la otra mitad es mía,

bobo por esa droga fumada en una niña

y enredado en el brote que bifurca su ojo.

La tibia del anciano y mi hueso tienen la misma médula

y todos los arenques huelen dentro del mar,

yo me siento y contemplo bajo mi uña al gusano

que corroe lo vivo.

Y éste es el roce, único roce que hormiguea.

El mono contrahecho que se hamaca a lo largo de su sexo

desde las húmedas tinieblas del amor y el tirón de la nodriza

no puede hacer surgir la medianoche de una risa entredientes,

ni del momento en que encuentra una belleza entre los pechos

de la amante, la madre, los amantes o toda su estatura

en la punzante oscuridad.

¿Y qué es el roce? ¿La pluma de la muerte sobre el nervio?

¿es tu boca, amor mío? ¿El abrojo en el beso?

¿Mi payaso de Cristo nacido sobre el árbol entre espinas?

Las palabras de la muerte son más secas aún que su mismo cadáver

y mis heridas llenas de palabras tienen las huellas de tu pelo.

Me haría cosquillas el roce del amor, pues bien:

hombre, sé mi metáfora.


NUESTROS SUEÑOS DE EUNUCO

I

Nuestros sueños de eunuco, sin semillas en la luz,

de luz y amor, los vaivenes del corazón,

castigan los miembros de sus hijos,

y amortajados su manto y su sábana,

acicalan a las novias oscuras, las viudas de la noche

presas entre sus brazos.

Las sombras de las niñas, con sudarios fragantes,

cuando se esconde el sol se apartan del gusano,

de los huesos del hombre, quebrados en sus lechos,

por nocturnas roldanas que vacían la tumba.

II

En ésta, nuestra época, el bandido y su hembra

fantasmas de una sola dimensión se aman sobre un carrete,

ajeno a la verdad de nuestros ojos,

y dicen engreídos sus naderías de media noche entre poses banales;

cuando paran las cámaras corren a su agujero

bajo el jardín del día.

Bailan entre nuestra calavera y sus linternas

imponen sus imágenes y echan fuera las noches;

miramos esa función de sombras que se besan o matan,

con fragancia de celuloide la mentira es amor.

III

¿Cuál es el mundo? ¿Cuál de nuestros dos modos de dormir

despertará cuando el bálsamo y su sarna

levanten esta tierra de ojos rojos?

Desatará las formas del día y sus aprestos,

los señores soleados, los ricachos galenses,

o impulsará a quienes se atavían en la noche.

La fotografía hizo sus bodas con el ojo,

y clavó en su pareja cáscaras fragmentarias de verdad;

el sueño ha sorbido desde su fe al durmiente

pues los amortajados se tornan médula en su vuelo.

IV

Este es el mundo: la engañosa semejanza

de nuestras trizas de materia que caen como harapos

desde los ademanes del amor y el rechazo;

el sueño que echa a los enterrados de su bolsa

venera a estos despojos tanto como a los vivos.

Este es el mundo. Tened fe.

Porque seremos como el gallo que grita

dispersando a los muertos; golpearán nuestras balas

la imagen de las planchas;

y dignos compañeros seremos de por vida,

y aquél que permanezca florecerá mientras ellos se aman,

gloria a nuestros errantes corazones.


SOBRE TODO CUANDO EL VIENTO DE OCTUBRE

Sobre todo cuando el viento de octubre

el pelo me castiga con sus dedos de escarcha,

preso en el sol exasperante, marcho ardiendo

y tiro hacia la tierra un cangrejo de sombra,

a la orilla del mar, cuando oigo el alboroto de los pájaros

y oigo la tos del cuervo en los bastones del invierno,

mi atareado corazón que mientras habla tiembla

vierte el silabeo de su sangre y agota sus palabras.

Encerrado también en una torre de palabras

trazo en el horizonte que anda como los árboles

las siluetas verbales de mujeres, y las filas de niños

con sus gestos de estrella sobre el parque.

Algunas me permiten crearte de las hayas colmadas de vocales,

otras de las voces del roble, o desde las raíces

de múltiples comarcas espinosas te cuentan sus memorias,

otras me permiten crearte con los sermones de las aguas.

Tras un tiesto de helechos, el reloj oscilante

pronuncia la palabra de la hora, el sentido del nervio,

vuela sobre el disco imantado, declama la mañana

y cuenta al huracán en la veleta.

Algunas me permiten crearte con los signos del prado;

la hierba señalera que me relata todo lo que sé

traspasa el ojo con el invierno lleno de gusanos.

Algunas me permiten contarte los pecados del cuervo.

Sobre todo cuando el viento de octubre

(algunas me permiten crearte de hechizos otoñales

la de lenguas de araña y la colina resonante de Gales)

castiga a la tierra con puños como nabos

algunas me permiten hacerte de las palabras sin corazón.

El corazón quedó agotado, balbuceando en los remolinos

de la química sangre, advertido de la furia que avanza.

A la orilla del mar oye a los pájaros sombreados de vocales.


