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11/17/2008

Teoria de la Relatividad e implicaciones


1905 Estado de las cosas antes de la teoría de la relatividad de Einstein

La teoría especial de la relatividad de Einstein era una respuesta a la crisis que había surgido en el modo en que los físicos entendían el universo. Desde el siglo XVII, cuando Isaac Newton formuló sus leyes del movimiento y la gravitación, la física había tomado un decidido cariz determinista. El universo era visto como una máquina gigante cuyas partes funcionaban de acuerdo a las leyes que Newton había descubierto, unas leyes que se aplicaban a todo, desde el movimiento de los planetas a la caída de las manzanas. Y de hecho, todo parecía confirmar esta visión. Todo esto parecía indicar que si pudiéramos conocer el estado del universo en su totalidad ahora (desde las manzanas hasta los planetas), podríamos también determinar el estado del universo en cualquier momento del futuro.

Según los físicos del siglo XIX fueron penetrando el mundo atómico, descubriendo la relación entre el magnetismo y la electricidad, y afinando sus investigaciones sobre la naturaleza de la luz, la mecánica “clásica” continuó proporcionando una descripción adecuada de cómo funcionaban las cosas. Verdaderamente, había varias áreas en las que las teorías de Newton no explicaban suficientemente bien lo que ocurría, pero los científicos creían que esto era debido a una comprensión incompleta del fenómeno O quizá al error experimental de las medidas.

Desgraciadamente, según los métodos experimentales fueron más precisos, ciertas discrepancias entre la teoría electromagnética y la física clásica se hicieron aún más grandes. Una de estas discrepancias estaba relacionada con la naturaleza de la luz y la definición de movimiento.

Lo que Newton establecía en su primera ley del movimiento, que “un objeto se mueve con velocidad constante a menos que actúe sobre él una fuerza externa”, era, por supuesto válido, incluso cuando esa velocidad constante fuese cero. Por eso, muchas veces hemos visto enunciada esta ley como “un objeto permanece en reposo o con movimiento uniforme a menos que actúe sobre él una fuerza externa”. Por lo tanto, una pelota de tenis con movimiento uniforme, si aceleración o frenado, tiende a permanecer en movimiento uniforme, a menos que actúe sobre ella alguna fuerza externa. Entre tales fuera externas están la fricción del aire, la aceleración de la gravedad o el choque con una raqueta. El hecho es que muy pocos de nosotros hemos visto nunca una pelota de tenis sobre la que no se ejerza ninguna fuerza externa. Incluso es difícil imaginarse un caso asi.

¿Qué pasa con el estado de reposo entonces? Todos estamos familiarizados con una pelota de tenis en reposo, ¿verdad? Bien, consideremos una pelota de tenis quieta colocada en una esquina del campo. Realmente no está en reposo, ya que está en la superficie de un planeta que está girando sobre su eje. Además, el planeta está desplazándose alrededor del Sol, que pertenece a una galaxia que también se mueve, en un universo que se está expandiendo o contrayendo. De hecho, si nos fijamos un poco, nos daremos cuenta de que el universo está lleno de cosas que no están en reposo. Así que, ¿cómo podemos definir el reposo? ¿Cómo lo definió Newton?

Newton simplemente postuló un sistema de referencia, el espacio absoluto, sobre el que cualquier forma de movimiento podía ser medida. Era puramente un concepto abstracto, más allá de nuestra limitada capacidad de visión, peor útil en cualquier caso. La idea parecía válida aún cuando, después de que se demostrara que la luz era una onda electromagnética, se propuso que el universo estaba relleno de “éter luminífero”. Para el éter también había un estándar de espacio absoluto. Por lo tanto, decimos que un objeto está en reposo o con movimiento uniforme cuando está en reposo o en movimiento con respecto al éter. Todo estaba bien y en orden.

Desde que se postuló por primera vez que las ondas de luz se transmitían por el éter luminífero, muchos experimentos intentaron adivinar sus propiedades, describir su comportamiento y definir su relación con las ondas electromagnéticas. Los resultados habían fallado constantemente. El mejor diseñado para detectar el éter fue el experimento realizado por A.A. Michelson y E.W. Morley, en 1881.

El experimento se basó en el hecho de que si la Tierra se estaba moviendo (y definitivamente se está moviendo), entonces, tendría que moverse con respecto al éter. El resultado sería una especie de “viento del éter”, similar a la brisa que sentimos cuando corremos (o vamos en coche) en un día sin viento. Michelson y Morley construyeron un aparato que midiera el tiempo que tardaba un rayo de luz en recorrer una misma distancia, pero en diferentes direcciones: contra el viento del éter \ perpendicular a él. El dispositivo tenía que ser extraordinariamente preciso. La Tierra se está moviendo a través del éter a unos 32 kilómetros por segundo (un cálculo que se deriva de su órbita alrededor del Sol), y la velocidad de la luz en el vacío es de 300.000 kilómetros por segundo. Su dispositivo experimental dividía un haz de luz, enviando una mitad en la misma dirección del viento del éter, mientras la otra mitad se enviaba en la dirección perpendicular. Luego, a través de un sistema de espejos, los dos haces de luz acababan en el mismo punto. Debido a la naturaleza de onda de la luz, cualquier diferencia en los tiempos de llegada mostraría una interferencia.

Como no detectaron ninguna interferencia, esto quería decir que no había diferencia en los tiempos de llegada. La luz que recorrió el camino a favor y en contra del viento del éter llegó a la “línea de mcta” al mismo tiempo que la que realizó el recorrido perpendicularmente. Si no había ningún error experimental (y el experimento fue repetido hasta la saciedad por todo el mundo) podían ocurrir dos cosas. O la Tierra no se movía con respecto al éter, o no existía ningún éter. Nadie estaba contento.

La teoría especial

El artículo de Einstein sobre la relatividad especial, “Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento” trataba de la cuestión del éter y del movimiento absoluto: no existían. Fin de la historia. El dilema en que se encontraba la física se podía resolver, decía Einstein renunciando a la idea de movimiento absoluto, ya que todas las evidencias demostraban (la más obvia, el experimento de Michelson-Morley) que “los fenómenos de la electrodinámica y de la mecánica no poseen propiedades que se correspondan con la idea de reposo absoluto...”.

Lo mismo para el éter que para el movimiento absoluto o el espacio absoluto. Sin un sistema de referencia fijo y absoluto, las cosas sólo pueden entenderse en términos de su relación con otras. Podemos decir “Estamos en reposo” cuando tengamos contestación a la pregunta “,En reposo con respecto a qué sistema?”.

Es una pregunta muy importante. Sin un sistema de referencia, nadie puede decir si se está moviendo o no. Para ilustrar el asunto, imaginemos que estamos yendo por la autopista, y que adelantamos un coche de la policía por el carril izquierdo. El coche de la policía nos ignora, pero momentos después escuchamos una sirena. Otro coche de policía, que estaba parado al vernos pasar y que ahora viene por detrás, nos está avisando para que paremos. Nos detenemos en el arcén, junto con los dos coches de policía, el que adelantábamos y el que nos mandó detenernos.

6Sabe a qué velocidad iba?— nos pregunta el policía del segundo coche.

—Por supuesto. Estaba parado.— contestaríamos.

—Encima con bromitas, ¿Eh? Iba usted a más de 140 cuando le he detenido— dice, esperando confirmación del otro coche de policía.

—Me temo que no— dice el otro policía —Iba solamente a 30 kilómetros por hora cuando me ha adelantado.

El problema está claro: nadie se pone de acuerdo en el sistema de referencia. Tenemos razón al decir que estábamos parados, porque podemos suponer que el primer coche de la policía iba marcha atrás con respecto a nosotros, y que el segundo coche (junto con la Tierra), también iba marcha atrás, aunque a más velocidad. Y el primer policía podía pensar que él estaba en reposo, y que nosotros le hemos adelantado a 30 kilómetros por hora, en tanto que el segundo coche y el resto del planeta se movían a una velocidad de 110 kilómetros por hora marcha atrás.

El segundo coche pensaba que él estaba en reposo, así que veía al primer coche circulando a 110, y a nuestro coche a 140 kilómetros por hora.

Finalmente, acabamos en un juicio, donde un juez con algo de sentido común determina que los límites de velocidad hay que aplicarlos definiendo la Tierra como sistema de referencia en reposo. Luego, enfadado, nos arroja el código de la circulación a la cabeza, pero como nos vamos corriendo a unos 20 kilómetros por hora, y nos ha tirado el libro a 22, apenas nos hace daño.

