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3/29/2009

THOMAS DYLAN SU POESIA B

SOÑÉ MI GÉNESIS

Soñé mi Génesis en sudores de sueño, irrumpía

a través de la valva giratoria, fuerte

como un músculo motor en el taladro surgía

de la visión y de los nervios espesos como vigas.

Desde los miembros a la medida del gusano, se soltaba

de la carne estriada. Desfilaba

por todas las cadenas de la hierba, metal

de soles en la noche que derrite al hombre.

Heredero de las venas quemantes, guardianes de la gota de amor,

preciosa criatura en mis huesos

yo rondé velozmente el globo que heredara, travesía
por hombre ataviado de noche.

Soñé mi Génesis y morí otra vez, granada
prisionera del corazón en marcha, agujero
en la herida hilvanada y en el viento grumoso, muerte
embozada en los labios que comían el gas.

Puntual en mi muerte segunda señalé las colinas, las cosechas

de cicuta y las matas, mi sangre
enmohecida sobre los calmos muertos, forzaba
mi segunda batalla desde el pasto.

Y el poder contagió mi nacimiento, el segundo
elevarse del esqueleto

y el volver a vestir el fantasma desnudo. La humanidad
escupida desde una pena vuelta a padecer.

Soñé mi Génesis en sudores de muerte

caída por dos veces en el nutricio mar,

vástago rancio de las saladas lágrimas de Adán. Visión

de nueva fuerza humana. Busco al sol.


MI MUNDO ES PIRÁMIDE

Mitad del padre camarada

cuando imita al Adán que el mar sorbiera

en su casco vacío,

Mitad de la madre camarada

cuando salpica con su leche lasciva

la zambullida del mañana,

las sombras bifurcadas por el hueso del trueno

saltan hacia la sal que no ha nacido.

La mitad camarada era de hielo

cuando una primavera corrosiva

brotaba en la cosecha del glaciar.

la sombra y la simiente camarada

murmuraban el vaivén de la leche

encrespado en el pecho,

pues la mitad del amor era sembrada en el fantasma

estéril y perdido.

Las mitades dispersas se han vuelto camaradas

en un ente lisiado

la muleta que la médula golpea sobre el sueño

renguea en la calle del mar, entre la turba

de cabezas con lengua de marea y vejigas al fondo

y empala a los durmientes en la tumba salvaje

donde ríe el vampiro.

Las mitades zurcidas se partían huyendo

por el bosque de los cerdos salvajes y la baba en los árboles,

sorbiendo las tinieblas sobre el cianuro se abrazaban

y desataban víboras prendidas en su pelo;

las mitades que giran perforan como cuernos

al ángel arterial.

¿De qué color es la gloria? ¿La pluma de la muerte?

tiemblan esas mitades que taladran el ojo de la aguja en el aire

y a través del dedal horadan el espacio, manchado de pulgares.

El fantasma es un mudo que farfullaba entre la paja,

el fantasma que tramaba el saqueo en su vuelo

enceguece sus ojos rastreadores de nubes.

II

Mi mundo es pirámide. La sigilosa máscara

llora sobre el ocre desierto y el verano

agresivo de sal.

Con mi armadura egipcia fundiéndose en su sábana

araño la resina hasta un hueso estrellado

y un falso sol de sangre.

Mi mundo es un ciprés y un valle de Inglaterra

yo remiendo mi carne que retumbó en los patios

roja por la salva de Austria.

Oigo a través del tambor de los muertos, que mutilados jóvenes

mientras siembran sus vísceras desde un cerro de huesos

gritan Eloi a los cañones.

El cruce del Jordán arrasa mi sepulcro.
El casquete del Ártico y la hoya del sur
invaden mi jardín de casa muerta.
El que me busca lejos señalando en mi boca
las pajas de Asia me pierde cuando doblo
por el maíz atlántico.

Las mitades amigas, partidas mientras giran

en redes de mareas, se enredan a las valvas

y hacen crecer la barba del diablo no nacido,

sangran desde mi horquilla ardiente y huelen mis talones

las lenguas celestiales murmuran mientras yo me deslizo

atando la capucha de mi ángel.

¿Quién sopla la pluma de la muerte? ¿De qué gloria es el color?

en la vena yo soplo esta pluma lanuda

es el lomo la gloria en una laboriosa palidez.

Mi arcilla ignora el pecho y mi sal no ha nacido,

niño secreto, yo vago por el mar

en seco, sobre el muslo a medias derrotado.


TODO, TODO Y TODO, LOS MUNDOS ÁRIDOS LEVANTAN

I

Todo, todo y todo los mundos áridos levantan,

la época del hielo, el océano sólido,

surgen desde el petróleo y las masas de lava.

Ciudad de primavera, la gobernada flor,

gira sobre la tierra que hace girar los pueblos de ceniza

en torno a una rueda de fuego.

Y ahora también mi carne, compañera desnuda,

ubre del mar, el mañana y su glándula,

gusano sobre el cuero cabelludo, cercado y macilento.

Todo, todo y todo, la médula espumosa,

la amante del cadáver, flaca como el pecado,

todo desde la carne, los mundos áridos levantan.

II

Tú mi mortal, no temas al mundo laborioso,

no temas a la sangre sintética e insípida,

ni al corazón en el metal estriado.

No temas a las huellas, ni a la molienda de semillas,

ni a la guadaña, ni al gatillo, ni a la espada nupcial,

ni al pedernal en la contienda del amante.

Hombre hecho de mi carne, mandíbula partida
conoce ahora la prisión y el vicio de la carne,
y la jaula del cuervo con ojos de guadaña.
Sabe, tú, hueso mío, el alzarse nudoso
no temas a las hélices que hacen girar la voz,
y el rostro hacia el amante desdeñado.

III

Todo, todo y todo los mundos áridos acoplan

espectro con espectro y el hombre se contagia

del vientre de su pueblo sin forma.

Todo lo que se forma de la succión del pecho y la placenta

golpeó su carne mecánica en la mía

y cuadró en estos mundos su círculo mortal.

Florece, florece la fusión de los seres.

Oh luz en el cénit, el acoplado brote

y la llama en la visión de la carne.

Fuera del mar, el oleaje de aceite,

la órbita y la tumba, y la sangre de bronce

florece, florece, todo, todo y todo.


YO, EN MI IMAGEN INTRINCADA

I

Yo, en mi imagen intrincada, a caballo en dos planos,

forjado del mineral humano, bardo de bronce

que modela su espectro en el metal,

ando por las escarnas de este mundo gemelo

mi fantasmal mitad en su armadura

se aferra a mi marcha de esposado

por los corredores de la muerte.

Partiendo de la maldición en el bulbo la primavera desenreda
la cólica estación, brillante como sus ruedas hilanderas,
labrada sobre un mundo de pétalos;
ella trama la savia y las agujas, la burbuja y la sangre
se arroja a las raíces de los pinos y como una montaña surge el
hombre
de la entraña desnuda.

Partiendo desde la maldición en el fantasma y las nacientes maravillas

imagen entre imágenes, mi espectro de metal
se abre camino a través de la campánula,
mi hombre de hojas y la raíz de bronce, mortal, inmortal,
yo, en mi fusión de movimientos viriles y rosados
creo este milagro gemelo.

Este es el destino del hombre; el natural peligro,
una alta torre con figura humana, sin maestro, con un cerco de
huesos,

ninguna muerte más natural;

así el hombre sin sombra, o el buey, y el demonio pintado
en la captura del silencio cometen el mortal sinsentido:
el paralelo natural.

Mis imágenes acechan los árboles y el túnel inclinado de la savia,

no hay marcha más riesgosa, las huellas verdes y la flecha
se trepan sobre el ruido de los pasos.
Yo con el insecto de madera en el árbol de ortigas,
en la cama de vidrio de las uvas con la flor y el caracol
oigo el caer de la intemperie.

Intrincada humanidad para el fin, los rivales inválidos

viajando en el sentido del tiempo fuera del refugio hecho símbolo

hallan las aguas últimas,

recibiendo su doble despedida en la terraza de los tísicos,

navegan por la superficie, la aventura de partir,

hasta el arribo a toda vela.

II

Trepan a la cima del campo,

doce vientos se encuentran junto a la blanca multitud que pace,

encierran las erguidas praderas en el corral de la colina;

ven tropezar a la ardilla,

el caracol, como una liebre marcha aturdido en torno de la flor,

un alboroto de árboles y climas en la espiral de viento.