CUANDO, COMO UNA TUMBA VELOZ

Cuando el tiempo te alcance, como una tumba veloz,

cuando tu calma y tu ternura sean una guadaña de cabellos

cuando el amor en su atavío se demore por la casa,

al subir por desnudas escaleras, paloma en coche fúnebre,

remolcada hacia el techo.

Cuando llegue el momento, como un sastre de acechantes tijeras,

entregadme que, tímido en mi tribu,

me hallo más desnudo de amor que la trampa del Cadáver

despojado de la lengua del zorro, su metro calibrado

a medida del hueso,

entregadme, maestros míos, cerebro y corazón,

el corazón de la vela del Cadáver se funde

cuando la sangre con manos como pala y el tiempo de la lógica

hacen surgir los niños a golpes de pulgar

de la doncella y el cerebro.

Porque con rostro endomingado y plumeros en el guante,

casto y cazador, hombre con vista de fusil,

yo, a quien la capa del tiempo o el abrigo del hielo

tal vez no logren apresar con un círculo virgen

en la tumba precisa,

ando con fuerza propia por la comarca del Cadáver

mis maestros machacadores del cerebro teclean en la piedra

la desesperación de la sangre, la fe en el barro de la doncella,

la alarma entre castrados y la mancha de ácido

en la horquilla y el rostro.

El tiempo es una tonta fantasía, tiempo y tonto.

No, no, tú calavera amante, el martillo descendente

desciende, oh mis maestros, sobre la honra traspasada.

Tú, calavera héroe, el Cadáver guardado

ordena que el bastón se quiebre.

El gozo no es una nación que llama, señor y señora,

ni la fusión del cáncer, ni la pluma del verano

encendida en el árbol abrazado, ni la cruz de la fiebre,

ni el alquitrán de la ciudad, ni el túnel horadado para nutrir al hombre

a través del asfalto.

Apago las velas en tu torre del techo

el goce es el llamado del polvo, la bala del Cadáver

del retoño de Adán tras su envoltura,

el amor es una patria con luces de crepúsculo y el cráneo del estado

señor, es tu propia condena.

Todo termina, se termina la torre

(abandona la casa de los vientos) y la oscilante escena,

la pelota de pie que depende del sol

(tu verano se esfuma) con la piel de cemento

y el final de la acción.

Todos, hombres, mis hombres dementes, el viento insalubre

contagia la tos del silbador, el tiempo en acecho

prepara una muerte de ceniza; el amor con sus tretas,

es el hambre gozoso del Cadáver, mientras vosotros alcanzáis

el mundo a prueba de besos.


DESDE LA PRIMERA FIEBRE DEL AMOR A SU INFORTUNIO

De la primera fiebre del amor a su infortunio, desde el tierno segundo

hasta el hueco minuto del vientre,

desde el primer atisbo hasta el tijeretazo umbilical

la edad del pecho y la época feliz del delantal cuando ninguna boca

se agitaba en torno al hambre suspendido,

y el mundo entero era uno solo, una nada ventosa,

bautizaron mi mundo en un fluir de leche.

Y la tierra y el cielo fueron un solo cerro al aire,

el sol y la luna derramaban una misma luz blanca.

Desde la primera huella del pie descalzo, desde la mano que se eleva

y la irrupción del pelo,

desde el primer secreto del corazón, el fantasma que advierte,

y hasta el primer asombro mudo ante la carne,

el sol fue rojo y la luna fue gris,

y la tierra y el cielo fueron cual dos montañas que se encuentran,

El cuerpo prosperó, los dientes en las encías meduladas,

los huesos que crecían, el murmullo del semen

dentro de la glándula santificada, la sangre bendijo al corazón,

y los cuatro vientos, que tanto tiempo soplaron al unísono

abrillantaron mis orejas con la luz del sonido,

llamaron en mis ojos con el sonido de la luz.

Y fue amarilla la multiplicación de las arenas,

cada grano dorado salpicaba la vida en su vecino,

verde era la casa cantarina.

La ciruela que mi madre arrancara maduró dulcemente,

el niño que dejara caer desde la oscuridad de su costado

hacia el regazo cavado de la luz, creció fuerte,

musculoso, enmarañado, atento a los gemidos del muslo

y a la voz que, como una voz de hambre,

arañaba en el sonido del viento y del sol.

Y desde el primer deterioro de la carne

yo aprendí el lenguaje del hombre para enroscar las formas del pensar

en el idioma pétreo del cerebro,

para llenar de sombras y tejer nuevamente la trama de palabras

dejada por los muertos que, en su césped sin luna,

no necesitan del calor de la palabra.

La raíz de las lenguas se termina en un cáncer exangüe,

no es más que un nombre que los gusanos hacen cruz.

Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi secreto;

las claves de la noche golpearon en mi lengua;

donde antes había sólo una, hubo de pronto muchas mentes sonoras.

Un solo vientre, un solo espíritu vomitó la materia.