Este ejemplo ilustra dos cosas importantes sobre el movimiento relativo, ambas bien conocidas desde Galileo, a principios del siglo XVII:

1. Las leyes de la mecánica son iguales para cualquier sistema que tenga movimiento uniforme.

2. Es útil ser capaz de relacionar sistemas que se muevan uno con respecto a otro.

Galileo ilustró la primera afirmación con el ejemplo de un marinero sentado en la bodega de un barco, pero continuemos nosotros con en ejemplo de los automóviles. Imaginemos que nos quedamos dormidos en un coche (que evidentemente, no conducimos, porque, por ejemplo, viajamos con chófer en una limusina). Es fácil que durmamos, porque los cristales son ahumados, y la separación que hay entre el asiento de atrás y el conductor es opaca. Como la suspensión es buena, no sentimos los baches, y el motor no hace apenas ruido.

Cuando despertamos, no sabemos realmente si seguimos andando o si estamos aparcados en algún lugar. ¿Existe alguna manera de saberlo sin mirar fuera de la hm usina? Ninguna. Nada de lo que ocurra dentro de la limusina podrá mostrarnos alguna diferencia entre el movimiento y el reposo. Todas las leyes de movimiento y de inercia se aplican exactamente igual dentro y fuera del coche. Esto es lo que se conoce como el principio de relatividad de Galileo.

Galileo estudio la segunda afirmación trabajando con una serie de ecuaciones que relacionaran los dos sistemas de referencia (siempre estamos hablando de movimientos uniformes, sin aceleración). Utilizando estas ecuaciones, podríamos ver cómo el sistema de referencia “autopista” (el coche en reposo), se relaciona con el sistema de referencia del policía (nos desplazamos a 140 km/li), y podríamos decir a nuestro chofer que redujera la velocidad. Además, podríamos explicar a nuestro conductor que tales transformaciones las realiza bastante bien el velocímetro.

Es sencillo darse cuenta de que el perder el éter como sistema de referencia absoluto no era tan grave, después de todo. La velocidad de los móviles como trenes, barcos o caballos siempre se había medido con relación al movimiento de la Tierra, y el fracaso del experimento de Michelson-Morley había demostrado la falsedad de utilizar el éter como sistema de referencia. Y como tenemos las transformaciones de Galileo para relacionar sistemas de referencia que se muevan uno con respecto al otro, todo parece correcto.

Pero Einstein no se detuvo aquí. Amplió el principio de relatividad de Galileo para incluir no sólo las leyes de la mecánica, sino también las leyes del electromagnetismo. De hecho, Einstein postuló que todas las leyes naturales, mecánicas, electromagnéticas, incluso las leyes aún no descubiertas, serían las mismas para todos los sistemas de referencia con movimiento uniforme.

El siguiente postulado de Einstein, deducido a partir de las ecuaciones de Maxwell y del resultado del experimento de Michelson-Morley, era un mazazo: “la luz se propaga en el vacío con una velocidad constante, c, que es independiente del estado de movimiento del cuerpo que la emite”.

Tomados en conjunto, estos postulados no sólo permitieron a Einstein resolver el problema desde el punto de vista de la física, sino cambiar asimismo la manera en que percibimos el mundo. Las implicaciones eran inmediatamente claras: si la velocidad de la luz era constante, sin tener en cuenta el movimiento de su fuente, entonces toda la definición de tiempo y de espacio hay que modificarla. He aquí el porqué:

Imaginemos que el famoso policía detenido en el arcén nos ve pasar en nuestra limusina a 100 km/h. Cuando nos ve pasar, ve también que arrojamos al conductor una moneda para pagar un peaje. La tiramos con una velocidad de 80 km/h (en relación con la límusina). ¿A qué velocidad se está desplazando la moneda con respecto al policía? Es muy sencillo:

100 km/h (la limusina) + 80 km/h (la moneda) = 180 Km/h.

Con relación al policía, la moneda va más rápido.

Ahora imaginemos que la limusina, en lugar de ir a 100 km/h se está desplazando a la velocidad de la luz. Y que en lugar de arrojar una moneda, encendemos una linterna que ilumina la cabeza del conductor. ¿A qué velocidad viaja la luz de la linterna? Para nosotros, que estamos dentro de la limusina, se mueve a la velocidad de la luz, a 300.000 km/s. Pero, en relación al policía, su velocidad debería ser 300.000 km/s (la velocidad del coche) más 300.000 km/s (la velocidad de la luz de la linterna), es decir, 600.000 km/s, si estamos de acuerdo con Galileo.

Pero Einstein había postulado que la velocidad de la luz es constante “independiente del estado de movimiento del cuerno que la emite”. Así que no importa lo rápido que vayamos: el policía tiene que ver la luz moviéndose a 300.000 km/s. La dificultad ahora es obvia. Las ecuaciones que dedujo Galileo para relacionar dos sistemas de referencia no requerían que la velocidad de la luz fuera constante, pero la teoría de Einstein sí. Para relacionar sistemas en movimiento y conservar la velocidad de la luz constante, Einstein utilizó una serie de ecuaciones que había desarrollado H.A. Lorentz.

Lorentz había desarrollado sus ecuaciones aplicando las transformaciones de Galileo no a sistemas mecánicos, para los que habían sido creadas, sino a sistemas electromagnéticos. Descubrió que las transformaciones de Galileo no servían para relacionar campos electromagnéticos en movimiento, así que realizó una serie de correcciones para que las transformaciones de Galileo funcionaran. Einstein adoptó las ecuaciones de Lorentz como parte de la teoría especial de la relatividad, utilizándolas como en enlace matemático entre todos los sistemas de referencia con movimiento uniforme.

Lo más extraño de todo era que las ecuaciones de Lorentz trataban el tiempo y el espacio no como entidades fijas para cualquier sistema, sino como variables.

La teoría especial de la relatividad no negaba las teorías de Newton o de Galileo, simplemente las corregía. La relatividad sólo se hacía evidente a velocidades cercanas a la velocidad de la luz. A velocidades “normales”, las diferencias en los resultados al utilizar las transformaciones de Galileo y las transformaciones de Lorentz, son tan pequeñas que no se pueden detectar, y es por eso que las implicaciones de la relatividad especial nos parecen tan poco intuitivas. Pero si fuéramos capaces de generar una velocidad suficiente (digamos 3/4 de la velocidad de la luz, por ejemplo), empezaríamos a notar los efectos predichos por la relatividad:

• los relojes en movimiento irían más lentos que los estacionarios (no porqué el reloj funcionara más despacio, sino por el tiempo en sí).

• los objetos en movimiento se contraerían en la dirección del movimiento.

• cuanto más rápido se moviera un objeto, más masa tendría.

Estos efectos están presentes en nuestra vida diaria, pero son tan increíblemente pequeños que los podemos ignorar perfectamente. Este es el porqué de que las transformaciones de Galileo funcionan tan bien, y las podemos seguir utilizando en nuestros sistemas de referencia que se mueven con velocidades relativamente pequeñas.

La relatividad especial también demostraba que la velocidad de la luz es el límite de velocidad universal. De acuerdo con las ecuaciones, cuanto más rápido se mueve un objeto, tanto más se contrae, y más se ralentiza el tiempo, hasta que a la velocidad de la luz, el objeto se ha contraído hasta perder existencia, y el tiempo se ha detenido. En ese punto, nada puede ir más deprisa, y no hay manera de medir, además, su velocidad, ya que el tiempo se ha detenido.

La teoría especial también nos lleva a un concepto que es el preferido de los entusiastas de la ciencia ficción, y a menudo mal entendido por casi todo el mundo: el Continuo espaciotemporal. Las transformaciones de Einstein utilizan tres variables para localizar un suceso en el espacio (x, y, z) y una para localizar el suceso en el tiempo (t).

En 1908, el matemático ruso Hermann Minkowski demostró ante una audiencia en Colonia, Alemania, que estas cuatro variables describían no un espacio tridimensional y una variable temporal, sino una única geometría cuatridimensional, llamada espacio-tiempo. En la geometría espacio-tiempo, un objeto no tiene largo, ancho y alto, sino que tiene existencia con propiedades definibles de largo, ancho, alto y tiempo, todas ellas interdependientes.

El tiempo es una constante sólo en los sistemas que permanecen en reposo uno con respecto a otro. Por supuesto, en nuestro mundo diario nos movemos siempre con respecto a otros sistemas, pero, hasta que comencemos a movernos a velocidades cercanas a la velocidad de la luz, no es necesario tener en cuenta la corrección temporal cuando conducimos por la autopista.