Cuando se sumergen, el polvo se aposenta,
las piedras cadavéricas caen densas y fuertes,
la ruta de las aguas donde el oso polar y la caballa
convierten al mar largo en una arteria,
muestran al enemigo un rostro de petróleo ciego,
los muertos sin jinete junto al muro del dique.

(Instrumentos de muerte

que hieren el ojo largo abierto y el barreno,

vuestro tirabuzón va al centro del pezón y el ombligo,

hacia el cuello de las narices,

bajo la máscara y el éter, se vuelven sangrientos, los bisturíes,

los funerales antisépticos.

Haced salir a la patrulla negra

a los monstruosos oficiales, y a vuestro ejército decrépito,

el centinela sepulturero guarnecido bajo los cardos,

gallo de estercolero

anuncia a Lázaro que la mañana es vanidad.

Que el polvo sea vuestro salvador bajo el suelo conjurado).

Mientras ellos se ahogan, se echan a vuelo las campanas,
dulcemente, la campana del buzo en la torre del rocío marino
tañe la escala del Mar Muerto;
y presos en el agua hasta que el tritón se agite,
ensartado por el hilo de una maleza de ballenas, desde la balsa
del verdugo,

oyen a los que rompen los cristales de sal y las lenguas del entierro.

(Posa el brazo de mar

sobre el disco grabado de la tierra que gira,
para que la púa de relámpago deslumbre esta cara de voces
sobre el plato inundado de luna,
deja al disco de cera balbucear

vergüenzas y deshonras húmedas, tal es arañar de la reliquia.
Estos son los registros de tus años. El mundo circular se inmoviliza).

III

Ellos sufren las aguas que no han muerto donde tasca la tortuga,

llegan hasta las torres clavadas en el mar, trepándose a la fibra

la pendiente del cráneo

y el dedal tapizado de células,

sufrid, mis humillados, que un ángel doble

surge de las cárceles pétreas como árbol sobre Aran.

Sé traspasado por tu propio espectro, sus ganchos puntiagudos

por el bronce y la imagen sin cuerpo en una vara de locura

enganchado a las estrellas en el ángulo de Jacob

colina de humo y valle de drogados,

y el Hamlet de los fondos sobre el coral paterno

que empuja la visión enana de la pila de hierro.

Sufrid el tajo de la visión junto al rastrojo verde como aleta;
sed partidos por los barcos marinos anclados en el cordón del
hombre

por el viaje hacia el fondo de los huesos triturados
en el naufragio de los músculos;

cesad, amantes, de enlazaros, y la lucha por el mar de cera,
el amor es como bruma o fuego entre el lecho de las anguilas.

Y en las tenazas del hirviente círculo

la mar y el instrumento mellado en los candados de los tiempos

el hierro solitario de mi sangre preciosa

en la ciudad que se derrama,

yo en un viento de fuego desde la verde cuna de Adán,

ningún hombre tan mágico, ahuyenté al cocodrilo con sus guerras.

El hombre era la escama, los esmaltados pájaros mortíferos,

cola, Nilo y hocico, domador de los juncos,

el tiempo en las casas sin horas

sacudía el cráneo incubado por el mar,

Y vacío lloraba por sus blancos vendajes

por los óleos y ungüentos en el cáliz fugitivo.

El hombre era la máscara del Cadáver, el manto que vestía,

la corrompida profundidad fue la maestra jactanciosa del hombre,

mi fantasma en su neptuno de metal

forjado del mineral humano.

Este fue el dios del comienzo en los remolinos intrincados del mar

y mis imágenes se elevaron y rugieron sobre la colina del cielo.


ESTE PAN QUE YO PARTO

Este pan que yo parto fue alguna vez avena,

este vino en un árbol extranjero

se zambulló en su fruta;

durante el día el hombre y por la noche el viento

segaron las cosechas, rompieron el gozo de la uva.

Alguna vez, en este vino, la sangre del verano

golpeteaba en la carne que vestía la viña,

un día en este pan

la avena al viento era alegría,

el hombre rompió el sol, abatió el viento.

Esta carne que partes, esta sangre a la que dejas

sembrar desolación entre las venas

fueron avena y uva

nacieron de la raíz sensual y de la savia;

mi vino que te bebes, el pan que me arrebatas.


EL DEMONIO ENCARNADO

El demonio encarnado en una serpiente parlante,
con los planos centrales del Asia en su jardín,
despertó y azuzó al mundo que nacía,
dividió la barbada manzana en formas del pecado,
y Dios andaba allí, violinista de guardia

y al tocar su instrumento derramaba el perdón desde el cerro del cielo.

Cuando los mares explorados eran desconocidos

—una luna hecha a mano, a medias santa en una nube—

cuentan los sabios que las deidades del jardín

enroscaron el mal y el bien sobre un árbol de oriente;

y cuando la luna se alzó llena de viento fue

negra como la bestia y más pálida que la cruz.

En nuestro Edén supimos del secreto guardián

en las aguas sagradas que ninguna escarcha podía endurecer,

y en las pujantes mañanas de la tierra;

el infierno en un cuerno de azufre y el mito tronchado,

todo el cielo en un eclipse del sol,

una serpiente tocaba su violín cuando el mundo nacía.


HOY ESTE INSECTO

Hoy, este insecto, y el mundo que respiro.

ahora que mis símbolos se abrieron paso al espacio,

el tiempo contempla la ciudad y yo tomo del tiempo

descuidado y precioso una mitad para empujar con ella la oración,

separé los sentidos de la verdad y la fábula

tumbé la guillotina, la cabeza y la cola

mellizos rojo-sangre fueron las dos testigos de este

asesinato del Edén y la Génesis verde.

El insecto cierto es la plaga de las fábulas.

El monstruo de este cuento tiene una cofia de serpientes;

ciego en la espiral corre en torno de los bordes llameantes,

mide su longitud sobre el muro del jardín

y destroza su valva en el último comienzo agitado;

un cocodrilo ante la crisálida

ante el amor perdido, el hueso volador del corazón,

alado como un asno de sabático, este cuento de niños

no creído sopla a Jericó sobre el Edén.

El insecto de la fábula es la cierta promesa.

Muerte, muerte de Hamlet y locos de pesadilla,
un molino de viento arrastrado sobre un caballo de madera
la bestia de Juan, la paciencia de Job y los embustes de la visión
sobre el mar irlandés, habla la voz intemporal de Grecia
"Yo amo a Adán, mi amor por los locos es un amor sin fin,
ningún amante de las fábulas tiene un final tan verdadero,
todos los enamorados son leyenda sobre un árbol de historias.
mi cruz de cuentos tras la cortina fabulosa".


LA SEMILLA-LATENTE

La semilla-latente no abordará

a este pueblo de espectros, el vientre pisoteado

que se amuralla contra sus asaltos,

ningún dios-en-héroe se desplomará

como una torre sobre la ciudad

tropezando de una manera excelsa y muda

sobre la línea donde el hombre se declara.

La semilla-latente no abordará

este pueblo de espectros, el vientre donde el hombre se declara

amurallado contra sus asaltos,

ningún dios en héroe se desplomará

como una torre sobre la ciudad

saltando de una manera excelsa y muda

sobre la línea donde la guerra se gesta.

A través de las murallas del cielo

será acribillada la simiente flanqueada por estrellas

maná para la tierra retumbante

y alerta para el mar descifrado;

atrincherada en un reducto virgen

ha de pelear con el guardián

y con el custodio de la llave.

A través de las murallas del cielo

será acribillada la semilla flanqueada por estrellas

maná para la tierra protegida

y alerta para la mar virgen;

invadiendo un reducto privado

ha de pelear con el guardián

y con el que pierde la llave.

¿Puede un humilde pueblo trabajar

y rehusar un continente?

Un hemisferio puede reprenderla

y una pulgada verde sostenerla;

que la simiente-héroe encuentre su refugio

puertos de mar junto a una orilla ebria

con marinos sedientos que la escondan.

¿Puede un planeta humilde trabajar

y rehusar un continente?,

puede una aldea verde reprenderla

y una alta esfera sostenerla;

que la simiente héroe encuentre su refugio

puertos de mar en la orilla sedienta

con marineros ebrios que la escondan.