Un pecho amamantó al fruto de la fiebre,

aprendí la otra cara del cielo que divorcia,

el globo dos veces enmarcado que giraba;

un millón de cerebros alimentaron al retoño

que divide mis ojos;

la juventud, de veras se abrevió; las lágrimas de la primavera

se diluyeron en el verano y en las cien estaciones;

un sólo sol, un único maná, fue calor y alimento.


AL PRINCIPIO

Al principio era la estrella de tres puntas,

única sonrisa de luz a través de la cara vacía;

única rama de hueso a través del aire enraizado

la sustancia partida que fue la médula del sol primero;

y ardientes cifras en el curvo espacio

iban mezclando el cielo y el infierno en su ronda.

Al principio era la firma pálida,

trisílaba y estrellada como la sonrisa;

y vinieron después las huellas sobre el agua,

el sello de la cara acuñada en la luna;

la sangre que tocaba el árbol de la cruz y el cáliz

tocó la primera nube y en ella dejó un signo.

Al principio era el fuego ascendente

que encendía con una chispa las atmósferas,

chispa de ojos rojizos, chispa de triplicados ojos,

brusca como una flor;

se irguió la vida a chorros de los mares rodantes,

estalló en las raíces, arrancó de la tierra y la roca

los aceites secretos que impulsan la hierba.

Al principio era la palabra, la palabra

que de las sólidas bases de la luz

le sustrajo todas las letras al vacío;

y de las bases nubladas del aliento

la palabra fluyó, y al corazón tradujo

los primeros indicios de nacimiento y muerte.

Al principio era la mente secreta,

la mente estaba encarcelada y soldada al pensamiento

antes que la pendiente se bifurcara rumbo a un sol;

antes que las venas se sacudieran en sus cedazos

se disparó la sangre y esparció hacia los vientos de la luz

la costilla original del amor.


LA LUZ IRRUMPE DONDE NINGÚN SOL BRILLA

La luz irrumpe donde ningún sol brilla,
donde no se alza mar alguno, las aguas del corazón
impulsan sus mareas;

Y, como rotos fantasmas con tocas de luciérnagas
las cosas de la luz

desfilan por la carne, donde no hay carne alguna que atavíe los huesos.

Una vela en los muslos

calienta la juventud y el semen y quema la simiente de la edad;

donde ningún semen se agita,

el fruto del hombre se despliega en las estrellas,

lustroso como un higo;

donde no hay cera alguna, muestra su pábilo la vela.

El alba irrumpe atrás de los ojos;

desde ambos polos, cráneo y piel, la sangre tempestuosa

como un mar se desliza;

sin cercas ni vallados brotan los surtidores

del cielo hacia la vara

prediciendo en la sonrisa el óleo de las lágrimas.

La noche ronda en las órbitas,

como una luna de alquitrán, límite de los globos;

el día ilumina el hueso;

donde no hay frío alguno, el ciclón deshollador desata

las ropas del invierno;

la película de la primavera se cuelga de los párpados.

La luz irrumpe en solares ocultos,

En las crestas del pensamiento donde los pensamientos huelen en la lluvia,

cuando muere la lógica,

el secreto del suelo crece a través del ojo,

y la sangre al sol brinca

en terrenos baldíos donde el alba hace un alto.


ME HICE CAMARADA DEL SUEÑO

Me hice cantarada del sueño que besaba mi mente,
dejé caer la lágrima del tiempo; el ojo del durmiente
que se abría a la luz, giró hacia mí como una luna.
Así, con talones alados, volé a lo largo de mi cuerpo
y caí sobre el sueño y sobre el cielo en alto.

Escapé de la tierra y me trepé desnudo por la atmósfera,
llegué a un segundo suelo lejos de las estrellas;
y allí los dos lloramos, yo y otro ser fantasmal,
con ojos maternales sobre la cima de los árboles:
escapé de ese suelo, ágil como una pluma.

"El globo de mis padres llama en su eje y canta"

"Este lugar que andamos era también la tierra de tus padres"

"Pero esto que pisamos soporta las cuadrillas angélicas,

dulces son sus paternos rostros en las alas"

"Son sólo hombres que sueñan. Si tú soplas se esfuman".

Se esfumó así mi espectro compañero de maternales ojos,
mientras, flotando entre los ángeles yo me hallaba perdido
en la costa de nubes, entre las sombras parlantes de las tumbas;
impulsé hacia sus lechos a los hermanos soñadores
donde ellos aún duermen sin conocer a su fantasma.

Entonces, la materia de ese aire viviente

una voz dejó oír, y, trepando a las palabras,

deletreé mi visión con mano y pelo,

qué ligero el dormir sobre los suelos de esta estrella

qué profundo el velar en estas nubes como mundos.

Allí crece hacia el sol la escala de las horas

cada peldaño es pérdida, o amor hasta el final,

la sangre humana hostiga estos lerdos avances.

Un hombre, viejo y loco se trepa todavía a su fantasma

y es el fantasma de mis padres que trepa por la lluvia.

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