E = mc2

Esta ecuación, por la que Einstein será recordado para siempre. fue el tema de su cuarto artículo de 1905, titulado "Depende la inercia de un objeto de su energía?”. Contrariamente a lo que se cree, E=mc2 no es la fórmula de la bomba atómica (basta con tratar de construir una utilizándola), sino una descripción de la relación entre masa y energía, dos cantidades que eran consideradas lo bastante independientes como para tener sus propias leyes de conservación. Pero en este artículo, escrito casi como un corolario de la teoría especial de la relatividad, Einstein demostró que son simplemente dos caras de la misma moneda.

Parece una consecuencia razonable de la relatividad el suponer que si el tiempo y el espacio cambian con el movimiento, también lo haga la masa, pero la idea era lo sufi­cientemente extraña para que Einstein se preguntara si “el buen Dios no se estaba riendo y me ha llevado a un callejón sin salida”. Pero el argumento estaba bien fundado, y el artículo de Einstein demostraba que la masa de un cuerpo reflejaba verdaderamente su contenido en energía. La correlación está realizada utilizando, una vez más, la velocidad de la luz al cuadrado, lo que explica por qué no percibimos que nuestra masa varíe cuando caminamos por la calle: el cambio es tan pequeño que se puede considerar inexistente.

Las implicaciones de la equivalencia masa-energía son inmediatamente obvios: un breve vistazo a la ecuación revela que hay una enorme cantidad de energía representada incluso en las masas más pequeñas. Pero los contemporáneos de Einstein poco podían hacer más que especular en cómo podía ser liberada esa energía, y, de hecho, muchos de ellos dudaron de que esa ecuación tuviera alguna finalidad práctica. En aquel tiempo, al menos, sirvió para consolidar dos leyes de conservación, de espacio y de tiempo, en una.


movimiento browniano

El articulo de Einstein sobre el movimiento browniano
Breve Descripción del Fenómeno

El segundo artículo de Einstein en 1905, “Sobre el movimiento de partículas pequeñas suspendidas en un líquido estacionario”, predecía un fenómeno que había sido detectado hacía setenta años: el movimiento browniano. Este trabajo podría no ser considerado como genial, ya que después de todo, casi todo el mundo podía predecir la existencia del movimiento browniano. La diferencia es que la predicción de Einstein estaba fundamentada matemáticamente en un modelo estadístico que Einstein había desarrollado para analizar el movimiento de las moléculas suspendidas en un líquido. Cualquier otra predicción podría ser la consecuencia de leer un libro sobre Einstein.

En 1827, el botánico británico Robert Brown observó con un microscopio las partículas de polen que había suspendido en agua. Brown se dio cuenta de que las partículas mostraban un movimiento constante, aleatorio, como si se las estuviera empujando. No había ninguna razón para creer que los granos de polen tuvieran algún poder oculto que les hiciera moverse en el agua. Brown encontró también que cualquier cosa con un mismo tamaño, ya fuera orgánica o inorgánica, mostraría el mismo comportamiento. Por lo tanto concluyó que la “danza” de los granos de polen era algo relacionado con el agua. El fenómeno debe su nombre al del descubridor, aunque Brown nunca explicará lo que causaba el movimiento.

Algunos científicos sugirieron que el movimiento podría deberse a las colisiones entre las moléculas del agua y las partículas de polen, pero la teoría se detenía allí. La idea de la existencia de átomos y moléculas eran muy nueva, e incluso no había pruebas experimentales de su existencia. Lo que Einstein proporcionó fue una descripción matemática completa de este fenómeno molecular, que podía ser verificada experimentalmente.

El movimiento browniano es debido a la excitación térmica de las moléculas de agua. El movimiento que se provoca en los granos de polen no es debido a la colisión entre una molécula de agua y el polen, ya que esto requeriría que las moléculas de agua fueran muchísimo más grandes. Es más, cada pequeño movimiento de un grano de polen es el resultado de que muchas moléculas colisionen con él. En un tiempo dado, el efecto acu­mulado de estas colisiones se desequilibrará en una dirección, empujando al grano en esa dirección. En un instante posterior, las colisiones se desequilibrarán en otra dirección aleatoria, y así sucesivamente.

El artículo de Einstein convenció a muchos de los que aun no creían que las moléculas tuvieran una base real. Más que intentar probar que el movimiento browniano era el resul­tado de las colisiones moleculares, Einstein partió del punto opuesto. Simplemente supuso la existencia de las moléculas, y luego calculó exactamente que pasaría si suspendiéramos partículas pequeñas en un líquido. Era la exactitud de los cálculos en lo que estaba el se­creto, y esto silenciaría el debate sobre el tema de las moléculas. Esta hazaña debía mucho a los trabajos matemáticos que Einstein había desarrollado antes de 1905, para sus trabajos relacionados con la termodinámica y la mecánica estadística.

El modelo descriptivo de Einstein para el movimiento browniano es popularmente conocido hoy en día como “movimiento aleatorio”, ya que su fórmula se aplica no solamente a las colisiones moleculares, sino que también es efectiva para describir el movimiento de un borracho que camina por la calle, cambiando aleatoriamente de dirección cuando choca con los buzones de correos, las farolas o con otros transeúntes.

(La fórmula es ¡a siguiente: la distancia media recorrida por el borracho desde que co­mienza es el producto de La longitud de cada uno de sus pasos por la raíz cuadrada de nú­mero de pasos que ha dado. Un borracho que se mueva aleatoriamente y que haya dado 49 pasos de 1 metro de longitud cada uno, ha recorrido 7 metros desde su posición inicial. Sobrio, es decir, caminando en línea recta, hubiera recorrido 49 metros.)

los amores del genio/LAS MUJERES DE EINSTEIN


Pauline madre de Einstein:

Pauline Koch tenía 17 años cuando contrajo matrimonio en 1876 con Hermann Einstein. Mujer culta, interesada en música y literatura, era excelente pianista y disfrutaba tocando este instrumento tan a menudo como podía.

Tres años después de casarse con Hermann, Pauline tuvo su único hijo varón, Albert. En 1881, cuando Einstein tenía dos años, nació su hermana Marie, a quien siempre llamaron Maja.

Se fomenta el interés por la música: Pauline quería que sus hijos apreciaran la música y tocaran un instrumento, así que cuando Albert cumplió seis años, contrató una maestra para que le enseñara a tocar el violín. Las clases comenzaron bien, pero luego de un tiempo el niño se aburrió de la instrucción rígida, le lanzó una silla a la maestra y la expulsó de la casa. Pauline se armó de paciencia y sencillamente contrató otro profesor.

Einstein soportó las lecciones de violín que su madre le impuso. La fuerte mano de Pauline al respecto dio frutos. A los 13 años el niño descubrió a Mozart y su interés por la música dio un vuelco. Comenzó a tocar dúos con la madre al piano, costumbre que conservó hasta la muerte de Pauline. La música se convirtió en parte importante de su vida.

Pauline vivió muy orgullosa de su hijo y siempre se involucró en sus asuntos. Cuando Albert estaba en la escuela elemental, ella le escribió a su madre alabando el rendimiento escolar del niño. Cuando Einstein quiso entrar en la universidad, dos años antes de cumplir la edad exigida de 18 años, Pauline contactó a un antiguo vecino de Alemania que vivía por entonces en Zurich para ver si éste podía lograr que la universidad suprimiera el requisito. Aparentemente, Pauline dijo que Albert era niño prodigio (que no era), porque eso fue lo que declaró el antiguo vecino a los administradores de la universidad. El hecho es que logró su objetivo. La universidad suprimió el requisito de edad y Einstein pudo presentarse a las pruebas de admisión.

Oposición a Mileva: No todo marchó sobre ruedas entre Einstein y su obstinada madre. Los tiempos difíciles llegaron cuando Pauline se dio cuenta de que las relaciones entre su hijo y su novia y condiscípula, Mueva Maric, se habían vuelto serias. A Pauline nunca le gustó Mueva, pues pensaba que no era lo suficientemente buena para su brillante retoño. Además, era mayor que Albert.

La fuerte oposición de Pauline no tuvo ningún éxito con Einstein, de suerte que con el tiempo atenuó sus críticas. Sin embargo, montó en cólera cuando Maja le dijo que permitiera que Mueva y Albert se casaran. La confrontación causó una desavenencia tal entre madre e hija, que no se hablaron por algún tiempo.

Pauline nunca aceptó a Mileva. En años posteriores Einstein dijo que las relaciones entre Pauline y Mueva “bordeaban la hostilidad”.