Hombre-en-semilla, en semilla-latente

desde los extranjeros campos del espacio

no ha de tronar en la ciudad

con una guarnición flanqueada por estrellas,

ni el héroe del mañana apuntará

con los cañones de su reino

hacia el lugar en que se araña el cielo.

Hombre-en semilla, en semilla-latente

desde los campos flanqueados por las estrellas del espacio

truena sobre el pueblo extranjero

con una guarnición embolsada en arena

y el héroe del mañana

no elevará los cañones de su reino

desde el recinto donde bulle la tumba ciega.


SE DIRÁ QUE LOS DIOSES CASCAN LAS NUBES

¿Se dirá que los dioses cascan las nubes
cuando las nubes son malditas por el trueno,
se dirá que lloran cuando aúlla la atmósfera?
¿Serán los arcoiris el color de sus túnicas?

Cuando llueve ¿dónde están los dioses?

¿se dirá que hacen brotar el agua de los cántaros,

que sueltan los torrentes?

¿O que al modo de Venus

alguien punza y estruja las ubres de un dios viejo,

o que la húmeda noche como nodriza me reprende?

Se dirá que los dioses son piedra.

¿Retumbará en la tierra una piedra caída,

repicará la grava derribada?

Deja que hablen las piedras

con lenguas que hablan todas las lenguas.


AQUÍ EN ESTA PRIMAVERA

Aquí en esta primavera, flotan estrellas en el vacío;

aquí en este invierno ornamental

se abaten las atmósferas desnudas;

este verano entierra a un pájaro de primavera.

Los símbolos se eligen desde la lenta ronda de los años
por las costas de cuatro estaciones,

los fuegos de tres estaciones y los cantos de cuatro pájaros
son los maestros del otoño.

Del verano, tendría yo que relatar los árboles, la oruga

apenas relatar las tormentas del invierno

o el funeral del sol;

aprendería del cucú la primavera

y la babosa me enseñaría la destrucción.

Una oruga contaría el verano mejor que los relojes,
la babosa es un calendario vivo de los días;
¿qué me contaría si un insecto sin tiempo
dijera que el mundo se consume?


¿NO HACES LAS VECES DE MI PADRE?

¿No haces las veces de mi padre o acaso el brazo erguido
por bien de mi alta torre, no se modela con su piedra?
¿No haces las veces de mi madre, o acaso no has sufrido como
yo

mi vergüenza en la casa de los amantes?

¿No haces las veces de mi hermana o es que el crimen erguido
por mis altas torres no arrastras como un pecado tuyo?
¿No haces las veces de mi hermano o acaso mientras trepas
no adoras mis ventanas por sus escenas estivales?

¿No soy, también yo, el padre y el muchacho que asciende

hijo de la mujer, contemplador lascivo

que señala la carne y el verano en la bahía?

¿No soy también la hermana salvadora?

¿No soy todos vosotros junto al mar dirigido

adonde el ave y la caracola murmuran en mi torre?

¿Acaso como tú, por enfrentar la pulcra orilla

no soy tejar de arena o alto tejador?

Tú eres todos ellos, dijo la que tan largamente me diera de mamar,

todos ellos, dijo aquel que saqueara la ciudad de los niños.

El hombre-Abraham, surgió, loco para mi bien,

aquellos que devastaron y perdonaron dijeron que eran míos.

Yo, dijo la torre, soy derribada por un golpe sin tiempo.

el que arrasó mi locura de madera quedó despavorido

pues los hacedores del hombre en el anillado espectro del mar

seco-como-pasta surgen siniestros del naufragio.

¿No haces las veces de mi padre, tú, sobre la arena destructora?
Tú eres el señor de tus hermanas, dicen con voz de alga,
la sal que la yegua lamió, y los predilectos de la tierra
los que juegan a verdaderos señores y señoras.

¿Seré yo aún la casa del amor sobre el contrasentido de la tierra,
desgracia para los albañiles del viento en mi refugio?
La casa del amor, responden ellos; y la torre de muerte
nada conoce de la tumba devoradora del pecado.


DE LOS SUSPIROS

De los suspiros algo nace

que no es la pena, porque la he abatido

antes de la agonía; el espíritu crece

olvida y llora:

algo nace, se prueba y sabe bueno,

todo no podía ser desilusión:

tiene que haber, Dios sea loado, una certeza,

si no de bien amar, al menos de no amar,

y esto es verdadero luego de la derrota permanente.

Después de esa lucha que los más débiles conocen.

hay algo más que muerte;

olvida los grandes sufrimientos o seca las heridas,

él sufrirá por mucho tiempo

porque no se arrepiente de abandonar una mujer que espera

por su soldado sucio con saliva de palabras

que derraman una sangre tan ácida.

Si eso bastase, bastaría para calmar el sufrimiento,

arrepentirse cuando se ha consumido

el gozo que en el sol me hizo feliz,

qué feliz fui mientras duró el gozar,

si bastara la vaguedad y las mentiras dulces fueran suficiente,

las frases huecas podrían soportar todo el sufrimiento

y curarme de males.

Si eso bastase: hueso, sangre y nervio,

la mente retorcida, el lomo claramente formado,

que busca a tientas la sustancia bajo el plato del perro,

el hombre debería curarse de su mal.

Pues todo lo que existe para dar yo lo ofrezco:

unas migas, un granero y un cabestro.


AFERRA ESTOS ANTIGUOS MINUTOS EN EL MES DEL CUCU

Aterra estos antiguos minutos en el mes del cucú,
al pie del cuarto magro obstáculo en la colina de Glamorgan
mientras los verdes capullos suben hacia el cielo a la deriva del
tiempo;

el tiempo, como un hidalgo, caballero de obstáculos
corre sobre las vallas con su sabueso a los talones
y desde el sur exangüe caza a mis hombres y a mis hijos.

Campo, tu pasatiempo es el verano, y las chacras de diciembre
descansan de las grullas y la acuática torre de los árboles
fértiles,

nada resbala en este quinto mes y han huido los pájaros;
aferraos mis niños campesinos, al mundo de los cuentos,
al follaje que muere como se abate el ciervo entre sus huellas,
a la estación primera ya franqueada, hasta los juegos del verano.

Y ahora los cuernos de Inglaterra en el sonido de los formas,
convocan a vuestros jinetes de nieve, y la colina de cuatro cuerdas
que resuena en las tripas del mar, pone vida en la roca;
zarzas y armas y valles mientras las piedras se levantan,
crujen como un resorte defectuoso, como un abril rompehuesos,
confunden al cazador del obstáculo magro y la esperanza poderosa.

Cuatro estaciones sigilosas caen sobre las tierras escarlatas,
acecha el rostro de mis hijos con una cola ensangrentada,
el tiempo con salto de jinete desde el valle adornado,
sosteneos, mis amados campesinos, pues un halcón desciende,
el Glamorgan dorado se arquea ante la caída de los pájaros.
Tu pasatiempo es el verano mientras la primavera corre enfurecida.


UN TIEMPO HUBO

¿Hubo un tiempo

en que los danzarines con sus violines

en los circos de niños olvidaban sus penas?

Un tiempo hubo en que podían llorar sobre los libros

pero el tiempo asentó su gusano en las huellas.

Ellos no están a salvo bajo el arco del cielo.

Lo más seguro en esta vida es lo que nunca se conoce;

bajo los signos del espacio ellos, los que no tienen brazos

tienen manos limpísimas y así como el fantasma sin corazón

es el único ileso, así el ciego es quien ve mejor.


AHORA

Ahora

di que no

hombre, áspero hombre

áspero amante mío

cimienta la honda roca y arroja el ancla florecida.

por temor de que él salte hacia el centro en el polvo

y traicione, el muy tonto, la dureza de su ira.

Ahora

di que no

señor, que sea un no el que digas,

la muerte al sí,

el sí a la muerte, al hombresí y su respuesta,

que aquel que separó a sus hijos con cuidado

con un golpe de sierra no deje sin hermano a la hermana.

Ahora

di que no

que digas no, señor

sí los muertos se agitan,

y esto y no aquello, es la sombra, el cuervo posado.

el que yace en lo bajo con la ruina en su oreja,

la marea del gallo lanzada desde el fuego.

Ahora

di que no

para que el astro caiga

para que el globo falle

para que el sol místico se suelte, esposo de la luz,

el sol que salta en vano arriba de los pétalos

el caballero fracasado que cabalga en la flor.