A pesar de esto, Pauline amaba a su hijo y vivía pendiente de sus éxitos. Por su parte, Einstein quería a su madre y la visitaba cuando podía, y a veces tocaban dúos al piano.

Cuando murió su esposo, en 1902, Pauline fue a vivir con su única hermana, Fanny, y su esposo. En 1911 se trasladaron a Berlín; entonces Pauline comenzó a trabajar como ama de llaves en un pueblo vecino.

En 1914 Pauline cayó enferma de cáncer. En 1918, estando muy avanzada la enfermedad, Maja la internó en un sanatorio. Einstein, quien por entonces se había casado con su segunda esposa, la sacó al año siguiente del sanatorio y la llevó a su casa. Allí murió un año después, el 20 de febrero de 1920.

Einstein había dicho alguna vez que no se preocuparía por su muerte ni por la de nadie. Pero después del fallecimiento de su madre, “Einstein lloró como cualquier hombre, y me di cuenta entonces de que en realidad era capaz de preocuparse por alguien”, según declaró la esposa del astrónomo Erwin Freundlich.

Maja, hermana de Einstein

Cuando nació su hermana, Albert, que tenía entonces dos años, pensando probablemente que se trataba de un juguete, preguntó dónde estaban las ruedas. Maja (cuyo nombre de pila era Marie) nació en 1881.

En el capítulo 2 se relata que, antes de ingresar al Instituto Politécnico Federal de Zurich, Einstein asistió al colegio en Aarau, Suiza, y se alojó donde la familia Winteler. Maja ingresó después al mismo colegio y vivió también con los Winteler. Luego permaneció tres años en Aarau preparándose como maestra, y más tarde estudió lenguas romances en las universidades de Berlín y Berna.

Mientras adelantaba el postgrado en la Universidad de Berna, su hermano dictaba clases nocturnas como Privatdozent o instructor en la universidad, primer escalón de la carrera académica. A veces Maja asistía a estas clases.

Maja obtuvo el doctorado en lenguas romances en la Universidad de Berna. Al año siguiente se casó con Paul Winteler, buen amigo de Einstein. La pareja vivió primero en Lucerna, Suiza, y más tarde en las cercanías de Florencia. Allí se establecieron hasta 1939, cuando el peligro nazi la forzó a abandonar Europa. (Problemas de salud impidieron el ingreso a Estados Unidos del esposo.) Pasada la guerra, Maja quiso volver a Europa y reunirse con su marido, pero su mala salud le impidió viajar. En cambio fue a vivir con Albert a Princeton.

Elsa, segunda esposa de Einstein, había muerto en 1936. Maja se reunió en Princeton con Margot Einstein, hija de Elsa, y con Helen Dukas, secretaria de toda la vida de Einstein. Las tres mujeres manejaban la casa y ayudaban a Einstein con la correspondencia, lo protegían de visitantes indeseables y le ofrecían compañía, consejo y afecto. Einstein era muy cercano a las tres, en especial a Margot y Maja.

Maja escribió un ensayo biográfico sobre su hermano, que terminó en Florencia en 1924. Este ensayo, titulado “Albert Einstein, bosquejo biográfico”, es la fuente principal de recuerdos familiares sobre los primeros años de Einstein. El trabajo de Maja, que permaneció en manuscrito hasta hace poco, relata la vida de Einstein hasta 1905 y constituye en su mayor parte un proyecto abandonado. El manuscrito fue publicado en 1987 como parte de The CollectedPapers of Albert Einstein.

Maja murió en Princeton en 1951, cuatro años antes que su célebre hermano. Einstein sufrió mucho. La había cuidado amorosamente durante sus últimos meses; le leía todas las noches “los mejores libros de la nueva y la antigua literatura”. Su inteligencia era tan aguda como siempre pero hacia el final no podía hablar. “Nunca imaginé que me hiciera tanta falta’, escribió Einstein en una carta poco después de su muerte.

Mileva Maric, primera esposa de Einstein

Mileva Maric era la única mujer que se especializaba en física en el Politécnico de Zurich, donde también estudiaba Einstein. En su segundo semestre comenzaron a interesarse mutuamente. Su relación se convirtió en un romance que con el tiempo condujo al rnatrimonio, a pesar de la oposición de la familia de Einstein (en especial de su madre).

El romance de Einstein y Mileva está bien documentado en cartas que se escribieron entre 1897 y 1903, descubiertas en 1987. No se sabía mucho de Mileva antes de la aparición de estas cartas.

En sus primeras cartas, Mueva escribe con entusiasmo sobre la física que aprendía en las clases. Con el paso del tiempo, el énfasis en la física va desapareciendo y sus cartas se convierten en cartas de amor que muestran sus sentimientos hacia Einstein y la preocupación por sus relaciones. Einstein le manifiesta su amor, le cuenta la reacción de su familia y le habla de física.

Las cartas constituyen un registro inestimable y directo del desarrollo intelectual temprano de Einstein. Con orgullo le comunica a Mileva sus ideas sobre la relatividad y sobre las inconsistencias que encuentra en algunos artículos de física que ha leído. Mileva, con su formación en física, parece su caja de resonancia.

Fundación de una familia: Como se relata en el capítulo 2, las relaciones de Einstein y Mileva progresaron durante sus años de universidad. Graduado ya del politécnico y antes del trabajo en la oficina de patentes de Berna, Einstein consiguió un empleo temporal fuera de Zurich, mientras Mileva permanecía en el politécnico (había perdido los exámenes finales y se preparaba para presentarlos de nuevo). En esos meses, Einstein iba todos los sábados a Zurich para visitar a Mueva. En una de las visitas ella le dijo que estaba embarazada.

El embarazo la perjudicó en sus estudios, que habían sido una lucha durante años. Se presentó a los exámenes finales y los perdió. Estaba desolada y abandonó la universidad. Deprimida, viajó a Hungría a casa de sus padres, que no estaban muy felices con las noticias. Al comienzo, el padre, enojado, le prohibió rotundamente casarse con Einstein.

En el invierno de 1902 Mueva dio a luz una niña, Lieserl. El parto fue difícil y Einstein estaba ausente. Se enteró del asunto por una carta que le escribió el padre de Mileva.

Nadie sabe qué fue de la única hija de Einstein. Desapareció poco después de su nacimiento y no se han encontrado rastros de ella. Es probable que Mileva la haya dado en adopción.

Cerca de un año después, el 6 de enero de 1903, Einstein y Mueva se casaron en una ceremonia civil en el palacio de justicia de Berna. Einstein trabajaba en la oficina de patentes de Berna y ganaba un salario decente como funcionario. La vida se presentaba relativamente bien para la pareja.

Poco más de un año después del matrimonio, Mueva dio a luz a su primer hijo varón, Hans Albert. Aunque él trató inicialmente de ayudarla con el niño, no era propiamente lo que se dice un buen marido. Estaba interesado en su trabajo y prestaba muy poca atención a la esposa o al hijo. La cosa empeoró durante el estallido de creatividad de su año milagroso (ver el capítulo 3). Su relación comenzó a deteriorarse.

Lucha con la depresión: Einstein se refugió en su trabajo y Mueva se deprimió. Según un visitante, la casa era un caos. Einstein trataba de ayudar, pero su corazón estaba ausente. Cargaba al niño mientras intentaba escribir sus ecuaciones en un cuaderno.

El 28 de julio de 1910 nació Eduard, segundo hijo de Einstein y Mileva. Las cosas mejoraron entre ellos, pero no por mucho tiempo. Mueva seguía deprimida y se estaba volviendo celosa de las mujeres con las que coqueteaba su esposo.

Einstein y su familia se trasladaron a Praga en 1911, en donde Einstein había aceptado una buena oferta de la universidad. Mueva odiaba la ciudad. Einstein aceptó un año después una oferta de su alma mater y volvió a Zurich. Mueva estaba encantada. Esto duró un par de años. Einstein aceptó en 1914 una oferta de la Universidad de Berlín y se trasladó allí con la familia.

Mileva fue muy infeliz ante la perspectiva de establecerse en Berlín. Elsa, una prima de su esposo, vivía en la ciudad, y Mileva estaba celosa. Además, los alemanes miraban por encima del hombro a la gente de origen serbio, como Mueva.

Hacia el divorcio: Mueva tenía razón con respecto a Elsa. Einstein comenzó a frecuentarla y ése fue el principio del fin de su matrimonio. Luego de una pelea, Einstein se fue de la casa y algún tiempo después redactó un contrato de separación en que se estipulaban sus obligaciones. Mileva y los niños volvieron a Zunich.