Ahora
di que no
y al demonio
ese sello del fuego

la muerte de talones hirsutos y el fantasma horadado en madera,

nosotros me han convertido en místico como el brazo del aire
la vena que va y vuelve, el prepucio y la nube.


POR QUÉ EL VIENTO DEL ESTE

Por qué el viento del este es frío y es fresco el viento sur

no se sabrá hasta que la fuente de los vientos se seque

y nunca más el oeste se ahogue

en los vientos que transportan la fruta y la corteza

de centenas de otoños;

por qué la seda es suave y la piedra es hiriente

el niño preguntará todos los días,

por qué su sed se apaga con la lluvia nocturna

y también con la sangre de los pechos.

No tendrá más que una respuesta negra.

¿Cuándo vendrá Jack Frost? [3] preguntan los chiquillos.

¿Podrán aprisionar una coleta entre los puños?
Hasta que su polvo, desde arriba y abajo
salpique un largo sueño último en los ojos de los niños
y la penumbra se llene de espectros infantiles,
no habrá de resonar desde los techos una respuesta blanca.

Todas las cosas se conocen, la asamblea de estrellas

convoca a cierta dicha a viajar con los vientos,

aunque lo que preguntan las estrellas

cuando echan a rodar las torres del espacio

una estación tras otra

se entiende apenas hasta que ellas se esconden.

Oigo la dicha y "sé dichoso"

algo como un cencerro resuena en los pasillos,

y "no hay respuesta alguna" y yo no tengo

respuesta para el llanto de los niños

no me llega del eco ni del hombre de escarcha

ni de cometas espectrales sobre puños en alto.


HACE UNA PENA

Hace una pena,

ella a quien yo abrazaba en los pastos y la flor,

golpeada por el agua desde la espina en forma de guadaña.

mar y viento de infierno,

un tallo abigarrado que asaltaba la torre,

doncella rosa y macho,

o, venus en el mástil, que a través de la cuenca del remero

navegaba hacia el sol;

ella, la que es mi pena,

una crisálida abriéndose en el hierro.

arrebatada por mi dedo macho, el plomizo capullo

disparado a través de la hoja,

era quien se doblaba sobre la vara florida

Aarón rosa arrojada al infortunio,

el cuerno y la bola del agua sobre la rana

que moraba en la costa.

Y ella la que reposa,

como el éxodo, un capítulo más allá del jardín.

fulgurante en su anillo la cólera del lirio,

arrastraba en los días

las jarcias de su herencia, las guerras del perdón,

sobre el campo y la arena

los doce triángulos del viento querubín

cincelaban sus pasos.

Entonces, ¿quién es ella,

ella la que me abraza? El mar de gente la transita

expulsa al padre del asolado campamento;

las cavernas de la forma

forman todos sus vástagos con la voz larga del agua.

porque ella a quien poseo,

tumba de manos rústicas encajonada en el amor,
se alza ante las tinieblas.

Y la noche está cerca,

es una macilenta forma que salta sobre ella, tiempo y ácido

yo le digo: antes que el gallo sol

eche al fuego sus huesos

que respire a sus muertos, por la semilla y la materia

que se arrastra en sus mares,

así cruza la mano con sus severos y gitanos ojos

y se cierra su puño.


QUÉ PRONTO EL SOL SIRVIENTE

Qué pronto el sol sirviente

(el señor mañana vigila)

puede desentrañar el tiempo y el armario de piedra,

(la niebla tiene un hueso

que a golpes de trompeta se investirá de carne)

vaciarse para vestir a todos mis cartílagos

y que el huevo desnudo quede erguido,

el señor mañana en su esponja,

(la herida registra)

y la nodriza de los gigantes junto a la cuenca hendida del mar,

(la niebla con su chorro

les habla a usted y a ustedes, mis maestros,

mientras su extraño hombre-mañana sopla a través del alimento.

Todos los nervios para servir al sol,

el rito de la luz,

interrogo a una garra desde la osamenta del ratón,

y con hilos y sábanas

le echo una trampa a la piedra de larga cola,

dejad aullar al suelo que soy el hombre mordedor

y que se asome el afelpado muerto.

Cuándo podré, señor

(el señor-mañana estampa dos pisadas de agua

en el suelo sembrado)

elevar una lámpara,

o animar una nube,

o llenar un sudario con una forma viva,

invisible en el tronco.

Una pierna larga como los árboles

este señor de adentro,

niño y hombre, oscuridad para sus ojos,

aquél, dotado de ojos como úteros, llora

y todo el dulce infierno sordo como la oreja de una hora,

agosta maldiciendo la voz de la trompeta.


HAY OREJAS QUE OYEN EN LAS TORRES

Hay orejas que oyen en las torres

hay manos que rezongan en la puerta,

hay ojos que en los aleros ven

los dedos en los cerrojos.

¿Debo abrir o quedarme

solo hasta el día en que muera

sin ser visto por extraños ojos

en esta casa blanca?

Manos, ¿qué guardáis, el veneno o las uvas?

Más allá de esta isla ceñida
por un delgado mar de carne
y una costa de hueso,
la tierra yace fuera del sonido
y las colinas fuera de la mente.
Ni pájaros ni peces voladores
turban el reposo de esta isla.

Hay orejas que en esta isla oyen

pasar al viento como un fuego,

hay ojos que en esta isla ven

zarpar los barcos en la bahía.

¿He de correr hacia los barcos

con el viento en el pelo

o he de quedarme hasta el día en que muera

sin dar la bienvenida a marinero alguno?

Barcos, ¿qué guardáis?, ¿el veneno o las uvas?

Hay manos que rezongan en la puerta,
barcos que zarpan de la bahía,

la lluvia golpea la arena y el tejado.

¿He de recibir al extranjero

y al marinero dar la bienvenida,

o he de quedarme hasta el día en que muera?

Manos del extranjero y amarras de los barcos
¿qué guardáis, el veneno o las uvas?


ALIMENTA LA LUZ

Alimenta la luz y no cubras el rostro humano de la luna,

ni manejes los vientos que no arrasan los huesos,

pero arranca a su círculo la médula de doce vientos;

domina la noche y no seas el sirviente del muñeco de nieve

que cincela cada tupido elemento del aire

en estrella polar clavada en un carámbano.

Alimenta el murmullo de la primavera, no rompas los huevos del gallo joven,

ni empujes otra vez la estación a los higos,
injerta en cambio en tu país esas cabalgatas de cuatro frutos;
cultiva los lugares ardientes en tiempo de la escarcha,
siembra granos de nieve por los huertos de ojos encarnados,
y en tus jóvenes años el siglo vegetal.

Y siémbralo todo, no olvides el terreno del señor de las moscas,
ni, como un trasgo hagas brotar la simiente del búho,
cerca con tus costillas de hechicero este planeta en forma de
corazón;

de las voces mortales a los coros de ingenuos,
señor hacendado de lo alto, haz que surjan los cantos de la nube,
y arráncale una música de mandrágora a las raíces de la médula.

Rueda inhumanamente sobre esta cresta giratoria,

oh anillo de los mares no sufras cuando parta

lejos de todos mis amantes mortales con sonrisa a estribor;

ni cuando mi amor yazga en el flujo de cruzados huesos

desnudo entre los pájaros que registran el viento traspasados de flechas
habrás tú de girar como veleta sobre un eje encrespado.

Quien al darles la forma dio color a los mares

modeló a mi prójimo de arcilla y en tiempos del diluvio

llenó el arca del cielo con sus parejas coloreadas;

oh, tú el que eres gloria en los mapas informes

traza ahora desde mi ser al mundo, tal como yo he creado

de tu círculo en marcha una gozosa imagen de los hombres.


LA MANO QUE FIRMÓ EL PAPEL DERRIBÓ UNA CIUDAD

La mano que firmó el papel derribó una ciudad;
cinco dedos soberanos tasaron el aliento,
duplicaron el globo de los muertos y dividieron un país;
estos cinco reyes dieron la muerte a un rey.

La mano poderosa lleva a un hombro inclinado,
los nudillos se crispan en la tiza;
una pluma de ganso puso final al crimen
que había puesto fin a la palabra.

La mano que firmó ese pacto engendró fiebre,
y creció el hambre y vino la langosta;
grande es la mano que domina al hombre
tan sólo con un nombre borroneado.