En 1916, en una de sus visitas a los muchachos, Einstein le pidió a Mileva el divorcio. Esto le produjo a ella un colapso nervioso, del cual se recuperó lentamente, pero entonces surgió otro motivo de preocupación: el hijo menor. Eduard era un niño muy dotado. Leía a Goethe y Schiller en el primer grado y poseía una memoria fotográfica. Aprendía con velocidad pasmosa todo lo que se proponía. Pero estaba perturbado (Eduard debió ser internado en un hospital psiquiátrico en 1933, luego de presentar síntomas de inestabilidad mental. Murió en el hospital en 1965).

Mueva y Einstein se divorciaron el 14 de febrero de 1919. Luego del divorcio, Mileva dedicó buena parte de su vida al cuidado de Eduard. Su salud comenzó a deteriorarse en 1947. Al año siguiente sufrió un derrame cerebral que la dejó semiparalizada, y murió el 4 de agosto de 1948.

Mileva había comenzado al mismo nivel intelectual de Einstein; leían, estudiaban y hablaban de física juntos. Hacia 1902 su asociación había cambiado, porque el pensamiento de Einstein se había desarrollado y estaba en otro nivel. Pero hasta entonces su presencia le ayudó a concretar las ideas, ofreciéndole los amorosos oídos de una colega.

Lieserl, la hija de Einstein

La única hija de Einstein nació en 1902 en Novi Sad, población situada entonces en Hungría, donde vivían los padres de Mueva. Todavía la pareja no estaba casada, y el embarazo de Mileva se mantuvo secreto salvo para su familia.

Einstein se hallaba en Suiza al nacer el bebé, a la espera del resultado de su solicitud de trabajo en la oficina de patentes. Cuando se enteró del nacimiento escribió a Mueva preguntándole por la salud de la niña, cómo tenía los ojos y a quién se parecía. Tenía mil preguntas. “La quiero tanto y ni siquiera la conozco”.

Mileva respondió pero su carta no sobrevivió, así que no sabemos lo que dijo. Einstein volvió a escribir una semana después, agradeciéndole su “cartica”, pero sin mencionar a Lieserl. Las miles de preguntas que tenía la semana anterior se habían esfumado. Se refirió en cambio a su solicitud de trabajo en la oficina de patentes.

En otra carta, fechada en septiembre de 1903, cuando Mileva estaba embarazada de su primer hijo, Einstein le decía que no estaba enojado porque estuviera esperando otro bebé. De hecho, decía que había estado pensando en una nueva Lieserl, porque a Mileva “no debería negársele el derecho que tienen todas las mujeres”, y agregaba que se hallaba “muy triste por lo que le ha sucedido a Lieserl”. Aparentemente la niña había desarrollado fiebre escarlatina. “~,Cómo quedó registrada la niña?”, escribió. “Debemos tomar precauciones para que no tenga problemas más adelante”.

¿Registrada dónde? ¿En el hospital a donde fue llevada enferma? ¿Qué clase de problemas? ¿Problemas de salud o problemas de nombre? Lo ignoramos. Lieserl sencillamente desapareció. En las cartas que sobrevivieron, ni Einstein ni Mueva volvieron a mencionar jamás a su hija. Su otro hijo, Hans, nunca supo que tenía una hermana.

No existen registros de nacimiento en Novi Sad ni en las regiones vecinas que puedan dar indicios sobre Lieserl. Lo más probable es que fue dada en adopción muy pronto y quedó registrada con el nombre de su nueva familia.

Elsa la segunda esposa de Einstein

Elsa era prima de Einstein, hija de su “tío rico” Rudolf Einstein y de su tía Fanny (hermana de Pauline). Elsa contrajo un primer matrimonio con Max Loewenthal, comerciante en textiles de Berlín, con quien tuvo dos hijas, Ilse y Margot, y un hijo que murió poco después de nacer.

Einstein y Elsa se encontraban a menudo cuando niños pero perdieron el contacto en la edad adulta. En uno de los viajes de Einstein a Berlín. estando todavía casado con Mueva, volvió a encontrarse con su prima. Ella se había divorciado y vivía con sus dos hijas en un apartamento justo debajo del de sus padres. Einstein se sentía cómodo con Elsa en este entorno familiar. Cuando se trasladó a la Universidad de Berlín, siguió frecuentándola con cierta frecuencia.

Después de su separación de Mileva, Einstein veía a Elsa a menudo y en septiembre de 1917 se fue a vivir con ella. Elsa estaba claramente interesada en Einstein y lo presionó para que se divorciara.

Después del divorcio, que tuvo lugar en 1919, Einstein se sintió libre para casarse con Elsa. De ella lo atraía sobre todo su cocina. Además le estaba agradecido porque lo había cuidado cuando había estado enfermo con problemas estomacales. No había pasión entre ellos. Sin embargo se casaron el 2 de junio de 1919, sólo tres meses y medio después de su divorcio de Mileva. Einstein tenía 40 años y Elsa 43. Su matrimonio parece haber sido platónico.

Aunque algunos amigos de Einstein criticaban su afán de protagonismo, Elsa era consciente de la importancia de su esposo y logró crear para él un entorno amable donde podía trabajar. Su eficiencia en el manejo del hogar le facilitó la vida a Einstein.

Como había sucedido en su matrimonio con Mueva, aparecieron los problemas a causa de los coqueteos de Einstein con otras mujeres. Él era muy famoso, de suerte que muchas mujeres de todo el mundo se sentían atraídas por él.

En 1935, después de que Einstein y Elsa se trasladaran a Estados Unidos, ella cayó enferma con problemas cardíacos y renales. Murió el 20 de diciembre de 1936.

Einstein había sido muy atento y solícito durante los últimos meses de vida de Elsa. Luego de su muerte, él se recuperó rápidamente. ‘Me he acostumbrado muy bien a la vida aquí”, escribió. “Vivo como un oso en mi madriguera.., esta condición osuna se ha acrecentado con la muerte de mi mujer y camarada, quien era mejor con los demás de lo que yo soy”.

Ilse, hijastra de Einstein

use era una de las hijas de Elsa. En la época en que pensaba casarse con Elsa, Einstein se sintió atraído por Ilse, que era bonita y tenía 22 años. Ilse le tenía afecto y lo respetaba. Einstein pensó seriamente y sin tapujos en escoger entre las dos.

“Ayer se planteó de pronto la pregunta sobre con quién debería casarse Albert, si conmigo o con mamá”, escribió Ilse a un amigo, rogándole que destruyese la carta inmediatamente (obviamente él no le hizo caso). “Esta pregunta, formulada medio en serio y medio en broma, se volvió a los pocos minutos algo serio que hay que considerar y discutir”. Einstein, decía use a su amigo, estaba listo para casarse con cualquiera de las dos. Pero ella no abrigaba “sentimientos físicos” hacia él. Lo respetaba y quería mucho, pero más como a un padre.

Ilse se casó con Rudolf Kayser, periodista y hombre de letras, que escribió después una biografía de Einstein editada cuidadosamente por el propio Einstein. Kayser publicó en 1930 su libro, Albert Einstein A Biogrciphical Portro it, bajo el seudónimo de Anton Reiser. La edición inglesa fue publicada en Nueva York el mismo año.

Después de la toma del poder por los nazis en 1933, Kayser rescató de Berlín los papeles de Einstein y los sacó del país con ayuda de la embajada francesa. Los documentos fueron llevados más tarde a la casa de Einstein en Princeton, en donde permanecieron hasta después de su muerte.

Ilse vivía en París con su esposo. A los 37 años cayó gravemente enferma de tuberculosis. Ella y su hermana Margot se habían trasladado a París al tener noticia de que los nazis iban a secuestrarlas para llegar hasta Einstein. Elsa tuvo que irse sola a París para estar con su hija, ya que Einstein no podía poner los pies en Europa por el peligro nazi. Ilse murió poco después de la llegada de Elsa.

Margot, hijastra de Einstein

Margot era la otra hija de Elsa. Estaba casada con Dimitri Marianoff, periodista como el esposo de su hermana. Marianoff quería escribir una biografía de Einstein y comenzó a salir con Margot para tener acceso a él.

El plan de Marianoff tuvo éxito, pero en contraste con la biografía escrita por su otro hijo político, ésta no fue editada por Einstein. En consecuencia, muchos detalles personales que Einstein no estaba interesado en divulgar aparecieron en el libro, cosa que lo entristeció en gran manera.