Los cinco reyes cuentan los muertos pero no mitigan
la herida en su costra ni acarician la frente;
una mano rige la piedad como otra rige el cielo;
las manos no tienen lágrimas que derramar.


SI LOS FAROLES BRILLARAN

Si los faroles brillaran, el rostro santo se marchitaría

preso en un octógono de insólita luz,

y todos los muchachos del amor

se cuidarían de perder la gracia.

Los rasgos de sus íntimas tinieblas

están hechos de carne, pero que venga el falso día

y que los labios de ella pierdan sus ajados colores,

que el traje de la momia muestre un antiguo pecho.

Me han dicho que piense con el corazón

pero el corazón, como el cerebro, conduce al desamparo;

me han dicho que piense con el latido,

que cambie el ritmo de la acción cuando el latido se acelere

hasta que en un plano se confundan el campo y los tejados

tan rápido me muevo por desafiar al tiempo, el caballero quieto

cuya barba se agita en el viento de Egipto.

He oído el contar de muchos años

y muchos años tendrían que atestiguar un cambio.

La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque
aún no ha tocado el suelo.


HE ANSIADO ALEJARME

He ansiado alejarme

del siseo de la mentira desgastada

del incesante grito de los viejos terrores

que crecen más terribles cuando el día

traspasa la colina y entra en el mar profundo;

he ansiado alejarme

de la repetición de los saludos,

porque hay fantasmas en el aire

y en la página sonidos fantasmales

y un tronar de llamados y de notas.

He ansiado alejarme, pero temo,

alguna vida, aun intacta podría estallar

de la vieja mentira que arde sobre el suelo

y crepitando en el aire dejarme a medias ciego.

Ni por el miedo antiguo de la noche,

el sombrero que se quita del pelo,

o los labios fruncidos en el teléfono,

me harán caer ante la pluma de la muerte.

No quisiera morir de todo esto,

la mitad es convención, la otra mitad mentira.


HALLA LA CARNE SOBRE LOS HUESOS

Halla la carne sobre los huesos que pronto estarán desnudos,

y bebe en los dos riscos de leche,

la más alegre médula y las heces

antes que los pechos de las damas sean harapos

y sus piernas jirones.

No turbes, hijo mío, las mortajas

pero cuando las damas se vuelvan frías como piedras

cuelga de sus andrajos una rosa con cuernos.

Sublévate contra las ataduras de la luna

y el parlamento de los cielos,

los oficios de rey del mar maléfico,

la autocracia de la noche y el día,

la autarquía del sol.

Sublévate contra el hueso y la carne,

la orden de la sangre, la maliciosa piel,

y el gusano que no puede asesinar ningún hombre.

'"La sed se me ha extinguido, se me ha apagado el hambre,

resquebrajado está mi corazón;

mi cara en el espejo es macilenta

mis labios se han marchitado a besos,

mis pachos están flacos.

Una alegre muchacha me tomó por un hombre,

hice que se tendiera para contarle su pecado

y puse a su costado una rosa con cuernos".

El gusano al que ningún hombre puede matar

y el hombre al que no puede colgar ninguna soga

se sublevan contra el sueño de mi padre

que grita a la sucia arpía en la enramada de los cerdos rojizos

que se tienda a sus pies.

No puedo asesinar como un tonto

la luz del sol y la estación, la gracia, y la muchacha,

ni hacer más suave el dulce despertar.

La negra noche aún asiste a la luna

y sigue el cielo aplicando sus leyes,

el mar me habla con voz de rey,

la oscuridad y la luz no son enemigas

sino una sola compañera.

"¡Guerra a la araña y al reyezuelo!

¡Guerra al destino del hombre!

¡Muera el sol!".

Antes que la muerte te prenda, oh, toma de vuelta todo esto.


EL DOLOR, LADRÓN DEL TIEMPO

El dolor ladrón del tiempo hacia afuera se arrastra
del sepulcro nimbado por la luna con los años navegantes,
la sota de la pena se marcha sigilosa

desde la fe, hendida por el mar, que puso de rodillas al tiempo,
los viejos olvidan los llantos,

reclinan el tiempo en la marea y a veces el viento se detuvo de golpe.

Reclaman a los náufragos

que cabalgan a la luz del mar en un sendero sumergido,
los viejos olvidan el dolor,
y las toses crispadas y el albatros suspenso,
arrojan hacia atrás el hueso de la juventud
y el ojo de sal tropieza en el lecho

donde yace la que tiró de la alta mar en un tiempo de cuentos
y eternamente yace abrazada al ladrón.

Ahora, sota, padres míos, dejad al tramposo con cara de tiempo,

desde su manga centellea la muerte,

con su botín de burbujas en un saco fecundo

que se deslice a la tumba del padrillo,

proscripto con mirada de fiera a través de una grieta castrada

y libere los féretros gemelos del dolor,

no hay silbato de plata que pueda perseguirlo

entre las semanas montañosas de días

hasta el día de la muerte,

las burbujas robadas llevan consigo mordeduras de serpientes

y dientes como ojos aún vivos.

No hay tercer ojo que explore un sexo de arco iris

que haya tendido un puente entre las mitades del hombre.

Todo se quedará y ha de moldearse con los ladrones de mis padres

en ese golfo, abierto sobre la tumba.


Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO

Y la muerte no tendrá dominio.

Los hombres desnudos han de ser un solo

con el hombre en el viento y la luna poniente;

cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,

ellos tendrán estrellas en el codo y el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.

Los que hace tiempo yacen

bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,

retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,

atados a una rueda no serán destrozados;

la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,

y habrán de traspasarles los males unicornes;

rotos todos los cabos, ellos no estallarán.

Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Ya las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
su cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.


ENTONCES MI NEÓFITO ESTABA

Entonces mi neófito estaba

—niño de blanca sangre arrodillado

bajo la campana de las rocas—

sumergido en los doce mares apóstoles,

el que devana los relojes de agua

anuncia un día y una noche verde.

Mi mar hermafrodita,

el caracol del hombre en su nave de fuegos

que incendia las cubiertas roídas

sabía todos sus horribles deseos

el trepador del sexo de agua

anuncia la roca verde de la luz.

En estos laberintos

hebras de la marea y calleja de escamas

abrazados a una valva inflada por la luna

¿quién huye hacia las velas mustias de las ciudades

plegadas en la casa y en el infierno de los peces

y no sucumbe ante sus verdes mitos?

Despliega las fotografías de sal,

el paisaje del dolor, el amor en sus óleos

espejos desde el hombre a la ballena

para que el niño verde vea como un cáliz

a través de la vela y la aleta, del fuego y el cordel

al tiempo en su sendero de velámenes.

El filma mi vanidad.

Arrojados al viento por los fuegos rodantes.

sobre las aguas llegan

desde sus casas y jardines de infantes

niños que hablan con las manos,

junto con el enmascarado muchacho sin cabeza.

El que devana la escena que marcha con el tiempo

ovilló su carrete y su misterio

como una esfera hecha de lagos

luego arrojó en la pantalla alzada de mareas

la imagen del amor hasta que un mar dramático

rompió los huesos de mi corazón.

¿Quién asesina mi historia?

El pedernal, la navaja del agua y la brusca guadaña

han baldado la hilera de los años.

¿Quién, con proféticos ojos,

podría arrancar esa huella sin forma

de los pasos futuros de tu sombra?

El tiempo me mata sin piedad.

"El tiempo no te matará", dijo él,

"ni el verde embrión habrá de ser herido;

"¿Quién podría arrancarte el corazón aún intacto

a ti, oh inmaduro que nos has nacido y que no has muerto'.'"

Vi al tiempo asesinarme.


EN DIRECCIÓN AL ALTAR BAJO LA LUZ DEL BUHO

I

En dirección al altar, bajo la luz del búho, a mitad del camino de la casa

el caballero con sus furias, declina hacia la tumba;
Abadon en pellejo arrancado a la uña de Adán,
devorador de mundos, con la quijada al acecho de nuevas,
un perro entre las ferias y con su horquilla,
arrancó a dentelladas la mandrágora gritando hacia el mañana.
Entonces, con monedas por ojos, este señor de las heridas,
viejo gallo de ningún sitio y del huevo celeste,
con huesos desprendidos en los vientos a mitad de su curso,
sobre una pierna en medio del ventoso naufragio,
en errante palabra vino a arañar mi cuna
esa noche del tiempo al abrigo de Cristo:
él dijo: soy el héroe que viaja alrededor del mundo
y comparto mi lecho con Capricornio y Cáncer.

II

La muerte es toda metáforas, forma una sola historia;

el niño que mamó tanto tiempo se lanza hacia lo alto,

el pelícano de los círculos guiado hacia el planeta

sobre una arteria, desteta la vida que se gesta;

el niño de la breve chispa en un país informe

pronto desde la cuna enciende una vara alargada;

los huesos de Abadon en cruz horizontal

—tú, junto a la caverna sobre las negras escaleras—

hiciste repicar como hueso y espada,

al chocar con las vértebras de Adán

y nutrido por la media noche, Jacob a las estrellas.

Tus cabellos, dijo entonces el sujeto vacío,

no son más que raíces de ortigas y de plumas

que traspasan el suelo desde los cimientos

y con cabezas de cicuta en los bosques de climas.

III

Al principio fue el cordero de rodillas temblorosas

y tres estaciones muertas sobre una tumba empinada

que el carnero de Adán, en la tropa de cuernos,

tronco del gusano de arbolada cola que montó sobre Eva

desbarató a cornadas con pie de calavera y esqueleto de uñas

sobre tonantes pavimentos a la hora del jardín;

desgarrón de las bóvedas, he tomado mi cucharón de médula

en el furgón del sepulturero envejecido,

y, Rip Van Winkle, de una cuna sin tiempo

me hundí hasta el pecho en el hueso caído;

y el negro carnero, un despojo del año, viejo invierno,

es lo único vivo entre su hueste de corderos,

—hicimos tintinear en la escala los cambios de estaciones—

dijeron las antípodas y la primavera repicó dos veces.

IV

¿Cuál es el metro del diccionario?

¿la medida del Génesis?, ¿el sexo de la breve chispa?,

¿una sombra sin forma?, ¿la forma del eco faraónico?

(la forma de mi edad que sermonea el herido murmullo)

¿cuál de los sextos vientos apagó la nobleza que ardía?

(las preguntas son entes gibosos frente a seres erguidos).

¿Qué decir de un hombre de bambú en vuestras tierras?

¿de un corset de osamenta para un riño encorvado?

En la giba de astillas abrochad el corpiño,

mis ojos de camello, pasarán como aguja a través del sudario.

Lo que el amor refleja en los rostros efímeros

calla quebrado por la noche en el campo con orillas de pan,

la sonrisa que una vez se cerrara en el muro de imágenes

como un arco de luces, rechazada, por encima del penoso diluvio.

V

Y con dos pistolas surgió Gabriel del Oeste ventoso,
desde la Vía Láctea irrumpió el rey de los lunares,
las sotas con sus galas, la reina de barajado corazón;

habló el caballero impostor en su traje de espadas

negra su lengua y ebrio por la botella de la salvación.

Mi Adán bizantino en la noche se alzó.

Débil por la sangre vertida caí sobre los llanos de Ismael,

mi hambre apacigüé bajo lechosos hongos,

la marea impetuosa del Asia me abatió

y la ballena de Jonás me alzó por los cabellos,

Adán de sal marcado por la cruz hacia el ángel helado

de piernas como agujas con la negra medusa sobre colinas aceradas

junto a mares baldíos donde el oso polar citó a Virgilio

y sirenas que cantan desde nuestra señora de las algas.

VI

Máscara de tajos sobre el cráter por la marea carcomido,
en un libro de agua lleno de ojos de sebo
a la luz de la lava, reveló las vocales de ostras
y quemó los silencios de mar en una tea de palabras.
Gallo, arranca mi ojo marino, dijo el evangelio de la medusa,
amor, cercena mi ahorquillada lengua, dijo la quemante ortiga.
Y el amor arrancó el punzante ojo de la sirena,
y viejo gallo de ninguna parte le cercenó la lengua trovadora
hasta que eché a los vientos el sebo de la torre de cera
grasas de la medianoche cuando la sal cantaba;
Adán, el burlador del tiempo sobre una bruja de cartón,
los siete mares descifró, un índice del mal,
y en los detritus, las damas de pechos como gaitas
derritieron la gasa ensangrentada a través de la herida en el
hombre de cera.

VII

Grabad ahora el Padrenuestro sobre un grano de arroz

una Biblia con hojas de todas las maderas escritas

ceñidas a este árbol; un alfabeto que se mece,

Génesis en la raíz, la palabra espantapájaros,

y en el libro de árboles, el idioma de una sola luz.

Malditos sean los negadores cuyas palabras cambian con el viento

El tiempo es la tonada Oh Señoras con las tetas de música

peces espadas fijos en la desnuda esponja,

que a Adán, de voz sonora absorbe de la magia

tiempo, leche y magia, desde que el mundo comenzara.

El tiempo es la tonada con que las damas nos prestan su dolor,

desde raídos pabellones y la casa del pan

el tiempo sigue al ruido de la forma sobre el hombre y la nube

y deja su huella tintineante en la rosa y el hielo.

VIII

Fue la crucifixión en la montaña

los nervios del tiempo en vinagre, la tumba como horca
tan untada de sangre como las fúlgidas espinas de mis lágrimas,
es el mundo mi herida, la María de Dios en su dolor,
como tres árboles doblada y con pechos de pájaro debajo de la
túnica

es la mujer de interminable herida, con alfileres en lugar de lágrimas.

Era el cielo, Juan Cristo, cada esquina trovadora
ganó la marcha de los clavos llevados hacia el cielo
hasta que el arcoiris tricolor el de mis pechos
se arrastró entre los polos alrededor del mundo y su despertar
de caracol.

Yo junto al árbol de los ladrones, mediquillo de toda gloria,
castré al esqueleto en este minuto de montañoso,
y junto al reloj de viento, que del sol es testigo
padezco a los infantes celestiales en el latido de mi corazón.

IX

Desde los pergaminos y los archivos del oráculo,

los profetas y los reyes de fibra en ungüentos y tablas,

el laborioso escriba, la reina convertida en momia

visten sus pisadas de natrón con hilachas y hebillas

dibujan en el guante de huellas las tinturas extinguidas del Cairo

y derraman un halo sobre caduceos y serpientes.

Era la resurrección en el desierto,

la muerte tras las vendas burla las mascarillas de los doctos,

oro sobre esos rostros, y el espectro de lino

desposa a mi caballero de hace tanto con el polvo y las furias;

el faraón y el sacerdote se acuestan con mi noble herida,

mundo en la arena sobre el paisaje triangular,
con piedras de Odisea por guirnalda y ceniza
y ríos de difuntos en torno de mi cuello.

X

Deja que el marino del cuento en su peregrinar cristiano por la tierra
cruce a lo largo de la bahía imaginaria sobre el globo que yo mismo levanto.

donde el Evangelio del tiempo tan sólo es un despojo:
así los refugios alados a través de los ojos de las águilas
marcarán la palabra que vuela y sobre los mares imagino
la espina de diciembre clavada en un arco de arbustos.
Deja a Pedro, el primero, allí en su muelle de arco-iris
preguntar al pez grande, arrastrado de la Biblia oriental
¿qué hombre de ruibarbo, despellejado en su canal azul-espuma
ha sembrado un jardín volador en torno de ese espectro marino?
Verde como el comienzo, deja al jardín que se hunde
trepar con sus dos torres de cáscara hasta el Día
en que el gusano construya con las pajas doradas del veneno
mi nido de clemencia en el tosco árbol rojo.


ACASO PORQUE EL AVE DEL PLACER SILBE

¿Acaso porque el ave del placer silbe luego de las púas candentes en los ojos,

será más dulce el canto del caballo ciego?
Se refugian a tiempo el pájaro y la bestia
para sufrir la cena y los cuchillos de una emoción cualquiera.
En la nieve olfateada y vertida sobre la punta de la lengua del
año

que remienda la saliva como burbujas con quebrados cuartos,
un hombre enamorado, solitario, junto a los tendones de sus ojos,
dos fuegos,
acampado en el chaparrón color droga del alimento y de los
nervios

saborea el lengüetazo de los años
a través de un débil bosque de cabello
en un viento que desplumaba gansos,
y nunca, cuando las lenguas salvajes quiebran sus tumbas
se vuelve a contemplar la agitada raíz roja.
Porque allí hay una historia fuera de la ciudad maldita,
la esposa helada cuyos jugos erraban como un mar estático
esculpido en secreto.
Herido por la calle veloz y ardiente

¿no debo acaso detener mi gira por quedarme mirando un año viejo

tropezando y quemándome en el fango de torres y galerías
como un ajado retrato de muchacho?
Yo atavié a la persona de sal y al lugar condenado
con carne de una fábula;

si los muertos sucumben, sus estómagos tumban
a un hombre vertical en las antípodas
como el mar con cimientos de espuma y pecho de roca;
sobre la mesa del pasado yo repito esta gracia presente.