El libro, titulado Einstein: An Intimate Study of a Great Man, ofrecía la visión detallada de Marianoff sobre la vida privada de Einstein y su opinión sobre las mujeres (la versión inglesa apareció en 1944 y está agotada).

El matrimonio de Margot y Marianoff no duró mucho. Luego del divorcio, Margot vivió en París hasta la muerte de su hermana use. Entonces acompañó a su madre de vuelta a Estados Unidos y vivió con ella y con Einstein. Muerta Elsa, Margot permaneció con Albert y lo cuidó.

Helen Dukas, secretaria de Einstein

Helen Dukas fue la secretaria de Einstein desde 1928 hasta su muerte en 1955. Emigró en 1933 a Estados Unidos con Einstein y su esposa Elsa. Vivía en Princeton en casa del científico, con Elsa y Margot. Después de la muerte de Elsa, fue una de las tres mujeres (las otras dos fueron Maja y Margot) que se encargaron de los asuntos de Einstein.

Muerto Einstein, Dukas se convirtió en depositaria de su legado literario y archivista de sus papeles. Colaboró con el profesor Banesh Hoffman —quien había trabajado con Einstein en la teoría general de la relatividad— en dos libros: Albert Einstein. Creator and Rebel y Albert Einstein, The Human Side.

Marie Winteler, primer amor de Einstein

Marie Winteler fue el primer amor de Einstein. Era hija de iost y Pauline Winteler, maravillosa familia donde se alojó el joven Albert en Aarau (ver el capítulo 2). Tenía 18 años cuando se conocieron, y rápidamente Albert se enamoró de ella. El romance contribuyó a los éxitos de Einstein en el año maravilloso que pasó en la Escuela Cantonal de Aarau, probablemente el más feliz de su vida.

Pero su amor de adolescentes no duró. Albert dejó de escribirle cuando abandonó la casa de los Winteler para estudiar en el Politécnico de Zurich.

Años después, en 1940, Marie le escribió una carta desde Europa pidiéndole un préstamo de 100 francos porque se hallaba en situación difícil a causa de las penurias de la guerra. Se sabía que Einstein ayudaba a muchos europeos que sufrían por causa de la guerra. Sin embargo, Helen Dukas, ignorando quién era, nunca le pasó a Einstein la carta.

Marie Curie:
La célebre científica Marie Curie fue contemporánea de Einstein. En su carácter de científicos de primer orden en el mundo, sus vidas se cruzaron varias veces. Una de tales ocasiones se presentó en 1909, cuando a ambos se les concedió el doctorado honoris causa con motivo de la conmemoración de los 350 años de la fundación de la Universidad de Ginebra.

Su descubrimiento de la radiactividad (junto con su esposo, Pierre, y el colega de ambos, Henri Becquerel) desempeñó un papel en el desarrollo de la ecuación de Einstein. E = mc²

En el artículo en que presentó su famosa fórmula. Einstein demostraba que la aplicación de sus ecuaciones de la relatividad especial a un átomo que emitía luz en un proceso de decaimiento radiactivo implicaba que la energía posee masa. Hubiera sido difícil para él pensar en la emisión espontánea de luz por parte de un objeto si el fenómeno no hubiera sido ya observado.

Cuando Einstein y Mileva viajaron a París en 1913, se alojaron donde los Curie. Las dos familias se entendían muy bien y llegaron a ser muy amigas. Después se visitaron varias veces para ir a caminar por los Alpes.

Más tarde, Einstein y Marie Curie formaron parte de una comisión de la Liga de Naciones, en donde tuvieron ocasión de encontrarse en varias oportunidades

11/07/2008

Manuel García-Cartagena/ PALABRA/recomendado


Discover Enya!




PALABRA
(1984)
Manuel García-Cartagena


1. Maravillosa muerta, hoy te he visto con mis lentes de
dos cuchillas, cruzado todo en mí. Nos veremos otro día si nuestros pasos se arman de potros sin jinetes. En alto la mano, oí la voz del que dormía y te supe: Yo soy tu muerte, vendré a ti escondida en el Azar como ladrón. Estoy en ti como si te mirara, me visto con tu vida y te veo esperar.

2. Giraba toda el agua del mundo en mi mirada húmeda. Lloraba la senda al final de mis dedos, allí donde la historia se hacía caricia.

3. Y las legiones se incendiaban con tu cercanía, y la amada desesperada mordía el acantilado con su pecho sangrante, y la caída flotaba, y no tenían fin ni el dolor ni el gozo.

4. Te esperé allí con mi mano en el suelo, mas, llegada tu
llegada, todo fue gozo en el fondo de mí, porque allí estabas tú, en mi mismo fondo, y me llegabas desde adentro como una invasión extraña.

5. Llovía fuego todavía pues el mundo tenía dueños
crueles que se hacían entre sí la guerra sin poder vencerse. Mas tu tribu te esperaba, y los hijos de tu tribu: los que doblando la Forma hacían nacer lo ido, los que mordiendo la miseria dibujaban el aire, los que colgados del color repetían tus nombres, y con fibra de su ser los pronunciaban como música, y se palpaban la frente mas no se la encontraban, y al buscarse el corazón para amar, tú los confundías.

6. Porque sólo de ti nace lo que nunca morirá como el vacío; y tu abrazo es como el roce del arroz en espigas, y tu seno como el viento que hace crujir las ventanas.

7. Cerré mis ojos para verte y el que dormía me dijo: En
vano cierras tu pobre luz para encender la mía. No busques más: ella está contigo, aunque no puedas verla ni sentirla. Está en tu Cuadro y en tu Libro, está en tu Voz y no hay amo para ella.

8. Hubo entonces un silencio de gases y una tinta
detenida tanteó en mí sus miradas. He aquí que hablo y mis palabras cuelgan de la nada: llegado es el momento de salvar mis miradas, desato lo andado por mí y lo pongo a mi frente. Todas mis vidas anteriores desfilan ante mí como hormigas sonámbulas.

9. En un tiempo me hallé sumido en mis bosques, contando mis perlas y mis bolas de estiércol. Así, en mí perdido y vivo por mí, vi caer sobre mi cuerpo una capa roja que me alzó del sitio en que me hallaba como mano poderosa que sin apretar guía.

10. Y llegado que hubo al sitio donde me trajo, me mostró
un dedo y me dijo: Iniciado está el camino de tu tormento. Deberás amarme pues soy la madre que de sus entrañas parió criatura, pero amarme te será duro como pan sin levadura: me amarás en vano pues no seré yo quien te ame, sino otra.

11. Dicho esto, me mostró una marca que llevaba en un sitio oscuro de su vientre y me dijo: ¡Mira, esta es la marca de tu vida; por esta marca eres!

12. Mas, cuando iba a mirar la marca, vino un viento estruendoso gritando y tronando con furia, el cual me empujó apartándome con gran fuerza, dejándome solo justo en el centro de mi dolor.

13. Amarga es la soledad del que ha sido robado y en la noche no encuentra quien le ayude a perseguir al ladrón.

14. En medio de mí me miré y me vi colgando de mí
mismo. Desde entonces cuelgo y colgaré hasta el fin de mis entonces, mas mientras cuelgue seré yo el viento que me arrastre, y arrastraré a otros como fui arrastrado, y seguirá todo igual hasta el fin de los entonces.

15. Porque aquel viento entró en mí dejándome su marca,
y su marca también cuelga de mí, y juntos vamos y juntos somos, pues aunque llegado está el día en que le he muerto, junto con él he muerto igualmente.

16. Yo mismo guié mi diestra hasta mi propia frente; me
abrí la testa en dos y mi sangre en la suya fue derramada, así como en la mía él derramó su vida.


17. He aquí que soy el asesino del viento, y en mi origen
un cadáver flota en mi propia sangre. Pasadas dos épocas y un momento, me llegó la edad de la simiente cálida, mas por culpa del Azar, tu doble, tu hermano, la simiente fue en mí retenida más allá del signo.


18. Y conocí el veneno que se encierra en una mano cuando los labios están cerrados para el beso, y conocí el martirio del cordero manso que va a lamer las sandalias del pastor y éste, cual lobo, lo atrapa entre sus fauces.


19. En ti creo, Olvidada, dadora de olvidos. Tu olvido es
mi olivo, no hiere ni el vino ni el aceite; tu número es el mío, te busco cuando el desierto está demasiado cerca, te busco en el centro del lago, te busco en la planta que crece tan sólo de noche, te busco en la línea que sólo los buenos barcos tienen.