HAGO ESTO EN UNA AUSENCIA TUMULTUOSA

Hago esto en una ausencia tumultuosa
cuando con su collar de piedra,
cada antiguo minuto en la estación del celo
abriga mi anclada lengua, resbala por el muelle,
cuando, bendita sea la alabanza, su orgullo navegó el mástil y
la fuente

y quedó deslumbrado por el océano con figura de mano
en este orgulloso árbol navegante con ramas arrastradas
por la última bóveda y el dique vegetal,
y esta casa endeble hacia los cielos con pilares de médula,

es desdeñada, un harapo del aliento, una maleza enmarañada,
cabeza hueca de opio, paso de cuervo resollado, soplado,
entrecortado,
o, como el nudo del pecho, por la marea atado, se recogió de
nuevo

o rasgó ancestralmente el himen amarrado del mar,
y en su postrer orgullo es una criatura solitaria
arrastrada por imantados vientos hacia su madre ciega,
mansión de leche y pan en un pueblo sin dientes.

Ella para mí crea una inocencia de ortiga
y una culpa de palomo sedoso en su orgullosa ausencia,
en las rocas vejadas la caracola de las vírgenes,
la franca perla cerrada, la fisonomía de las niñas del mar
destellan en las cuevas rizadas con huellas de sirenas,
es la doncella en el roble ruboroso, el arbusto dorado de leones,
presagia danzas de toros y lechos de ballenas,
orgullosa como una piedra amamantada y vasta como granos de
arena.

Estos son sus contrarios: la bestia que persigue

con grave pie de sacerdote y mano de cinco asesinos

su vuelo diluido hacia columnas como nidos de cenizas,

llama al rebaño diezmado por el fuego, se derrama en el hielo,

perdida en un silencio inocuo, lacio de árboles,

la que trepa una colina en el granizo con fríos pasos pétreos

cae sobre un anillo de veranos y clausurados mediodías.

Construyo un arma con los huesos de un asno

y ando por arenas tumultuosas junto a la ciudad muerta,

aporreo el aire pleno, destrozo el este y derribo el ocaso,

asalto su apresurado corazón, cuelgo su valva retorcida

con venas degolladas, dejo atados sus párpados.

Tras las mandíbulas que todo lo trituran

brilla la destrucción picada por los pájaros.

y por ese asesino, caigo hacia la ruina

negro por el contagio, como ola que se acerca.

La ruina, ese cuarto de errores, un crucifijo caído

en el mar hacinado y en la sombra con pilares de agua,

mi orgullosa pirámide pesada en rocoso sudario:

donde, como herida en el lienzo esmeralda y el agudo viento

la cabeza del héroe yace arrancada de todas las leyendas,

con mano enguantada de soles llega quien diseca el amor

el que roe el vivo corazón sobre un diamante.

"El vientre de su madre tuvo una lengua que lamía el barro"
gritaron los labios desdentados, con su mordaza de capucha y
cuerda,

en esa tierra luminosa de anclas donde yacía amortajado,
"Un lagarto se vuelve con el dardo de su negro veneno
para hundirlo hacia atrás en el lecho del tétano
y el blanco aliento vela la boca de la simiente"
"Mirad", repetían las viejas máscaras "cómo suben los muertos:
en el espiral sin fin del dique, un hombre es atrapado".

Estos ojos que una vez fueron ciegos han respirado un viento de visiones,

la raíz del caldrón en esta mano, otrora sin anillos
se esfumó como un árbol y se agitó como pájaro en llamas;
con dientes rotos y sonoros y cola y tambor de telaraña
las jaurías ajadas se alejaron de este fantasma en flor
y, tibio como el perdón desde una nube de orgullo,
el mundo, terrible hermano mío, le desnuda la piel.

Ahora en el gran pecho de la nube yacen países quietos,
por mares rescatados marcha mi amor desde su sitio altivo
sin heridas ni rayos en su cara,

un viento calmo sopla, alza los árboles como cabelleras.
donde una vez la sangre de la blanda nieve se hizo hielo.
Y aunque un amor tire del aire pálido, lleno de pezones
y los orgullos del mañana le devoren los ojos,
aun así hago esto en una presencia misericordiosa.


CUANDO MIS CINCO SENTIDOS CAMPESINOS VEAN

Cuando mis cinco sentidos campesinos vean,

se olvidarán los dedos de sus pulgares verdes

y sabrán de qué modo el amor es raspado en la escarcha

y transido de invierno,

a través del zodíaco a puñados, la cáscara de las estrellas nuevas

y el ojo vegetal del semilunio,

las orejas murmurantes mirarán el amor expulsado a redobles

bajando por la valva y la brisa hacia una playa discordante,

y ligada a las sílabas, la lengua del lince llorará

pues sus fieles heridas se han remendado amargamente.

Mis narices verán arder como un arbusto su respiración.

Mi corazón único y noble tiene sus testigos

en todos los países del amor que a tientas despertarán;

y cuando el sueño ciego caiga sobre los sentidos en acecho

será sensual el corazón aunque haya cinco ojos que se quiebren.


TENDIDOS EN LA ARENA JUNTO AL MAR

Tendidos en la arena, alerta al amarillo

y al mar austero, remedamos al que se burla

del que sigue los ríos rojos,

hueca alcoba de palabras

desde la sombra con forma de cigarra,

porque en esta tumba amarilla de arena y mar

un llamado al color llama en el viento

que es austero y alegre como tumba y mar dormidos

el uno frente al otro.

Los silencios lunares, la marea callada

que lame los inmóviles canales, el seco domador de las mareas

cercado entre el desierto y la tormenta de agua,

debería curar nuestros males del agua,

con una calma de único color;

la música celestial sobre la arena

resuena con los granos en su prisa

y esconde las mansiones y montañas doradas

de la austera y alegre tierra junto al mar.

Limitados por una lonja soberana yacemos

alerta al amarillo, deseamos que el viento lleve lejos

estos estratos de la orilla y ahogue la roja roca;

pero los deseos no son alimento

ni podemos resistir la llegada de la roca,

sólo yacer alerta al amarillo hasta que la atmósfera dorada

se rompa, oh, sangre de mi corazón, como el corazón y la colina.


ES LA CAMPANA DE LENGUA POLVORIENTA DE LOS PECADORES

Es la campana de lengua polvorienta de los pecadores que a los templos me ciñe

cuando el tiempo, con su antorcha y su clepsidra, como un cura de azufre,

con su talón de bestia hundido en la sandalia
marca una nave negra que se enciende desde una tea de cenizas,
con desgreñadas manos el dolor rasga el espectro del altar
y un viento de fuego asesina la vela.

Sobre el minuto de los coros oigo el cántico de la hora:
el santo coral del tiempo y el salobre dolor se ahogan en un
fétido sepulcro

y un remolino guía el tambor de oraciones;

la caída de la luna y el emperador navegante, pálidos como sus huellas en la

[marea,

por un acaso de la muerte oyen el reloj del campanario derribado
que bate la hora del mar a través del bronce.

Allí, directo bajo la llama muda, en la casa derribada
tempestad, nieve y fuente en la atmósfera de fuegos de artificio,
hay una catedral serena, oscura y resonante;
el dolor, con un libro empapado y una vela bautiza al tiempo
querubín

desde la silenciosa campana de esmeralda;
y en la veleta movediza
la voz del pájaro sobre el coral reza.

Más allá de la pila y del hueso y las plantas que tocan a rebato en la piedra

hay para siempre un niño blanco en el verano de sombría piel
que escala el muro azul de los espíritus;

desde el invierno líquido y vacío, navega el niño de colores,
sacude, en la áspera mortaja, cuando el insecto del mago lo
despierta
el ding dong de las torres mudas.

Al decir tiempo aludo al tramposo bribón de nuestra boda
nacido a la caída de la noche, en el lado gordo de una cama
animal

en un cuarto bendito en una ola;

y todos los pecadores del amor se arrodillan sobre una tela suave
ante la imagen de un punto zodiacal,

nuez moscada, algalia y perejil ofrecen los afligidos novios
que han dado a luz al dolor granuja.


OH HAZME UNA MÁSCARA

Oh hazme una máscara y un muro que me oculte de tus espías
de esos agudos ojos esmaltados y de las garras ostentosas
de la rebeldía y la violación en los viveros de mi rostro,
una mordaza de árbol, en silencio golpeado para cubrirme de los
desnudos [enemigos

hazme una lengua de bayoneta en esta oración indefensa,
vuelve mi boca flagrante y que sea una trompeta de mentiras
soplada dulcemente,

dame las facciones de un tonto moldeado en vieja armadura y roble

para escudar el cerebro brillante y confundir a los indagadores,
y un dolor viudo manchado de lágrimas caído de las pestañas
para velar la belladona y hacer que adviertan los ojos secos
que otros traicionan las quejumbrosas mentiras de sus pérdidas
con los pliegues de la boca desnuda y la risa solapada.


LA CÚPULA SE ESTIRA

La cúpula se estira. Su imagen es una jaula de pájaros.
Desde el nido de piedra no deja que las aves cinceladas, plumosas
mitiguen sus vividas gargantas en la grava de sal,
o perforen el quebrado cielo zambullendo su ala en la maleza y
su talón

un palmo entre la espuma. Los repiques defraudan la prisión de la cúpula

caen a tiempo como lluvias proscriptas, sobre aquel sacerdote, agua,
tiempo para las manos de los nadadores, música para la boca y el
candado de [plata.

Nota y plumaje se zambullen desde el garfio de la cúpula
esos pájaros que estiran el cuello son para que tu escojas
las canciones que a saltos retroceden hacia la voz labrada,
o vuelan a las campanas en invierno,
pero no regresan con el viento mudo, como los pródigos.


DESPUÉS DEL FUNERAL

A la memoria de Ann Jones

Después del funeral, alabanzas de necios, rebuznos,
golpes de viento en las orejas como velas, el acolchado
golpeteo de una alegre clavija sobre el pie grueso de la tumba
que clausura los párpados, los dientes en negro,
los babosos ojos, las charcas de salitre en las mangas,
el matinal chasquido de la pala que despierta el sueño,
en las tinieblas del ataúd sacude a un niño desolado
que gotea hojas secas al cortar su garganta
y saca un hueso al sol en un golpe de juicio,
tras el festín de cardos y horas llenas de lágrimas
en un cuarto con un zorro disecado y un helecho marchito,
por esta ceremonia yo estoy solo
en las horas del llanto
con Ann, la muerta, la jibosa,

cuyo embozado corazón de fuente se derramara cierta vez en charcos

en torno de los mundos asolados en el país de Gales y ahogara cada sol

(aunque ella creería esta imagen una ciega y monstruosa
alabanza engrandecida —su muerte fue una gota callada—,
no hubiera dejado que me hundiese en el chorro sagrado
del prestigio de su corazón, yacería honda y muda
pues su cuerpo quebrado no necesita de un poeta).
Pero yo, bardo de Ann, desde un hogar en alto
llamo a todos los mares a oración,
para que la leñosa lengua de su virtud murmure
como una boya de campana sobre las cabezas de los que cantan
himnos,

abata las paredes del bosque lleno de helechos y de zorros
y su amor cante mecido en la parda capilla,
y bendiga con cuatro aves de paso su alma reverente.

Mansa como la leche fue su carne, pero esta estatua camino al cielo

con su pecho salvaje y la bendita, gigante calavera
se halla esculpida a su imagen en un cuarto de ventanas mojadas
en una casa ferozmente enlutada por un año nefasto.
Yo sé que sus manos agrietadas, humildes, rancias manos
yacen crispadas en oración,

su raído murmullo en una frase húmeda, su ingenio, goteando en el vacío;

su rostro como un puño al morir se contrajo en un dolor redondo
y es Ann en su escultura, setenta años de tallada piedra.
Estas manos de mármol, empapadas de nubes,
esta disputa gigantesca de la voz desbastada, del ademán y el
salmo,

me asaltarán por siempre sobre su tumba

hasta que el pulmón del zorro disecado se estremezca y grite "amor"

y el helecho hamacado por el viento deje en el umbral negro sus semillas.


UNA VEZ ERA EL COLOR DEL DECIR

Una vez era el color del decir
empapaba mi mesa el lado feo de la colina
con un campo volcado donde una escuela callada se asentaba
y un remiendo de niñas blanco y negro en sus juegos crecía;
Yo debo deshacer esas laderas suaves

para que todo lo que se ahogó grácilmente con el canto del gallo se alce para

[matar.

Cuando silbaba yo con los granujas a través de los depósitos
a los amantes fríos y chiflados en la mugre de sus frondosas
camas

la sombra de sus árboles era una palabra de muchas formas
y una lámpara de relámpagos para el pobre en la oscuridad.
Ahora mi decir será mi deshacer
y cada piedra que devane como un carrete.


NUNCA DESDE ESTA IRA

Nunca desde esta ira, un anticlímax
luego que el rechazo la golpeó en el lomo

y la flor coja se arqueó como una bestia para lamer las extrañas corrientes

en una tierra atada por el hambre,
ella ha de recibir una panzada de algas
ni ha de aguantar las manos fibrosas que yo toco
a través de dos mares que agonizan.
Atrás de mi cabeza un cuadrado de cielo se desploma
en la sonrisa circular mecida desde un amante al otro
y la esfera dorada hace girar los cielos;
nunca desde esta ira

después que el rechazo la golpeó como una campana bajo el agua
su sonrisa ha de nutrir aquella boca, tras el espejo,
que arde a lo largo de mis ojos.


CÓMO EL ANIMAL QUE HAY EN Mí

¿Cómo el animal que hay en mi

cuya forma embrujada yo dibujo en el cráneo cavernoso

vehículo de pústulas y caracola de exultación,

soportará el entierro bajo el muro de hechizos,

el velo tantas veces invocado que amortaja la cima de la cara,

quién se enfurecería

ebrio como un gusano de las viñas, como un pulpo azotado,

rugiendo, arrastrándose, pendenciero

con los climas de fuera

el natural anillo de los cielos desnudos

descendido a sus ojos de fantasma?

¿Cómo habrá de hechizar,

una tierra brutal en el límite frío de los días campestres
hacia el macho clavado en una llama curva a medianoche,
que funde las leoninas garras y la herradura del corazón
para trotar con una hembra ruidosa por los lechos de heno de
una milla,

amar y trabajar y asesinar
en una luz ligera, dulce y cruel hasta que brote la tierra
aprisionada

y el negro mar estalle en regocijo,

los intestinos se revuelvan,

la zarpa de las hoscas venas estruje desde cada partícula rojiza

la voz quemada e iracunda?

Los pescadores de tritones

se arrastran y murmuran sobre la marea mientras hunden el

[hechizado anzuelo curvo

con mordisco nupcial de pan dorado, con un viviente ovillo,
lengua y oreja en el hilo,

pesco en las cuevacharcas animales de ensalmos y de hueso,
cercadas por los templos y presas en guedejas

y dibujo un tentáculo,

clavado con un ojo abierto en un cuenco de heridas y maleza

para abrochar mi furia contra el suelo

y abatir la grandeza de su sangre;

nunca la bestia ha de nacer para alzar estos mares escasos

o suspender el día sobre un cuerno.

Largo suspiro, frío barro, mentira rota,

alto arrojo, aturdido en las agallas de la piedra; solapadas tijeras bruñidas en la [escarcha

repiquetean a través del grosor de la fuerza, el amor labrado en los pilares cae
con el ave tallada, con el santo y el sol, la boca de la doncella
naufragada entre [espigas

cuelga como un arbusto frutecido de llamas, el delirio de los ojos vehementes

cercena el gesto del aliento.

Muere entre plumas rojas cuando se corta el cielo
y rueda con la tierra golpeada:
seca mentira, descanso robado, bestia mía.
Te han echado a puntapiés de una caverna oscura,
has saltado al relincho de la luz
y te has cavado la tumba en mi pecho.

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