20. Porque buscarte es ya tenerte y mejor que tenerte,
pues nada tiene quien te tiene, pues lo que eres ha sido y ya no es.

21. Sólo yo que te busco y no te espero, te tengo cuando
quiero.

22. Ventanas he visto que bajo la lluvia disuelven al mundo, en mis vidas conocí oraciones inútiles que sólo parecían el canto de un perro.

23. Ante ti guardo mi verdadero nombre, heme aquí libre en mi prisión, suelto por la gracia de mis ojos entre verdugos que quisieran solazarse en mi tortura.

24. Mas tú, mi Señora, me libras de toda guerra y me llevas de tu mano. Tuya es la promesa y el tambor chico, tuyo es el clarín que acuesta a los vivos y levanta a los caídos, tuya es la palabra que alienta y el verso que alimenta.

25. Como planta rastrera vivo pegado a ti. Maldito aquel
que sabe el nombre de la Muerte y no la llama por temor.

26. Jurado está todo cuanto digo en los pliegos del tiempo, que nadie agregue ni quite una palabra de lo que aquí se expresa, pues Ella sabe ser cruel con los hipócritas y los envidiosos.

27. Esta es mi historia, yo soy el lenguaje. El que vive
mora en mí y a mí me sirve.


capitulo II


1. Al viento que riega los rumbos del hombre, y todo lo
dispersa y todo lo puede; a las legiones aguerridas y a las legiones empobrecidas por la crueldad de las primeras; a todas las orejas y a todas las lenguas:

2. Aquí vive el mensaje, vengan todos a recibir su ración de sabiduría.

3. El que dormía puso voces sobre mí y me habló escrutando las tinieblas, diciendo: Toma tu tinta y escribe lo que se te dirá, para que no haya dudas sobre si lo que aconteció fue cierto.

4. Dicho esto, tomé tinta y dispuse papel a mi frente;
mas cuando intenté escribir, el papel se tornó en fantasmas blancos que de mí se burlaban. El que quiera, entienda: estos son los fantasmas del Hombre, el papel es el espejo en donde ellos habitan.

5. Mas al verlos reír, mi terror devino ira, y vertí mi tinta
sobre ellos, y he aquí que mi tinta los redujo a esclavos.

6. Yo vi salir al viento de mi tinta, arrastrándome a su
paso por doquiera que andaba, gritando: ¡Libre soy para esperar que lo funesto acontezca. Preso estuve y ahora, por la fuerza de esta tinta, discurro y divago por donde me pluguiere!

7. Y del viento colgaba yo y en el viento me estremecía,
yo que gobierno sobre legiones de fantasmas humanos y tengo en mis manos el Ramo Florecido.

8. Yo soy el Varón, nadie ha visto nunca mi rostro, mi
nombre sólo yo lo poseo, y estoy fundado en una estatura sin relieve, y cuelgo del viento, el cual es mi padre.

9. Escuchen mi mensaje, criaturas del tiempo, y
dobleguen lo altanero de su cerviz, pues mi Mensaje es la voz de Ella que todo lo puede.

10. Y su voz es bella como el suicidio de un puente que se
arroja al río porque ya no quiere seguir cruzándolo

11. Y su Palabra es testimonio de que todo es válido en
los diez aquí y en los diez allá, porque nada en el terror le es ajeno a su Palabra, hay Crueldad en su diestra y Ternura en su siniestra.

12. He aquí que hablo a todo cuanto se mueve y a lo que
no se mueve, a todo cuanto flota y a todo cuanto pesa, a todo lo vacío y a todo lo lleno.

13. Porque a mí me fue dada potestad de hablar par
advertir a los que entiendan que el Viento del Cambio ya sopla sobre lo que existe.

14. Criatura de entendimiento, escucha y aprende lo que
aquí se dice, pues es Verbo Verdadero.

15. Desde mí habla lo que nunca fue visto, ni oído, ni dicho, porque soy la voz de lo que es, lo que vendrá y lo que muere.

16. Todo lo que ahora es válido, lo es porque es falso; la
falsedad hace el valor y fabrica el sentido, y de poco vale rebelarse contra lo falso si no es contra la vida, porque la vida es falsa como premio de ruleta, nada la contiene y la llena una mentira.

17. ¡Ay de aquel que se deje engañar por la vida y escriba en su frente alguno de sus nombres aborrecibles!

18. Quien creyere o pensare como cierto lo que falso es y
ha sido, estúpido es, y no podrá levantarse a escuchar al Dormido, pues la voz del Dormido no es voz para estúpidos, y sólo aquél que piense con su esplada podrá oírla.

19. ¡Alégrense, tribus y razas miserables! Truena en esta
tinta la Verdad que se escondía, y es motivo de gran lamento para quienes prefieren lo antiguo: sus números son rotos desde el primer entonces hasta el último, y perdida está su prosapia entre las legiones de los puercos.

20. Que sepa aquel que entienda que no todo hombre es
humano, que hay criaturas viles que aún no llegan a hombres, aunque de hombre tienen sus vestidos.

21. Estén alerta ante la Humanidad Falsa, no sea que los
piojos con cara de hombre, los alacranes bípedos, las ratas y los puercos, los desperdicios animales que tienen de hombre sombra y figura, los engañen. Mi señora traerá su aliento de carroza matutina y rasgará los vestidos de todos los hombres para saber cuál lo es ciertamente y cuál usurpa.

22. Y es seguro que si a alguno hallase que mintiese su
conciencia y dijese: soy hombre por no decir soy perro, ella le arrancaría su ser fingido y lo arrojaría como carroña a las alcantarillas.

23. Y es seguro también que no habrá juicio, sino que el mismo pecho y el hígado atestiguarán lo acontecido en la entraña humana, pues el hombre es criatura con dos caras, y la oculta anda de espaldas.

24. Apagado será el sol de la mañana y un viento frío soplará proveniente de tu enemigo.

25. Caído está el nombre de mi Señora y su siervo no
puede inclinarse a recogerlo.


26. ¿Por qué permites toda esa ignominia, Beldad
Muerta? ¿Por qué dejas que de ti se burlen aquellos que engendraste?

27. He aquí que yo golpeo con mi látigo los granos de la Piedra Sagrada, y cuando en su lengua ella habla en mi contra, sólo se ensucia aún más en sí misma.

28. Esta es la Palabra Nueva.


29. Humanidad: te hablo como le habla el garrote al
golpeado. Mi Señora te abrirá de un golpe corazón e hígado y aprenderá en tus entrañas la falsedad que ocultas, pues sólo creíste en la fuerza, y cuando la fuerza te habló no supiste entenderla, pues sólo creíste en milagros, y como el milagro es falso, no pudiste verlo.

30. Todo es supuesto, no hay pruebas de nada. Tu ciudad se alza sobre una Piedra Rota, y sólo con pensarlo mi Señora la destrozaría.

31. Esta es la historia de tu Reino, Señora Mía. Grande es
mi tribulación y horrendo mi suplicio. Abro y mido las puertas de tus estados y descubro con asco que están llenos de injurias.

32. Todo cojea o está doblado, todo es imperfecto. ¿Por
qué elegiste un reino Manco, Dulzura Muerta? Mísera es Tu Gloria en estas cavernas. El Viento Que Me Arrastra me hace ver otros dominios: ante mí, el Perro lame un hueso de oro, el Puerco se refocila en pocilgas de oro, la gallina Maestra no pone huevos y caga esqueletos llenos de nombres extraños.

33. Y el Viento Que Me Arrastra me toma de un brazo, y obligándome a olvidar, me dice: Aún no has visto nada. espera y verás lo que en verdad es horrendo.

34. Y halándome cual buey que se hace tirar del narigón,
llevóme al sitio donde lo Mentido existe.

35. ¡Ay de mí, que sufrí tales visiones! Pero más triste será tu suerte, Falsa Humanidad. Nadie se detendrá a recoger tus emblemas cuando caigan en el fango, ninguno querrá ensuciarse la boca con tus nombres.

capitulo 3


1. Río de Verdad es el Verbo, y no otra cosa. El que pueda entender, sabrá. Sentado está el que dormido tiene la boca preñada, mas cumpliéndose viaja el Azar mientras florece.

2. La Hermana miró moribunda a su hermano y quiso hablarle, mas un chorro de sangre fue su palabra.

3. ¿Por qué quedarían sin castigo los que bajaron su
cerviz ante la Piedra que no tiene ni rostro, ni nombre, ni sexo verdaderos, aunque impone estas cosas a quienes la adoran?

4. Me fue dicho: habla a la Humanidad y di que no habrá
juicio ni castigo, sino que aquel que mentidos hubiese llevado rostro, nombre y sexo, arrojado será como carroña a las Alcantarillas, y castigo no será éste, mas efecto de lo causado. Corriente de río es todo. Entienda el que sepa.

5. Preciosa Muerta, déjame ser quien hable por ti ante estas bestias, déjame ser tu cosa que habla y usa en mí tu boca.

6. Lluvias he visto que han dejado a la tierra languidecida,
lunas en donde buscarte era ver números y medidas, y por cada medida un número, y en cada número un nombre, Muerta Gentil.

7. Todo El Tiempo ha venido a presenciar nuestro
encuentro. Háblame sin tiempo, Señora mía, déjame sentirme presente en Tus dominios.

8. Todo El Tiempo nace en el templo del Hoy: abre tus altares para que entre Tu esclavo, Lejana Muerta.

9. Saludos, Hoy: en este plato de escribir, mi Muerta te
envía sus parabienes.

10. Hoy, el día se baña en el fondo de una jarra de vino. En el agua del día se baña mi Muerta, en su lago de esperar.

11. Hoy, único tiempo bello como la cabellera del piano. Hoy, las multitudes se aplastan fácilmente. Pisotéalas, Hoy, con tu pie de borrarlo todo. Que no haya pueblo ni masas, que toda comunidad quede aplastada, y el rebaño se haga oveja y carnero, y el partido títere y líder, y la iglesia mono y bufón, y la familia basura. Pues es mejor que el Hombre ande solo a la caza de sí mismo, y que el encuentro acontezca en el encuentro con Lo Cierto.

12. Hoy, haz de la mujer un camino de caricias, y que sus
manos sólo se abran en las manos del hombre. Pon en ella voces suaves que el dolor reconforten, pues la Vida ya se desborda por todas sus cicatrices, y sin Ella sólo habrá un mundo sin coronas.

13. A todo esto, en alto la voz, gritó la Fementida, y su
grito chorreó cual baba sobre el mundo: ¿Qué fuerzas obligarán a una mujer a tenderse junto a un hombre? ¿A quién buscas convencer de que el terror ya no existe? Oído esto, me senté a conversar con el Dormido en la forma en que él mismo me enseñó, y se me fue la vida preguntándole esferas.

14. Y acabada mi vida, vino hasta mí la mirada del
Dormido, y entre sueños su voz sonó cual suspiro de montañas: No dormirás sin ver que la mujer se hace libre para volver a ti, y cuando vuelva será la que nunca dejó de ser. Esta es la palabra de Dormido.

15. Llueva ahora sobre el mundo y salgan a flote los
cuerpos enterrados, tengan carne y presencia los cadáveres ya secos, y sean todos juntos más que los que viven, pues enorme es la sabiduría de los que conocen el Viaje, y suya es la simiente que habrá de germinar de nuevo.

16. Que el Viento que todo lo arrastra traiga de nuevo sus
nombres a sus frentes, y que sus bocas repitan la Palabra Nueva.

17. A aquel que entienda le será dado el Nombre y el
Número, y cambiada le será su luz por otra, y la nueva luz le hará ver lo que antes se ocultaba.

18. Verbo de Luz es este: que entienda el que quiera, mas el que entienda, sabrá.

19. Se detienen los océanos para escuchar el Mensaje; las
fieras recuestan sus cabezas para que el Viento sople sobre ellas; las esquinas de la ciudad se enderezan solas.

20. Y llegada la noche después del Levante De Los
Muertos, todos juntos estaremos en la Taberna.

21. Y el que tiene clavada en su cerviz la quijada de asno
con que su hermano le dio muerte, mirará riendo al que tiene todo el cuerpo llagado por lenguas de fuego; y el que tiene el hacha de piedra hundida entre los ojos, se sacudirá el golpe que no sangra ya después de tanto tiempo, y sonreirá a la que a su lado tiene la cabeza aplastada por una piedra.

22. Y las paredes de la Taberna crecerán solas para que todos quepamos, y crecerán hasta ser dos veces el planeta.

23. Brazos habrá rodando por el suelo, esperando que sus dueños apuren su copa de sabiduría, y los que perdieron sus órganos los tendrán de nuevo aquella noche.

24. Y juntos los muertos y los vivos formarán la Nueva
Tierra, y debajo de la tierra no habrá más que tierra, y sobre la tierra el Viento andará cantando sus salmos.

25. Llegado será el tiempo en que todos buscarán la muerte
para su prójimo sin encontrarla, y sin dominio sobre la vida será entonces el reino de los hombres. 26. ¡Todos estaremos muertos ciertamente! ¡Alta es la Palabra y cierta la Promesa!

27. Aquellos a quienes la guerra alejó de la vida estarán
bebiendo con nosotros en la Taberna, con sus agujeros en mitad del pecho, con sus vísceras brotadas y sus sesos chorreando.

28. Entonces será llegada la gloria de las aguas, y el mar se alzará de su olvido, pues el mar es el sueño de los muertos y los peces que en él viven, los crustáceos y los pólipos, son criaturas de sus sueños.

29. Y no habrá sitio para líderes en la Taberna, ni se
levantarán templos, ni habrá partidos, y muertos y vivos fornicarán libremente, pues esta es la Promesa de mi Muerta.

30. Voluptuosidad Muerta, tu canción embriaga los pechos que una vez respiraron el aire de la lluvia y admitieron en sus entrañas una gota de esta vida.

31. ¡Que no se quede nadie sin amar la lluvia, que no haya
huecos vivos que con agua no se aneguen! ¡El tiempo es líquido, y todo al llover se aniquila! ¡Gracias, Gentil Muerta, por esta lluvia que nadie posee y que nadie puede vender!

32. Y si llueve en la ventanita en donde una flor azul ya crece en los ojos de una niña, y si soplan las campanas su aliento tañedor bajo la lluvia, y si la melancolía no se hunde sino llena todos los pechos, es que hay tuercas esperando por la última lluvia, troncos que murieron por olvidar lo verde, desiertos como ejércitos condenados a lo seco.

33. Muerta, mi espalda está doblada de tanto pensarte.
Maravilla de maravillas, envíame tu sueño para volver a verte.

34. Entra en mí, yo soy tu cuerpo. Entra en mí,
Salamandra, entra, Gnomo, entra, Ondina, entra, Silfo. Yo soy el Gran Estornudo y el vaso limpio en que Ella bebe.

35. Esta noche nos tomarás a todos por sorpresa, llegarás
como ladrón subida en tu corcel, Estrangulada.

36. El Dormido escribe tu historia, le habla al Rojo para
que tu gloria sea repartida por los diez aquí y los diez allá, para que el universo entero empequeñezca ante tu nombre.

37. Mas aún soy tu aparato inservible, tu espejo eléctrico:
tengo de ti los rayos que tú quieras, háblame, y en mi mente un cielo nuevo arrugará el que mis ojos conocen.

38. Tú que escudriñas el Hígado, el Corazón y los Riñones,
tú que en el pasado no fuiste sino un miedo, dime cómo hacer que el hombre te sienta, cómo conectar a las Naciones con tu Nombre, cómo llevar a los pueblos tu Palabra sin que esta voz escrita se interponga.

39. Mi número es mágico y sordomudo. Mi garganta tiene una escalera de un sólo peldaño. Cuando hablo, el peldaño salta y sube o baja más allá de donde quiero.

40. El Dormido que gobierna la música y la lluvia sopló su
corneta con orejas de hurón, y mirándome desde su tumba viva, habló para toda la Humanidad, diciendo: Yo soy el Medio. Lo que me es dicho digo. Escucha el Mensaje que traigo y traga cada una de las palabras que escuches, pues Mensaje de Sabiduría es este.

41. Cuando hablarme quieras, póstrate o siéntate con las
piernas cruzadas. Baja tu cerviz y aprieta con tus manos tus orejas, llevando la punta de tus codos a tus rodillas. Luego cierra tus ojos y aprieta tus párpados; respira profundo y retén tu aire. Piensa en Mí. Escucharás mis pasos que lentamente se acercarán a ti. Si haces esto sinceramente y durante el tiempo necesario, apretando con fuerza tus orejas, tus párpados, tus labios y tu aire, mis pasos se detendrán en ti, y me verás.

42. Verbo verdadero es éste, pues es Palabra del Dormido,
quien habla con la voz de Ella.

43. Nadar en una fuente de metal hirviendo, tragarse el mar
de Vidrio Molido. El Viento me dijo: Sólo al sabio le es dado respirar en mi presencia.

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